Capítulo 20

130 8 4
                                    

Mientras Sang-Tae besaba a Ana, el mundo a su alrededor seguía girando, pero para él era como si se hubiera detenido, y quería guardar ese momento para el resto de sus días... ese momento en el que ella prácticamente se derretía en sus brazos, y no le estaba dando tiempo a su mente para rechazarlo.

Ana emitió un débil sonido de sorpresa cuando por fin fue más allá del simple contacto de labios, le costó toda su fuerza de voluntad no devorarla... pero cuando sus lenguas se encontraron en un tímido y luego cálido baile seductor, supo que no había vuelta atrás. Estaba sellando el destino de ambos con ese beso.

-Ay.

Sang-Tae se apartó, el sonido podría haberse interpretado como un gemido de placer... pero no estaba tan fuera de sí como para no distinguir que fue un quejido.

-¿Estás bien?

Ana respiraba de manera superficial, esbozó una leve y tímida sonrisa que casi lo hizo gruñir, se veía demasiado tierna... demasiado apetecible...

-Eh... sí, es que... me apretó el hombro, y me arde un poco por la quemadura...-murmuró, sin poder mantener el contacto visual.

Sang-Tae tuvo que contener otro gruñido, no por el deseo, sino por la frustración. Se perdió tanto en el beso que no tuvo en cuenta que su gran y torpe mano tocó la zona de la quemadura, ahora que se detuvo a verla con más detenimiento, notó que tanto el cuello como los hombros estaban enrojecidos y tibios al tacto.

-Lo siento. No quería lastimarte.

Ella se apresuró a negar con la cabeza, alarmada por su aflicción.

-No, no, tranquilo, no fue para tanto... quizás mi piel está demasiado sensible... ¿Eh?

Ana olvidó cómo respirar, y también cómo pensar con claridad, ya que él comenzó a depositar tiernos y casi imperceptibles besos a lo largo de su cuello hasta la clavícula.

-Je... jefe Cho...

-Lo siento.-beso-fui muy torpe-beso-no debes ser tratada con torpeza...

¿Por qué unos simples pero tiernos besos amenazaban la estabilidad de sus rodillas?Ana inspiró por la nariz para tranquilizarse, aunque no sirvió de mucho, el jefe Cho tuvo que apartar la tira del vestido para continuar el camino de los besos hasta el hombro.

-Uhmm... espero que esas cremas que te dio Alex sean tan efectivas como dice. Aunque sea el proceso natural... no me gustaría que te salieran ampollas, pueden ser muy dolorosas.

Ana no estaba pensando en eso precisamente... ¿Quién podía pensar en ampollas cuando unos labios cálidos y suaves paseaban por puntos sensibles?

-Debí poner la crema post-solar por aquí también.-dijo, apartándose sólo unos centímetros para contemplar el pecho de Ana con ojo clínico-la zona más problemática era la espalda, por supuesto, pero el sol te pegó por aquí también...

Ella sabía que tenía la marca de la tira del bikini del hombro al pecho, y eso era lo que él veía con ojo clínico, como si evaluara el daño potencial.

Su corazón sufriría un daño a largo plazo si él no hacía algo, que dejara de verle el pecho sería una buena opción... o eso decía su lado más frío y racional. El lado más pecaminoso estaba suplicando que él hiciera algo, no importaba si era un beso o una caricia. O ambas cosas.

Optó por los besos, y empezó por el esternón, el escote del vestido era discreto, tuvo deslizarlo hacia abajo para descubrir más piel de la cima del pecho... los oídos de Ana empezaron a zumbar ¿En serio estaba permitiendo esto? es verdad que mandó el lado racional por la ventana cuando dejó que la besara apasionadamente momentos atrás... pero esto era demasiado intenso. No estaba segura si su corazón resistiría tal intensidad...

Una luna de miel con mi jefe┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora