Ana logró estar sin el jefe Cho el tiempo suficiente para tranquilizarse, de hecho, cuando se instaló en la playa y permitió que su mente se perdiera en el sonido del oleaje en la arena, casi olvidó quién era por un momento.
Sí, estaba huyendo otra vez, la disociación era la última estrategia de su cerebro para evadir la realidad... pero lo necesitaba, por lo menos por esas horas, mientras contemplaba el vaivén del agua sobre la arena, se permitiría disociar hasta lograr la paz mental necesaria para enfrentar de nuevo al jefe Cho.
Pasado un momento se preguntó si él la estaría buscando, dejó el celular en la habitación y no le dijo exactamente en qué lado de la playa estaría... y eligió el lugar menos concurrido para instalar la manta y la sombrilla para protegerse del ue sol, el resto de las parejas y turistas estaban a unos doscientos metros... pero podrían estar a kilómetros, lo que era beneficioso para ella, ya que quería mantenerse en ese pequeño rincón como si fuera sólo suyo por un rato más.
Suspiró, bien podría sumarse a la diversión, aunque no tuviera con quien compartirla. Se quitó la camiseta de manga corta por la cabeza y reveló su discreto bikini rojo, por un momento se sintió expuesta... ya que no recordaba la última vez que usó sólo el corpiño de una bikini y shorts, en Corea siempre usó conjuntos para cubrirse y protegerse del sol... pero no estaba en Corea, así que podía usar el bikini más escandaloso y nadie le daría una segunda mirada... pero no tenía un bikini escandaloso, y estaba alejada del grupo más numeroso, nadie le prestaba atención... y amó eso, se sintió libre por primera vez en mucho tiempo, así que entró hasta que el agua del Mar del Coral le llegó a la cintura.
Sang-Tae buscó a Ana por más de una hora, una parte de él quería regañarla por dejarlo solo sin saber exactamente dónde fue... pero la otra parte entendía que necesitaba su espacio, después de semejante declaración... él también necesitó estar lejos de ella por unos minutos.
No esperó que esos minutos se convirtieran en horas, y si era sincero, no quería compartir tiempo y socializar con otras personas, no porque no pudiera, simplemente no quería.
Casi recorrió un kilómetro de la playa que estaba frente al hotel cuando divisó una solitaria sombrilla, también vio a alguien con cabello castaño rojizo flotando en el agua, siguió su instinto y se acercó para verla mejor... y no se equivocó, Ana flotaba en el mar, dejando que ese lado calmo del oleaje se llevara todas sus tensiones...
Pero Sang-Tae no estaba calmado. De hecho logró contener el sudor frío durante todo el recorrido por pura fuerza de voluntad... y porque se obligó a no mirar el agua hasta que distinguió el cabello de Ana en la distancia. Decir que le tenía miedo... o más bien, un sumo respeto al agua, era un poco humillante, ni siquiera se permitía admitirlo en voz alta como hacía con su fobia a las arañas.
Aunque no exteriorizara su miedo con palabras, su cuerpo le recordaba ese miedo con sudores fríos y la incapacidad de respirar con normalidad. Pero se obligó a respirar, era obvio que Ana disfrutaba de ese momento de soledad... y no tenía derecho a interferir, podía sentarse en la manta y refugiarse del sol en la sombrilla hasta que saliera y hablar con ella como dos personas adultas...
Pero cuando la vio zambullirse en el agua, como una sirena que huía de la vista de los humanos, el sudor frío le recorrió toda la columna vertebral.
Y cuando pasaron diez segundos sin que esa cabellera castaño rojizo saliera a la superficie, el miedo se asentó tan fuerte en todo su ser que olvidó cómo respirar, así que se obligó a ponerse de pie, a pesar que ese miedo atroz lo paralizó desde la cabeza hasta los pies.
-¡Ana!-gritó apenas puso un pie en el agua, y ese mismo miedo le hizo avanzar sin pensar que estaba enfrentando algo peor que una araña de patas kilométricas-¿¡Dónde está!?
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Una luna de miel con mi jefe┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓN
RomanceHay ciertos temores que pueden tener las novias en su día de bodas, y para Ana el peor se ha vuelto realidad: su novio la ha dejado plantada en el altar con un salón lleno de murmullos y cotilleos. Para su sorpresa, apareció en su rescate su jefe, C...