Capítulo 36

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Riku se quedó quieto por unos instantes, hasta que, finalmente, me abrazó de vuelta. Aspiré su aroma a pino y mar, y todo pareció desaparecer a nuestro alrededor. Alcé la cabeza tras unos pocos segundos, mirando los ojos ambarinos del vampiro, que ya eran más de un tono ocre. El efecto de mi sangre en su organismo se estaba pasando lentamente.

Una sonrisa de medio lado afloró en su rostro a la vez que su mano derecha cubría mi mejilla. Subí mi mano hasta la suya y me apreté contra ella sin dejar de mirarle a los ojos, causando que una pequeña risa escapase de sus labios.

—Vayamos a casa —propuso antes de darme un pequeño y casto beso.

Riku fue el primero en dar un paso atrás, aunque justo después de eso pasó su brazo por mi cintura y me atrajo hasta él, yendo así hasta que llegamos junto a la moto.

Como siempre, Riku me ayudó a ponerme el casco y a subir al vehículo, subiendo él después. Rodeé su cintura con mis brazos y me pegué a su cuerpo. La primera vez que me subí a ese trasto estaba asustadísima ya que jamás había ido en moto antes, pero ahora se me hacía lo más natural del mundo, además de que, al contrario de la primera vez, me sentía completamente segura con Riku al volante.

Me sorprendí cuando vi que el vampiro se saltaba la salida que solíamos tomar para ir a la finca, aunque en lugar de preguntarle adónde nos llevaba, simplemente me quedé en silencio y esperé.

El vampiro siguió un camino asfaltado que iba cuesta abajo, volviéndose la misma un poco más pronunciada a medida que íbamos bajando. Finalmente, y al mismo tiempo en que el cielo se teñía de un precioso tono naranja a causa del atardecer, llegamos hasta una pequeña playa.

No era más que un pequeño recodo de arena y mar, pero igualmente era muy bonita. El agua estaba limpísima y se movía perezosamente, yendo y viniendo con calma, dejando una leve espuma en la superficie de arena que convergía con ella.

Me quedé sin palabras ante lo que mis ojos veían, y no pude resistirme a quitarme los zapatos y salir corriendo hasta el agua, ignorando por completo la leve molestia que me atenazaba la pierna.

Sentía la mirada de Riku clavada en mi persona a mis espaldas. No le veía la cara, pero estaba segura de que sonreía, tal y como aquella vez que me puse eufórica al estar bajo la lluvia por primera vez.

Esa noche lo cambió absolutamente todo, mi vida, mi destino, todo. Fue decisiva y clave, un acontecimiento que seguramente estaba escrito desde el momento de mi nacimiento. El destino era implacable, y no se podía cambiar.

Tras unos breves instantes sentí a Riku a mi lado. Aún llevaba mi capa puesta, y aunque esta me daba algo de calor, el mar, fresco en mis pies, lograba equilibrar mi temperatura corporal.

—Este sitio es precioso —comenté, me sentía dentro de algún tipo de cuento de hadas. Aunque, si te parabas a pensarlo, todos vivíamos en uno, solo que no tan ideal y perfecto como solían pintarlo antaño.

—Sabía que te iba a gustar —comentó él. Le miré fugazmente y ahí estaba esa sonrisa de medio lado.

—¿Cuántos más ases tienes escondidos bajo la manga?

—Creo que ya no me quedan demasiados —rio.

—Entonces espero que sepas jugarlos bien.

—Siempre he sido un buen jugador, Ellia. ¿Acaso no te has dado cuenta ya de ello? —Dijo él acercándose a mi, abrazándome por la cintura y pegándome a su cuerpo, manteniendo su mirada en la mía durante todo el proceso.

—Pues claro que sí —respondí.

Estuvimos un par de horas en la playa, alternando entre el agua y la arena. Al principio Riku tenia miedo de que el agua salada empeorase la herida, pero tras un rato simplemente me dejó hacer lo que quisiera. Dudaba mucho de que el agua de mar pudiera llegar a ser problemática, la verdad.

La oscuridad de la noche nos rodeaba para cuando nos sentamos por última vez en la arena, mi capa extendida bajo nosotros para que la arena no se pegara demasiado a nuestros cuerpos.

Nos habíamos quedado en ropa interior casi sin darnos cuenta, pero si era sincera no me importaba ni me daba vergüenza estar así junto a Riku. Le había visto sin camiseta muchas veces, mientras entrenaba y también por las mañanas, cuando solo usaba unos pantalones cortos deportivos para estar por casa.

Por mi parte, bueno, me había acostumbrado a llevar pantalones cortos y camisetas de tirantes que dejaban poco a la imaginación para estar por casa. Alguna vez había pillado a Riku mirándome, pero no era algo que me molestase.

—Tendremos tiempo hasta que demos con el laboratorio y tracemos un plan —hablé mirando a la luna.

—Los humanos que rescatamos irán a las colonias mientras investigamos —replicó él.

—¿Y si no vuelven? ¿Y si Los Doce capturan a los nuestros mientras vuelven a la finca? —El mero pensamiento de que eso ocurriese me ponía los pelos de punta y me horrorizaba al mismo tiempo.

—Volverán, siempre lo hacen —se encogió de hombros. Giré la cabeza y le miré a los ojos.

—¿Y si no fuera el caso? ¿Qué haríamos?

—Axel, Roxas y Ventus sabrán salir del paso. No te preocupes por eso —negó con la cabeza.

—¿Y si no?

—Ellia, basta —espetó —. No te agobies por eso, en serio. Todos tenemos nuestros recursos para seguir adelante y sobrevivir. Nosotros lo hicimos la noche del Festival, así como ellos lo harán si les cazan —zanjó.

—Tengo miedo de que algo pase, Riku... —admití —. Siento que todo esto es en parte culpa mía, y no quiero que nadie salga herido por ello.

—Yo soy quien toma las decisiones y dicta los movimientos de la resistencia, Ellia. Tu no tienes nada que ver. Hemos llevado humanos a las colonias antes, y siempre hemos vuelto —explicó.

—Aqua y Terra dijeron que casi capturan a Ventus la última vez... —susurré.

—Son cosas que pueden llegar a pasar, y nosotros somos conscientes de ello —respondió.

—Ya... —claudiqué, bajando la cabeza. —¿Sabes? Siempre quise ver el mar. Había oído hablar de él, pero nunca llegué a verlo, mucho menos meterme en él.

Riku me miraba atento y sonriente para cuando alcé la cabeza, enternecido por mi actitud.

—Te debo tanto... —susurré, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas.

—No digas eso. Lo hice porque quise, porque merecías una vida mejor que esa. No me debes nada, ningún humano lo hace —me tranquilizó, posando su mano en mi mejilla y acercándose un poco a mí.

—Eres maravilloso —halagué, alzando un poco la cabeza, nuestros labios a escasos centímetros de los del otro.

—Y tú un milagro, pajarita.

Reí sobre sus labios al escucharle decir aquello. Le quería, le quería muchísimo. A veces pensaba en el tema, llegando en ocasiones a la conclusión de que quizá solo sentía todo ese afecto y amor por Riku porque él había sido la primera persona de fuera de mi entorno en demostrarme algo de cariño, y, si era sincera, no me gustaba nada llegar a esa conclusión.

Yo le quería por cómo era y por todo lo que hacía para que yo fuera feliz, y no porque simplemente me hubiese dado un poco de cariño y ya.

—¿Ellia? —Su voz me arrancó del infinito hilo de mis pensamientos, sería imposible que me llegara a acostumbrar a la manera en la que mi nombre salía siempre de sus labios, como si danzara en su boca en pos de atraerme y seducirme.

—Dime, perdona —hablé, sintiendo un leve sonrojo teñir mis mejillas.

Riku rio y acto seguido me besó dulcemente, despacio y con mucho cariño.

—Eres tan tierna cuando haces eso —susurró una vez que nos separamos.

—Que encuentro más enternecedor —la voz masculina que se escuchó a nuestras espaldas me dejó helada. 

The Secret Of The Elf Blood {Riku from Kingdom Hearts}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora