Sueños

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Una mezcla de emociones invadió el cuerpo de Jungkook. Entre miedo y ansiedad, respeto y empatía, admiración y envidia. Pero todo podía resumirse muy bien con la palabra sorpresa.
Le sorprendió. Le sorprendió la astucia de Nara y los ingeniosos descubrimientos, le sorprendió la posibilidad de que se haya puesto a buscar porque ya no quería compartir tiempo con él o porque el hacerlo le generaba un sentimiento negativo, lo suficientemente fuerte para desear finalizarlo; sin embargo, casi como el sonido del click que hacen las puertas cuando son cerradas indicando que encastraron perfectamente, le sorprendió la idea y que encajase en su cerebro con claridad la teoría de que los extraños sueños que había estado teniendo podían llegar a ser una respuesta.
También le sorprendió que le sorprendiera, pues estaba tan inmerso en su vida, en la de Nara, en estas ideas, cumpleaños, conciertos, citas, ensayos, reflexiones y dudas, que se había olvidado por completo del extraño fenómeno espiritual, religioso o cósmico que transitaba hace poco más de un mes.

Tenía sentido, mucho sentido. No sabía cómo, o cómo explicarlo, pero lo de los sueños tenía mucho sentido. No por una cuestión lógica, algo dentro de él le decía que tenían que ver, quizás no eran la respuesta, pero había algo, una especie de seguridad dura, inamovible y desconocida dentro suyo diciéndole que definitivamente eran un hilo del cual tirar.

Casi con la misma intensidad, un cosquilleo nervioso amasó sus entrañas al imaginarse tirando de ese hilo y provocando un desate de nudos que los envuelven juntos, no sabe por qué es así, por qué ellos, por qué juntos, pero le da miedo averiguar, porque en el mejor de los casos lo resuelven y entonces se desataría el peor de ellos: desenredarse.

Aunque el verdadero nerviosismo vino con la idea de que Nara así lo deseaba.
El cosquilleo subió a su cuello, se convirtió en hilos y los hilos se enredaron formando nudos. Imaginarse la idea de no tenerla cerca, no saber de ella todos los días, ni de contactarse con ella de esta moderna forma de usar cartas le generó nudos de angustia en la garganta.

De cualquier forma, el posible descubrimiento de los sueños los llevó a recuerdos. Prados, acantilados, soles y guerras. Rememorarlos volvió evidente que algo tenían que ver, ellos lo sabían y sabían que el otro lo sabría.

Ambos recordaban haber tenido sueños extraños, lo difícil era recordar que había pasado en ellos y por pedido de Nara, ambos durmieron con la misión de anotarlos al día siguiente. Aunque en gran parte fuere por la curiosidad y la imposibilidad en parar de pensar en el descubrimiento.

El primero en despertarse, desesperado por anotar lo que pasaba para que lo leyera su compañera de viajes fue Jungkook. Buscó el celular de la chica con desesperación y con dedos apurados escribió:

«Estaba todo oscuro, pero no una oscuridad como en esos sueños que no sueñas nada, sino como si fuera parte del sueño, como si estuviera vivo, pero soñara estando muerto y no hubiese nada. Me di cuenta que era parte del sueño cuando en un susurro en mi oído derecho oí el canto de una mujer, pero cuando desperté estaba solo acostado en un campo, miré al cielo y estaba inundado en estrellas. Grité un nombre» Jungkook detuvo sus rápidos dedos. Era con E, ¿o con I?, Ish... algo. No. Si. ¿Cómo se llamaba?

Pronto descubrirían, que la parte más difícil no sería recordar los sueños que tuvieron, sino explicar, detallar, encontrar pistas en una fuente de información que vive en su memoria, pero que su cerebro decide olvidar lentamente. No recordó lo que sucedió luego del grito y si no fuera por las palabras que plasmó en las notas, tampoco recordaría lo que escribió.

Nara en el cuerpo de Jungkook, sin embargo, para ese momento ya estaba despierta. Llevaba días levantándose más temprano de lo normal. Por ese mismo horario se encontraba revisando su reflejo en el espejo, pensante.
Su sueño había sido similar en sentimiento, pero diferente. Como Jungkook, se levantó con un leve y profundo sentimiento de vacío, más no tuvo el mismo sueño.

En su caso era una paloma. Disfrutaba del dulce viento y danzaba sobre las brisas. Volaba sobre campos, bosques, ciudades y pueblos; en busca de una compañía que no tenía, una familia o más palomas.

Apenas se levantó, tenía la imagen de un mar abierto tatuado en el cerebro. Fue uno de sus tantos vuelos en búsqueda de otros como ella, que terminó aleteando sobre un inmenso mar, tan inmenso, que era imposible encontrarse en el mundo, más, sintió encontrarse a sí misma. En la reflexiva y agonizante soledad de estar encerrado con uno mismo.

Desesperada por aferrarse a los detalles del sueño buscó el celular de Jungkook, pero parecía que cuanto más buscaba, más loca se volvía. No estaba sobre la cama, ni debajo de ella o entre las mantas. Se fijó en cada esquina por arriba y por debajo. No estaba y cuanto más buscaba, más olvidaba su sueño.

En este, un náufrago sobre un bote de madera se encontraba flotando en el medio de la nada misma, Nara descendió su vuelo y aterrizó a un lado. Se encontraba dormido, con quemaduras del sol y los labios resecos. Se encontraba tan inmersa en las facciones de aquel hombre que apenas se asustó cuando esté saltó de pronto y la sostuvo deteniéndole las alas.
Se movió desesperadamente con intenciones de liberarse, pero ningún forcejeo la ayudó.

La sostuvo del cuello y cuando parecía que estaba a punto de partírselo, la vio a los ojos y se detuvo, soltándola.

Nara se quedó quieta unos segundos, viendo los dilatados y llorosos ojos del hombre, que, sorprendido, se echó a llorar. No mucho después salió volando acelerada, como huyendo de un gran peligro con los gritos del hombre de fondo pidiéndole disculpas.

Cada uno de estos detalles iban desapareciendo en lo más profundo de su memoria cuando se dio cuenta que no encontraría el celular de Jungkook, y aunque lo hiciera, ya no había sueño que contar.

Turbulenta por la misión fallida se acercó al espejo con lentitud y al ver al chico en el reflejo sintió calma. Analizó detenidamente sus facciones. Sus lunares de la mejilla, el tierno puntito debajo de sus labios, la cicatriz en el pómulo.
Había algo en el que le recordaba al náufrago, pero también a la paloma. Como si fuese la perfecta combinación de hombre y ave, y a su vez, no lo fuera en absoluto.

Sus ojos. Sus oscuros, redondos y brillantes ojos la miraban, era ella, pero lo veía a el a través de ella. ¿Realmente quería perderlo?, ¿realmente quería separarse de él?

Una repentina imagen volvió a su cabeza como una bala. Su aleteo apresurado volviendo tan rápido que sentía sus brazos emplumados acalambrarse con cada vez más dureza, encontrándose con la desgarradora imagen del hombre, muerto sobre el bote con una mano en el corazón y una foto de una paloma igual a Nara en la otra.

No recuerda que pasó entre ese suceso y el despertarse, pero se sintió extraña y ver a Jungkook en el espejo la llevó a sentirse confundida. No estaba segura de qué hacer, no quería perderlo, no quería sentir ese sabor a vacío en su corazón por dejarlo ir. Quería abrazarlo, hablarle, discutir, reírse y llorar con y por él.

Se asomó por la ventana de la habitación y miro el cielo celeste envuelto en nubes, preguntándose por una respuesta. Deseando una señal. Solo una. Sin embargo, un sonido amargo reveló el paradero del dispositivo móvil. Siguiendo el ritmo de las vibraciones lo encontró, de alguna forma, metido en la almohada. Fue el significado de la vibración la que aclaró sus ideas como una cachetada de realidad.

La remitente era obvia. Jennie le escribió un dulce «yo también te aprecio», seguido de la idea de verse pronto, luego del concierto quizás. Nara unió los puntos con un corazón comprimido tras recordar el mensaje que le escribió al chico hacía poco sobre volver a sus vidas pronto.
Ambos pretendían terminar todo antes del concierto para volver a sus vidas, y por mucho que le doliera, era la señal que estaba pidiendo.

Era angustioso admitirlo, pero la mayor muestra de amor que podía brindarle, era darle lo que quería: una vida sin ella.

Destinos 목적지 (J. JungKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora