Atando cabos

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—Cielo santo, ¿estás bien? ¡Como se le ocurre!, ¡Es solo una niña! —gritaba su abuela al comisario. Nara había pasado todo el día detenida, implicando doble trabajo en la casa.

Con sus cosas confiscadas y su nombre ahora en el registrado en la comisaría del pueblo, Nara volvió a casa derrotada.

Las nubes púrpuras teñían el cielo camino a su casa y el silencio era una nube densa en el taxi de regreso. Su abuela no hablaba y ella no contaba con fuerzas luego de pasarse el día entero llorando.

Nara había repasado una y otra vez los acontecimientos, el restaurant, el policía, Chul. «Lo siento» recordó. No había llegado a leer la nota del todo cuando el oficial le arrebató su celular.

—¿Qué sucede? —dijo su abuela.

Pero Nara, se quedó en silencio. «Ojalá supiera» pensó.

—¿Te estas metiendo en algo raro?, ¿personas peligrosas? —volvió a preguntar, preocupada. Pero, a decir verdad, Nara no estaba segura —Shin Nara no quiero meter a tu madre en esto, pero no me estás dejando elección.

—No, halmi. Nada sucede te lo prometo —contestó su nieta, confiada. Ella se sentía miserable por dentro, pero como toda hermana mayor, estaba acostumbrada a pretender estar bien.

—Nara... ayer olvidaste a Yeseo en la escuela, no apareciste en todo el día y volviste a casa empapada de pies a cabeza. Te explicaste bien pero ahora comprendo que no eran más que excusas —suspiró —. Solo quiero saber que estás bien.

No supo que decir. Su abuela se sorprendería al saber que Nara apenas se estaba enterando de esas cosas y no podía mentir si apenas conocía los hechos. Se quedó callada tratando de pensar una respuesta, cuando su abuela siguió:

—Tendré que hablar con tu madre.

—No —respondió rápidamente Nara.

—Nara gasté todo mi dinero en la multa y hay que cuidar de tu padre. A ti no te pagan hasta el quince de este mes.

Sacó de su mochila una bolsa de farmacia, conformando a su abuela y sellando el trato. Nadie le diría nada a mamá, estaban cubiertas por la semana. Pero no la siguiente, ni el resto del mes. Una bola de angustia se atravesó por su cuello. ¿Qué iba a hacer sin trabajo?, ¿Cómo sobreviviría su familia sin su ingreso?

El pánico aceleró el corazón de Nara pero no podía decirle a su abuela o su madre. Una corriente de desesperación la impulsó a moverse, pero la firmeza en no mover un solo cabello para no levantar sospechas ni preocupaciones terminó mareándola.

La cena fue silenciosa, cualquier observador no oiría mas allá de los utensilios chocando con los platos en la calma de su hogar. Contrario era la cabeza de Nara.

Sólo había un posible culpable, pero muchos pensamientos daban vueltas. Si hubiera llegado a la conclusión de que se trataba de Jungkook otras preocupaciones la habrían invadido, como lo que pudo decir Yeseo que la avergonzara o si su habitación estaba demasiado desordenada pero el panorama era muy diferente al de esta mañana.

Ninguno de los chicos de la banda le pareció mala persona, ¿era Jungkook la excepción?, ¿un mitómano y propenso a meterse en problemas?, pero esa era la cosa, ¿había sido a propósito? Pudo creer que se trataba de un sueño como ella y hacer tonterías, o no, y simplemente tuvo un accidente tras otro, lo que explicaría el mensaje de disculpas.

Cualquier opción sonaba lógica, pero Nara quería darle el beneficio de la duda y no suponer en su nombre ni acusarlo de nada.

Previo a dormir visitó a su padre. La habitación había cambiado mucho a lo largo de los últimos años, pasando de cómoda biblioteca a frío laboratorio.

Se acercó a hablarle, pero se encontraba dormido así que solo le dio un beso en la frente y volvió a su cuarto.

Aún tenía la nariz roja del llanto y con la energía emocional por el suelo se dio una ducha para limpiarse tanta tensión y agotamiento. A punto de dormir hizo lo que tanto estaba evitando y abrió las notas.

«Lo siento» leyó.

«No sabía lo importante que era tu trabajo en tu casa, de haber sabido no me habría dejado ganar por mis sentimientos.

Espero que algún día entiendas el tesoro que tienes por familia y no intentes cambiarla por algo que ves tras una pantalla. También soy una persona, no es justo que arrebates mí vida. Honestamente, por tu bien y el de las personas que amas, espero que seas capaz de verlo.

Tus amigos también parecen buenas personas, lo que hice fue para protegerlos pero no me hizo nada bien lastimarlos.

Y la fuente, bueno, hasta ese momento no sabía nada. Te lo prometo.

Me siento terrible por los problemas que pude haber causado, hablar con tu padre me hizo recapacitar mi accionar y te pido disculpas.

De corazón espero que también puedas ser capaz de replantearte tus decisiones y no meterse con otros. Recuerda, las verdaderas ARMYs son respetuosas y nos tratan como otros humanos»

Los ojos de Nara no pudieron despegar la pantalla por un rato, su furia se había canalizado en arquear sus cejas y su mandíbula se había endurecido de tanto tiempo que la dejó abierta. Este era el peor de los escenarios.

Jungkook, había, deliberadamente arruinado su vida.

Por múltiples razones tardó en dormirse. Mejor dicho, por múltiples pensamientos. El cuerpo de Nara era una bolsa de impotencia. La enojaba que creyera que era una loca, que no le diera el beneficio de la duda como ella lo había hecho, que no pudiera hacerle saber lo equivocado que estaba y que tan tranquilo en una vida que ella se esforzó por no estropear pudiera seguir como si nada, siendo que ella debía arreglar un desastre que no le correspondía. Le enojaba la injusticia. No había hecho nada malo y de repente, envuelta en una situación que no pidió ni quería, estaba sufriendo las innecesarias consecuencias. Y de alguna forma, ¡era la culpable!

De repente, deseó volver a cambiar de cuerpo y devolverle la estúpida lección de vida.

Un tiempo después se durmió, en una cama sudada por el calor de su sangre hirviendo.

«Na... ra... Shin... Nara... se acabaron los soles Nara...» gritaba en sus sueños a su reflejo en el agua. Solo veía niebla a su alrededor. De repente el agua se transformó en vacío y sus pies se posaban en el final de un acantilado. No veía nada, no podía seguir. Pero debía. Debía cruzar. Saltó esperando llegar al otro lado, pero en su lugar, cayó. Cuando estuvo a punto de tocar el suelo, despertó.

Abrió los ojos esperando no ver con claridad su habitación por la hinchazón de un día de llanto. Pero no sucedió. Ni la hinchazón, ni ver su habitación.

Una mezcla de culpa, alivio y emoción le atravesó el cuerpo cuando se encontró rodeada una vez más de ese odioso cuerpo.

«¿Fue mi deseo?», quizás, después de todo, Jungkook tenía razón en culparla.

Pero no la primera vez. Y su castigo injusto, recibiría sus consecuencias.

Después de todo, a Shin Nara le encantaba una buena historia de venganza.

Destinos 목적지 (J. JungKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora