Prólogo

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Existen diversos temores que puede tener una novia el día de su boda:

1: Que el planificador o planificadora de bodas sufra alguna dolencia y no pueda organizar el evento.

2:Que el planificador o planificadora decida renunciar porque no soporta a la novia o algún miembro de la familia.

3: Que algún miembro de la familia, no importa si es del lado del novio o de la novia, llegue borracho y arruine la ceremonia.

4: No entrar en el vestido de novia porque estuvo demasiado estresada como para hacer dieta.

5: Que alguien derrame alguna bebida, como vino rojo, sobre el vestido.

6:Que el novio se olvide los votos.

7:Que la novia olvide los votos...

Todos estos miedos no tienen una jerarquía, pero existe uno que debería estar en el primer puesto, solo que es demasiado alocado... por no decir trágico, para siquiera considerarlo.

1: Que el novio decida no asistir a la boda.

Bueno, justamente ese miedo tan descabellado y trágico se estaba haciendo realidad para Ana. Su planificadora de bodas y a su vez compañera de trabajo, Eun Bi, no dejaba de caminar de un lado a otro en la sala de la novia, un hermoso rincón decorado como una sala de la realeza, en uno de los hoteles más prestigiosos de Corea del Sur.

Quizás el lujo no era lo importante en ese momento, todas las salas de novias estaban acondicionadas más o menos igual, Ana lo sabía porque visitó diez hoteles ese último año para poder hacer un balance y elegir el lugar que iba acorde a su presupuesto.

Eun Bi ya lanzaba humo por las orejas, Ana quería sonreír ante el modo en que bufaba su amiga, pero no supo cómo sonreír, no supo cómo ver el lado bueno. El novio ya tenía un retraso de una hora, y no contestaba el celular, y no podían contactar a sus familiares o amigos, ya que todos estaban en el salón donde se realizaría la ceremonia.

Debía ser un espectáculo, o más bien un nido de murmullos de especulación ¿Por qué los novios, los principales protagonistas de la tarde, no estaban ahí?

Los coreanos eran exigentes con el tiempo, no perdonan un retraso semejante, si quedaba uno hasta que llegara el dichoso novio sería un milagro...

Eun Bi pegó un grito que hizo brincar a Ana de su cómodo sillón, se acercó a ella haciendo malabares con el celular.

-¡Es él! ¡El idiota de tu novio!

De los parlantes salió una voz suave y masculina que contestó: "escuché eso" antes que Ana recibiera el celular con manos temblorosas, se debatía entre el alivio y el miedo.

-¿Deok-ha? ¿Dónde estás? ¿Estás bien? Por favor, dime que estás bien.-suplicó Ana, porque, ante todo, quería que él estuviera sano y salvo antes de reclamarle por el atraso.

-Estoy bien, Ana.

Solo eso. El cuerpo de Ana se relajó por unos segundos... pero volvió a ponerse tensa. Su tono de voz fue demasiado... robótico. Sin vida. Sin emoción. Ese no era el Deok-ha que decía que la amaba al punto que quería compartir una vida con ella.

-E... eso es un alivio-pudo decir, controlando el nudo en la garganta a duras penas-¿Vas a tardar mucho en llegar? Digo, para avisar a los invitados y no hacerlos esperar...

Un suspiro. Quizás de dolor, quizás de hastío, Ana nunca lo sabría, pero dolió de todos modos.

-No iré, Ana. Ya estoy en el aeropuerto de Incheon... y mi vuelo está a punto de salir. No puedo perderlo, fue difícil conseguir un asiento.

Miedo número dos: que el novio olvide el día de la boda y decida tomar un vuelo hacia un lugar desconocido.

Una luna de miel con mi jefe┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora