Ella (Parte 1): Aromas

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Haz visto como hay olores para cosas inexplicables, como el olor a infancia, a la casa de un familiar, incluso el olor a domingo.
Nara solía discutir con su familia la existencia del aroma a mañana. Era su favorito, una mezcla fresca envuelta en la calidez de los rayos de un sol despertando, el desayuno de su abuela a base de fruta, pan y huevos, y la brisa matutina que arrastraba restos de té verde desde los campos Boseong.

El 14 de junio, el aroma a mañana jamás olió tan desagradable.

Nara saltó de la cama en el instante en que su cerebro adormecido procesó las temibles palabras de su pequeña hermana.
Aún enredada por las sábanas corrió hacia el espejo entre tropiezos por sus aún atontados sentidos y se detuvo al verse. Era real. Sucedía lo peor que le podía pasar: ser ella misma.

En su reflejo vio su rostro brillando por la transpiración, su cabello chocolate inflado, sus ojos hinchados por la falta de sueño y en un destello, recordó aquella imagen a la que se prometió aferrarse.
El rostro de Jungkook recostado sobre la palma de su mano, con sus cortas pestañitas entrelazadas, sus estrellados ojos cerrados, sus invitadores labios posando tranquilos contrarios a su fruncida frente disfrutando sentirla.

Más adelante se cuestionaría si el saber que necesitaría guardar esa imagen como un tesoro en su memoria había sido decisión de ella o si fue impulsada por los secretos de sus vidas que su alma custodiaba. Pero entonces lo único que su mente prestó atención realmente fue el cosquilleo que vino con el recuerdo, transformando el incontrolable miedo y desespero en amor y por esto, en adrenalina.

Lo encontraría, sea como sea.

La angelada imagen de su amigo, amor platónico y ahora, alma gemela, sirvió como el combustible que su corazón necesitaba para bombear energía a sus extremidades con el mensaje de moverse.

Y eso hizo.

Tanteó desesperadamente el cuerpo de su celular sobre las desordenadas sábanas, encontrándolo bajo su cama, lejos del cargador y con poca batería. «Soluciones», se recordó conteniendo las ganas de insultarse y enchufando su móvil mientras paseaba la vista por sus aplicaciones pensando un plan.

Un cosquilleo nervioso recorrió su estómago al ver la aplicación teléfono.

Entró en búsqueda de su número y le marcó apoyando la fría pantalla en su mejilla con el corazón cerrado, bombeando a cada pitido.

—El número que ha marcado no se encuentra... —colgó.

«Ha de estar ensayando» supuso. Debía buscar otra forma.

Entró al buscador, mapas, reloj y calculadora, y para las 9:28, salía de su casa con un improvisado plan cuya incompletitud traería secuelas más temprano que tarde y se montaba a su bicicleta junto a los gritos de su madre y abuela cuestionando su vestimenta.

Durante los primeros veinte minutos de la mañana tras despertarse, había entrado en pánico, buscando toda la información básica para tener una leve idea de que hacer, bañado, llorado, cambiado, llorado por no encontrar el mejor atuendo para encontrarse con el amor de su vida, entrado en pánico nuevamente, metido a su mochila todo lo que parecía que serviría en su odisea —spoiler, apenas usará la mitad—, maquillado, llorado, maquillado otra vez y salido de casa.

Con sus torpes y apurados pulgares y muchas faltas de ortografía había realizado una búsqueda a lo largo del internet cuyos únicos resultados que nos interpelan son que el viaje de su pueblo a Seúl dura unas seis horas, el concierto es a las seis de la tarde y el eclipse a las ocho.

Siete minutos pedaleando un trayecto que le tomaría veinte en un día normal y Nara apenas sentía sus músculos acalambrarse por la prisa de sus pensamientos, una recarga de fuerza escoltada por el aroma a té verde llegó cuando pasaba por los pastizales donde se cultivan y entontes, paró en seco.

Destinos 목적지 (J. JungKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora