Normalidad

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Llevábamos casi dos días en carretera, gracias al cielo Aaron y Eric tenían un auto, porque la caminata de antes me había dejado con los pies adoloridos.

-- Entonces, cuéntanos Gris ¿Estabas en un grupo? -- No era la primera vez que Aaron preguntaba eso y realmente no respondería a su pregunta. No quería hablar de aquellos que dejé, que seguramente quieren cortarme la cabeza por intentar o asesinar a uno de los menores del grupo.

Pero espero que siga con vida, era un niño raro, pero solo era que le falta terapia...

Cierro los ojos ignorando a la pareja de enfrente, necesito silencio, bastante tenogo con los murmullos que discuten en mi cabeza. No sé que dicen, se escucha como si fuera un enjambre de abejas dentro de mi cabeza y solo me generan estrés.

El auto se detiene suavemente, abro un poco los ojos, parecía estar amanecido, supongo que me volví a quedar dormida. Mi atención es robada por Eric que se había bajado del auto y estaba gritando al aire.

Y yo soy la loca...

-- Ya estamos aquí... Fue un viaje muy largo, pero vas a poder tomar un baño y descansar para que hables con nuestra lider

Al entrar, no pude evitarlo mirar el lugar llena de curiosidad, habían personas caminando y hablando, algunos se me quedaban mira do con curiosidad, otros con sorpresa

-- Ten, unos pantalones -- Me quedó mirando a Eric, que estaba animado con un jeans en sus manos -- Vamos linda, los demás te están mirando extraño

Paso por su lado, quería ver ese lugar, se sentía tan... Normal, era la primera vez que estaba en una comunidad de este estilo y sentía que podía acostumbrarme rápido a esta normalidad.

-- Te van a hechar, ellos no quieren a basura como tú siendo sus vecinos, conviviendo con sus hijos...

Respiré profundamente, Matt lo dijo, los nervios pueden solo hacerme pensar que escucho voces, es eso, solo son nervios.

-- ¿Estás bien? Tu labio está sangrando y estás sin pantalones -- Me quedó mirando a la niña frente a mi, tenía el cabello castaño oscuro, vuelvo a ir con Eric y le quitó el pantalón de las manos para ponerme lo. Fue difícil por las botas, pero no imposible ya que era un pantalón que me quedaba gigante.

-- Hola Enid ¿Pasa algo? -- Pregunta Aaron con una sonrisa en su amable rostro, la niña se acerca a el con un rostro serio, como una adulta muy chiquita.

-- Deanna pidió hablar contigo... -- Fue todo lo que dijo y se fue casi corriendo, supongo yo que en dirección a su casa.

-- Bien, supongo que tú entrevista sera más rápido de lo que pensé -- Me quedó un instante mirando a Aaron, por alguna razón su actitud tan relajada me daba confianza. En pocos minutos ya estábamos caminando en dirección a la casa de la líder, no podía negarlo, este lugar se veía tan común que me daba escalofríos.

Cuando llegamos, nos detuvimos en una bonita casa, como esas que estaban en las revistas con las que las enfermeras más amables nos afirmaban que viviríamos al salir de allí.

Justo en frente está a un chico, tal vez uno o dos años mayor que yo, saludo con su mano a Aaron y me miró con desconfianza, yo le mostré los dientes gruñendo, tampoco me daba confianza. Aaron me da un pequeño y muy suave jalón del brazo conduciendome a la puerta de esta bonita casa.

-- Oh, pasen, pasen ¿Quieren un té o café? -- Nos recibe una muy amable y educada señora de edad avanzada, en su cabello castaño se veía el crecimiento de varias canas -- Mucho gusto soy Deanna -- Se presento con una amable sonrisa, yo hice un intento por sonreír pero el dolor repentino en mi nariz me lo prohibió.

La mujer intercambiando algunas palabras con Aaron y yo me quedé mirando el bonito librero de la sala, estaba lleno de libros de leyes, algunos eran de arquitectura y muy pocos tenían títulos llamativos, aún solo uno, por su color completamente amarillo logro atraerme tanto que lo saqué de su sitio.

El principito

Sonreí mirando la portada, era un avión con un niño y un zorro saludando a una rosa en la luna.

Si llegó a encontrar a los demás y Judith sigue con vida le leeré este libro.

-- Veo que sabes sobre cuentos ¿Fuiste maestra? -- Volteo a mirar a Deanna y regreso por impulso el libro a su lugar.

-- No... Yo, no fui nada... -- Le digo con calma, la mujer me sonríe, era mucho más bajita que yo -- Soy Gris... Grissella -- Honestamente, quería ganarme la confianza de estás personas. Tal vez así, tendría la normalidad que mi vida necesita y que mi mente debe copiar.

-- Es un gusto Grissella, ven tenemos que hablar un poco...

Demencia | Daryl Dixon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora