Capítulo 17

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Ana era totalmente ajena a la lucha interna de su jefe, tenía el cerebro como algodón, arrastraba las palabras y estaba medio desnuda ante un hombre en una habitación del otro lado del mundo.

Pero ese hombre era el jefe Cho, y era el único con un par de manos disponibles que podía ayudarla a aliviar el ardor que le quemaba los hombros y espalda.

-Eh... ahí, en la cam... digo, en el sofá. Mejor el sofá.

Ella arrastró los pies y dejó caer todo su peso en el sofá, apenas podía hilar dos pensamientos coherentes, también le ardía la cabeza ¿Cómo pudo empeorar de un momento a otro sólo por jugar en la playa?

-Esta es la crema.-le tendió el tubito por encima del hombro, sin voltearse para verlo.

-¿Es una crema post-solar?-cuestionó, podía visualizar que giraba el tubo entre sus dedos para leer el contenido.

-Sí... tiene efecto frío. Estuve bajo el agua fría como cinco minutos... supongo que esto funcionará mejor. Me arde mucho.-se quejó, no pudo reprimirlo, no se consideraba una mujer quejosa... pero quería dejar de ser fuerte, por lo menos por ese día.

-Tr... tranquila. Si se inclina un poco hacia delante... eso es...

-¿Necesita que descubra un poco más la espalda? también me molesta un poco más abajo de los omóplatos.

No esperó una respuesta, simplemente deslizó la bata más hacia abajo y amontonó la tela para cubrirse los pechos, podía estar en una especie de estado febril, pero conservaba un poco de decencia.

¿Escuchó mal o el jefe Cho dejó de respirar? de hecho, apenas se movía, ¿Su espalda se veía tan mal? ¿Ya le habían salido ampollas?

-¿Jefe Cho?

La caricia de sus dedos justo por debajo del omóplato fue igual de ligero que el roce de una pluma, aún así respingó, por eso no se puso corpiño, el roce de cualquier tela era muy molesto.

-Está roja, no rosada, roja. -repitió-Esto puede ser grave, Ana, necesitamos ir al hospital.

Se enderezó y giró para verlo con ojos suplicantes.

-No, hospital no. Sólo es una ligera quemadura solar...

-¿¡Ligera!?

-Bueno, quizás no tan ligera, pero el tratamiento es simple. No necesito ir al hospital...

-Necesita analgésicos.

-Con los de venta libre bastará, por favor, jefe Cho... ¿No puede ayudarme con la crema? si pudiera sola ya lo habría hecho... por favor...

Tuvo que utilizar el recurso de ojos de perrito mojado, así de desesperada estaba, vio un tic en el ojo de su jefe... uno diferente al que hacía cuando estaba incómodo, este surgía cuando luchaba por decidirse.

-Bien. Recuéstese.

Su pedido no fue gentil, más bien un poco impaciente, pero Ana estaba tan feliz y aliviada que no le importó, se recostó y se quedó boca arriba con la espalda descubierta hasta la cintura.

El contenido del tubito cayó en su hombro izquierdo, no pudo evitar respingar otra vez, el jefe Cho murmuró palabras para tranquilizarla... y lo siguiente que supo es que estaba esparciendo la crema con los dedos, un vaivén suave, sumamente delicado, tanto que quería llorar.

-¿Mejor?

Ana sólo fue capaz de murmurar incoherencias y suspirar por el alivio, el efecto frío de la crema actuó de inmediato en su piel ardiente... y fue como probar un poco de paraíso.

Una luna de miel con mi jefe┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora