Roxanne se sentía completamente recuperada al despertarse, aunque eso no quita que la costase más de 10 minutos levantarse del mullido colchón. Lo que ocasionó que desayunase más rápido para llegar a tiempo a abrir la nave y así poder volver a la rutina. Eligió rápidamente unos vaqueros y una camisa de cuadras; se puso unos zapatos cerrados, el abrigo gordo y antes de traspasar la puerta de casa, agarró el bolso con las llaves. Por suerte no la tocó esperar mucho al ascensor, aunque conseguir un dichoso taxi fue otro asunto. Parece que todos estaban ocupados. Pero esperar a los taxis era el precio de no querer tener un coche. No es que no la gustara conducir, sino que era demasiado vaga para querer hacerlo por una ciudad como Chicago que la mayoría de las veces había atasco; prefería pasarlos en la parte trasera de un auto esperando tranquilamente. Así que la pareció una tontada comprarse uno, para dejarlo cogiendo polvo en un garaje. Además, lo que se tendría que gastar en gasolina, era un poco menos que lo que pagaba por los taxis y a ella le parecía que ese dinero estaba bien invertido.
EL taxi que paró, no era lo que ella hubiese querido; olía a rancio y esperaba que su ropa no se manchase con nada imposible de quitar. Pero como ya iba a llegar tarde, no pudo decir que no y esperar a otro. Al final llegó justo 10 minutos tarde y en la puerta ya había las 8 costureras y costureros que trabajarían por la mañana.
-Lo siento - se disculpó Roxanne mientras habría la puerta - pero me ha costado levantarme un montón de la cama y luego los taxis no paraban.
-No pasa nada - dijeron algunos, otras solamente la sonrieron.
Otra cosa que le encanta a Rox, es el buen ambiente que se había instalado en el trabajo. Todos se llevaban bien; aunque por supuesto había alguna que otra discusión que se zanjaba y se volvía a la normalidad. Y que si alguien tenía algún problema en trabajo se hablaba abiertamente y se intentaba solucionar. También, y puede ser que lo que más la gustaba, era que la trataban como a una igual, no como si fuera la jefa. Pero eso también puede ser porque no la importaba ponerse a coser o a hacer patrones con ellos si faltaban manos o simplemente cuando se aburría.
La mañana se le pasó rápidamente. Y estaba contenta, llevaban buen ritmo con los trajes que la habían encargado y supone que dentro de un mes estarían todos terminados si seguían a ese ritmo. Y a las 3 ya se habían marchado todos hasta el día siguiente. Sólo quedaba Roxanne, que se pasaría allí las tres horas siguientes después de comerse los macarrones que había pedido para que se les acercasen. Los macarrones y una tarrina de arroz con leche. Pero antes de terminarse el postre, por poco se la para el corazón. Creía haber cerrado la puerta, pero no fue así, porque de la nada apareció Carlos.
-¡Joder, Carlos! - dijo mientras se llevaba una mano al corazón.
-La puerta estaba abierta - dijo encogiéndose de hombros-. ¿Me vas a contar ya lo que pasó? - inquirió mientras se sentaba en una de las sillas del despacho de Roxanne. Aunque más que despacho, era una sala de buen tamaño, con un escritorio con un ordenador. Dos mesas de dibujo y algunas sillas de diferentes madre, esparcidas por el cuarto. También había archivadores de metal y una docena de carpetas DIN-A2 esparcidas contra las paredes.
-No seas pesado, que no te lo pienso contar, en cambio...
-¡Quiero saberlo! Me da igual lo que tengas a cambio...
-¿Te da igual? Pues bien, te quedas sin la noticia - dijo mientras volvía a tomar una cucharada del arroz con leche.
-¿Que es? - dijo intrigado.
-¡Ah, no! -le dijo sin mirarle - Ahora te quedas sin nada, por menospreciarlo.
-Pero...
-No.
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Chicago Warriors (Editando)©
Romance¿Quieres conocer a Roxanne? ¿Y a Jackson? Aquí tienes la oportunidad de hacerlo. No te lo pierdas. Yo no lo haría. Todos los Derechos de Autor reservados.