La cabeza de Ana se balanceaba como un péndulo, mientras colgaba del hombro del jefe Cho como una bolsa de papas. Eso combinado con el miedo y su reciente desayuno no era precisamente bueno para su estómago inquieto.
-¿Está bien, Ana?
¿Se había quejado en voz alta? lo cierto es que no podía escuchar nada más que toda la sangre fluyendo a su cabeza.
-Sí... si deja de balancearse, se lo agradecería mucho.
-Oh, lo siento.-el agarre del antebrazo del jefe Cho en la parte trasera de sus rodillas se aferró un poco más.-ya fueron a buscar al gerente, quien supongo que llamará a los bomberos, se necesita un equipo especial para atrapar a esa cosa.
Ana quería darle la razón, levantó un poco la cabeza, todavía con el estómago revuelto... pero un poco menos asustada por el recuerdo de la araña mutante. La asaltó otro recuerdo... o más bien el reconocimiento de que estaba en el hombro del jefe Cho sólo con una toalla cubriendo su desnudez.
Sang-Tae escuchó una especie de sonido estrangulado, venía de Ana, su cuerpo se balanceó y trató de llevar las manos hacia atrás, sólo entonces comprendió que trataba de cubrir su parte trasera parcialmente cubierta por la toalla.
Él por poco soltó el mismo sonido, se contuvo a tiempo y la cubrió con la mano que tenía libre, no se veía nada, la toalla la cubría unos cinco dedos por debajo de las nalgas... unas bastantes redondas, bonitas, en la humilde opinión de Sang-Tae, y no fue el único que opinaba eso, el empleado que quedó en el pasillo la estaba mirando muy fijo, él le mostró los dientes y le faltó poco para sisear ¿¡Cómo tenía el descaro de ver la semi desnudez de su secretaria!?
-¿Pu... puede bajarme, jefe Cho? creo que ya pasó el peligro.
Aferró un poco más el brazo que la rodeaba por detrás de las rodillas, un dulce aroma a piel limpia, con toques de jabón de vainilla y coco asaltó sus fosas nasales.
-De ninguna manera. No hasta que traigan a los bomberos o a la guardia nacional.
El cuerpo de Ana vibró con una risita incrédula.
-¿Guardia Nacional? tendremos suerte si llaman a los bomberos.
-¡Señorita Torres, señor Cho! ¿Están bien?
El gerente Robbie Walts notó que la tensión abandonó el cuerpo de ambos por unos segundos, aunque el señor Cho cubrió un poco más con el brazo la parte trasera de ella, gesto que le pareció sobreprotector y tierno.
-¿Cómo vamos a estar bien si tienen a una bestia de ocho patas largas y peludas asustando a los huéspedes?-protestó Sang-Tae.
-¿Ocho patas largas y peludas?
-¡Sí! ¡Cada una medía como dos metros!
-¡Y salta todavía más alto!-chilló Ana, que tuvo que contornearse para poder ver a Robbie-casi mata a mi jefe ¡Debe hacer algo!
-¡Es una amenaza para la salud pública!
No sabía cuál de los dos tenía los ojos más abiertos por el espanto, le costó todos sus años de entrenamiento como gerente para no sonreír de manera inoportuna.
De todas las catástrofes que imaginó que podría enfrentarse esa mañana, un par de aracnofóbicos estaba en lo último de la lista.
-Los bomberos ya están camino, pero antes de eso, ingresaré para comprobar algo...
-¿Está loco?-chilló ella.
-¿¡Es que no valora su vida!? ¡Le dije que las patas de esa cosa miden como dos metros!
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Una luna de miel con mi jefe┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓN
RomanceHay ciertos temores que pueden tener las novias en su día de bodas, y para Ana el peor se ha vuelto realidad: su novio la ha dejado plantada en el altar con un salón lleno de murmullos y cotilleos. Para su sorpresa, apareció en su rescate su jefe, C...