El Inicio Parte 2: La primer vida

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Nadie sabe realmente cómo son creadas las almas, simplemente sucede. Mediante algún viaje cósmico, ancestral, divino, quizás. De alguna forma, el universo nos ha regalado a cada uno una entidad inmaterial abstracta que nos brinda la capacidad de sentir y pensar que, junto al cuerpo, nos compone como seres humanos.

Como los mejores acontecimientos históricos todo comenzó mediante un accidente, la luz, viajaba al cuerpo que la esperaba en Mercurio, más, por alguna razón, se separó de sí misma, convirtiéndose en dos. Ambas luces fueron danzando entre sí, buscando volverse a unir en su travesía por la inmensidad del espacio, tratando de volverse una nuevamente, más no sucedió. Una de ellas cayó en la Tierra, sobre un futuro músico que apenas se concebía en la panza de su madre. La otra luz, se quedó en el espacio. Dio vueltas desesperadas alrededor del planeta donde había caído su otra mitad, las vueltas veloces fueron descendiendo en velocidad y tamaño, volviéndose un punto en el cielo cuyo brillo titilaba en erupciones cálidas. Se había convertido en una estrella. Pero esta estrella estaba viva y se comunicaba con fuego con su otro pedazo de sí misma caído en un cuerpo humano.

El hombre creció, tuvo una infancia amena, una adolescencia rebelde y una adultez plena. Pero su vista, en cada momento importante en su vida, caía en el estrellado cielo, más específicamente una estrella.

El hombre tuvo sueños recurrentes con ella, de noche, podía oírla cantar. En sueños le hablaba, gritaba su nombre, pedía por él.

Nara sintió cada cosa, la desesperación por no ser oída y la sensación de tener una misteriosa atracción por un cuerpo de luz a millones de kilómetros de distancia.

El hombre creció admirando el cielo en busca de algo que calmara cierto vacío con el que había convivido desde que tenía memoria. Sus ojos siempre caían en ella. Se había encontrado más de una vez gritándole, pidiendo que viniera a buscarlo. Jamás sucedió.

En búsqueda de responder preguntas en su camino de autoconocimiento, recorrió el mundo. La estrella siempre lo siguió. Fue en uno de sus viajes, deshidratado en el medio de un campo, que cayó desmayado. Nara oyó la dulce voz que el joven tanto soñaba en sus oídos, lo llamaba, le decía que lo estaba esperando y que lo esperaría siempre. Que debía levantarse para encontrarla y que no permitiría dejarlo morir.

El hombre despertó, rodeado del silencio y su propia compañía, sintió ser salvado. Rescatado por la voz de su sueño. Vio el cielo y en silencio se sentó, decidido, sin despegar la vista. Nara no sabía qué hacía, él no sabía qué hacía, pero la estrella lo llamaba, su musa lo llamaba. Y estaba convencido que de Venus se trataba.

Días pasaron, soles y lunas, el hombre jamás dejó de persistir. Cayó en respiraciones agitadas, temblores, múltiples parpadeos, dudas y reflexiones; pero con la más fuerte de las determinaciones, jamás intentó dejar de mirar. Sentado con los ojos pegados al cielo, sin comida, agua ni horas de sueño, su cuerpo terminó por fallecer. Más, cuando su cuerpo cayó sobre su espalda, una gran estrella, la que había estado apareciendo en todas las vidas que Nara había estado presenciando descendió.

En confusión, esperanza, terror y maravilla, Nara vio su brillo bajar con cada centímetro que se acortaba entre la gran estrella y el cuerpo del hombre. En el camino, se fue transformando, dejando su forma circular por una humana.

La estrella aterrizó ante sus ojos. Era una mujer. Su cabello flotaba como llamas en forma de rizos, tenía la consistencia de su cuerpo, pero ella era luminosa y rojiza, traía un vestido que parecía salir desprendido de ella, como si fuera parte de su cuerpo, cuyas capaz flotaban desafiando la gravedad.

La mujer se agachó frente al moribundo cuerpo del hombre, y puso su mano en su pecho, atravesándolo. De dentro, saco una luz, exactamente igual al tipo que venía mostrándole a Nara todas estas historias.

Destinos 목적지 (J. JungKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora