capítulo 2

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La luz de primera hora le despertó cuando impactó con su cara. Como solución movió la cabeza, pero daba igual, el sol todavía iluminaba su rostro.  Gruñó roncamente y abrió con cuidado un ojo. Que tras otro gruñido de dolor lo cerró de golpe. La luz le molestaba más que a un vampiro. Y no se atrevió a mover la cabeza mucho, presentía que le dolería como el infierno. Pero después de haberse despertado con resaca en tantas ocasiones, escarmentó; y ahora en el primer cajón de cada mesilla de noche tiene unas gafas de los cristales más oscuro que encontró. Así que a tientas alargó una mano a la mesilla de noche más cercana y consiguió sacar las gafas. Grandes y con montura gruesa en negro. Eso sí, graduadas porque sino si que no vería nada. Cuando se las puso, abrió los ojos despacio. Los cristales eran tan oscuros, que ha poco la habitación se veía como una película en blanco y negro.  Miró a su alrededor y se dio cuenta de que no se había llegado a meter en la cama, pero que por lo menos se había acordado de ponerse el pijama. Su ropa estaba tirada por la amplia habitación de tonos tierra y rosados.

-Sé que siempre digo lo mismo - empezó a hablar consigo misma -, pero de verdad que tengo  que intentar dejar de beber tanto...

Se levantó despacio de la cama y pudo ver como donde había estado su cabeza antes de despertarse había una cerco de saliva. Instintivamente se llevo el dorso de la mano a los labios. Ahí no había ningún rastro de saliva. 

-Maldita sea.

Se encontraba mal y hoy le tocaría salir de fiesta con la pareja feliz. Lo que menos le apetecía, ir a locales dónde la música está a tan volumen que horas después te siguen pitando lo oídos. Planazo. Aunque lo que más la urgía era prepararse un café bien cargado. Así que fue a la cocina y buscó el paquete de café. Pero el destino era cruel y el bote estaba vacío. Al verlo lo tiró al suelo cabreada y el ruido al estrellarse contra el suelo hizo que se agarrase la cabeza por el dolor. ¡Sin duda hoy iba a ser uno de esos días en que es mejor no levantarse! Sopesó las opciones que tenía. Ir a pedirle café a su vecina de arriba, una cascarrabias inaguantable o bajar a la tienda que había más adelante en su calle. Porque la opción de pedírselo a su vecino nuevo estaba completamente descartada. Así que se puso los primeros vaqueros que encontró, una sudadera, las deportivas y se recogió el pelo en una moño cutre y medio desecho. Después se volvió a poner las gafas de sol, cogió el móvil, las llaves y la cartera; y de dirigió a la tienda.

En la tienda ya había unas cuantas personas, muchas de ellas comprando medicina y con unas pintas similares a las de Roxanne. Fue directa al pasillo dónde se encontraba el café. No buscó mucho y cogió el primero que vio y fue a hacer la cola de la caja.  En pocos minutos ya se encontraba en el ascensor. Estaba leyendo la parte de atrás del paquete de café cuando salió sin mirar del ascensor. Pero no llegó muy lejos cuando se chocó contra un bloque de ladrillos, o eso la pareció, con un agradable olor que no sabía identificarlo. Al instante unas fuertes manos la sujetaron de los brazos. Ella elevó la mirada lentamente, hasta encontrase con unos ojos verdes oscurecidos por los cristales de las gafas, no sin antes ver una boca bien formada. Demasiado tentadora. 

-¿Ves algo con esas gafas? - preguntó con una voz que la hizo pensar en sábanas revueltas.

-Para lo que hay que ver... - respondió.

Pero antes de que se diese cuenta sus manos la soltaron y le quietaron las gafas. Parpadeó para acostumbrarse a la luz, aunque en el pasillo no había mucha por suerte. Roxanne pudo distinguir borrosamente que sus ojos verdes claros eran increíbles. Y  fijándose mejor pudo ver pequeñas motas verdes más oscuras, o eso le parecían sin las gafas tampoco estaba segura.

-Así mejor - dijo Jackson sonriendo.

-Ya me las estás devolviendo - le dijo sería.

-¿O qué? No será porque estás resacosa de ayer, ¿no? Porque según tú no fuiste de fiesta....

Chicago Warriors (Editando)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora