Capítulo 22

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-Jefe Cho, no está respirando.

-Claro que estoy respirando.

Ana apretó los labios para no soltar una risa inoportuna. Él no sólo no respiraba, tampoco se movía mientras el pequeño ualabí, un marsupial de apenas un metro de altura, se acercaba a ellos con cautela. Sus pequeños y tiernos ojos oscuros miraban la mano extendida del jefe Cho, y también lo miraba a él, quizás preguntándose por qué el humano parecía más estatua que humano.

-Si lo ve tenso, no se acercará.-murmuró Ana con voz apenas audible. El jefe Cho se acuclilló para no quedar a una altura tan intimidante para el animalito, que avanzó otro paso, más curioso.

-No estoy tenso. Sólo no quiero forzarlo a acercarse.

Ana sólo pudo sonreír con ternura y se acercó más al jefe Cho hasta quedar hombro con hombro, notó que él se tensionó al instante por la cercanía, eso lo hizo verlo con curiosidad.

-¿Está bien, jefe Cho?

Él no quería decir que el dulce aroma de Ana invadió todos sus sentidos, así que contestó:

-Umjum. Muy bien. Ooh, ohh.-añadió, susurrando y conteniendo la emoción-se está acercando.

El pequeño ualabí olfateó la mano extendida del jefe Cho, y tomó un bocado de la comida que ofrecía. Ana también extendió una mano, el ualabí tomó otro bocado antes de despedirse con lo que pareció una reverencia... pero en realidad se estaba preparando para alejarse brincando.

-Bien hecho, jefe Cho.-Ana le dio un amistoso golpecito en el hombro-los canguros serán más fáciles.

-¿Tú crees?

-Sí, si no lo ven tan tenso.

-¡Que no estoy tenso!

Ana ya no contuvo la risita y se enderezó, igual que Sang-Tae, y no pudo evitar seguir molestándolo.

-Lo está, pero sé qué puede ayudarlo.

Sang-Tae olvidó cómo respirar, Ana se inclinó hacia él con esa sonrisa divertida y luminosa que atontaría al hombre más sensato.

Y si se combinaba esa sonrisa con el roce de sus pechos en el brazo, definitivamente el hombre en cuestión no sólo quedaría atontado, quedaría mudo y petrificado.

-¿Qu... qué me ayudaría?

-Abrazar a un koala.-su sonrisa resplandeció más, al punto de dejarlo ciego.

Ella lo abrazó por el brazo, por lo que el contacto de sus pechos fue más directo, y tiró de él hacia la zona de los koalas.

<<Piensa en los koalas. Piensa en los koalas. Piensa en los koaaalaaas.>>

Lograron abrazar un koala cada uno y sacarse una foto con ellos antes de abordar el tren que los llevaría al otro extremo del santuario, con más hábitats y actividades para realizar.

Bajaron en la estación de los canguros y siguieron al guía, quien les brindaba más datos curiosos del santuario y del cuidado de los animales.

-Después de ver a los canguros, podemos rodear la zona para llegar al área de descanso.

Sang-Tae miró el mapa interactivo y los lugares que Ana señalaba en su celular.

-¿Esos son capybaras?

-Sip.

-Están muy lejos...

-No tanto... tendríamos que pasar por la zona del Emú y el murciélago.

Una luna de miel con mi jefe┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora