Tener a una persona así de iracunda era sin duda una ventaja y un peligro a partes iguales. Cuando alguien se encontraba en ese estado era capaz de hacer cualquier cosa, ya que no se paraba a pensar en las consecuencias. Observé a Ellia y pude ver la clara personificación del enfado, el dolor, el resentimiento y la rabia, todo en uno. Me costaría hacerla entrar en razón, pero no podía dejar que la idea de raptar y torturar a Xaldin hasta la muerte se quedase en su mente.
—Escucha, Ellia, una cosa es salvar chicas, aguarles el Festival a Los Doce o desmantelar una de sus instalaciones, y otra muy distinta raptar a uno de ellos, especialmente al que puede inhibir los dones de los demás —le dije —. Sé que el asesinato de Mary es una herida que aún tienes abierta, pero tienes que escucharme y pensar fríamente las cosas —aconsejé.
—No hables como Roxas ayer, por favor —me dijo.
—Te estoy diciendo la verdad, Ellia —repliqué —. Si dejas que el dolor y la rabia te consuman terminarás siendo impulsiva e imprudente. De verdad, sé que estás muy dolida y rabiosa por lo que pasó, pero no puedes dejarte llevar por esos sentimientos. Te lo digo desde la experiencia —la chica me observó por unos instantes, hasta que finalmente agachó la cabeza y continuó con su desayuno.
—Ella era mi madre... —susurró con la voz rota.
Sabía que estaba intentando no romperse con todas sus fuerzas, pero Ellia no pudo aguantar más. La abracé tan pronto como rompió a llorar. Fue entonces que entendí que la chica tapaba su dolor con la violencia. Escogía devolver el daño a todo aquel que se lo había hecho a ella, y todo con tal de no seguir sufriendo.
Si seguía razonando de esa forma, Ellia terminaría adquiriendo el don de la oscuridad, el mismo que yo tenía, y no quería eso para ella bajo ningún concepto.
Desde luego, sería un proceso de sanación largo y complicado, pero no perdería la esperanza. Ellia tenía salvación, al igual que yo la tuve en su día.
Después de aquello fuimos hasta el gimnasio y la chica se quedó sentada en un banco mientras que yo me desquitaba con el saco de boxeo. Sentía su intensa mirada clavada en mí, siguiendo cada uno de los brutales y rápidos golpes que le propinaba al saco.
Menos mal que Aqua le lanzó aquel hechizo al saco, de no haber sido así llevaría roto muchísimos años.
Durante el entrenamiento barajé las opciones que tenía para conducir a Ellia por el buen camino, y aunque no llegué a una conclusión clara, sí que pude medio trazar un plan: la llevaría a conocer a unos viejos amigos.
Al día siguiente, preparé el desayuno y le dije que se vistiera. Ellia me preguntó que adónde iríamos, pero no respondí a su pregunta.
Si mi palabra acerca de que la venganza impulsiva no era una buena opción no era suficiente, haría que conociese a gente a la que esa decisión les costó cara.
Salimos de la finca en la moto y conduje hasta la vieja iglesia, teletransportándonos hasta las entrañas del Bosque Profundo, un territorio en el centro del Gran Continente que Los Doce no terminaban de controlar del todo. Sí, Marluxia era el encargado de gobernar esa región, pero a Los Doce no les interesaba una confrontación directa con las bestias que moraban esos lares.
Durante mi tiempo de transición tras la muerte de Naminé barajé la idea de venir aquí y quedarme, pero luego mi orgullo me condujo a reconsiderar mi decisión, llegando a la conclusión de no dejar que Los Doce me exiliasen.
—¿Dónde estamos? —La voz de Ellia sonó algo dudosa tras echar un vistazo a nuestro alrededor.
—En el Bosque Profundo —respondí —. Ponte la capucha y sígueme en silencio, cuando lleguemos a nuestro destino entenderás todo —Ellia me examinó por unos segundos y luego se subió la capucha negra de su túnica.
Me aseguré de que mi capucha estuviera bien calada y agarré su mano, tirando de ella. Presté atención a cómo caminaba, y sonreí al darme cuenta de que, pese a la herida de su pierna, Ellia no cojeaba demasiado.
Tras unos diez minutos andando llegamos a nuestro destino: una pequeña cueva escondida junto a un pequeño arrollo. Me quedé en la puerta y lancé mi conciencia hasta el interior de la gruta, despertando a sus moradores.
Un aura hostil y violenta comenzó a emanar de la boca de la cueva, aunque tras unos segundos se desvaneció. Mis viejos amigos me habían reconocido.
Al cabo de un par de minutos dos pares de ojos azul hielo brillaron en la oscuridad.
—¡Riku! ¡Ya te dábamos por muerto! ¿Dónde te habías metido? —Habló la conocida voz de Dante. —¡Pasad, vamos!
Le di un pequeño apretón a Ellia al notar su inseguridad, haciéndole saber que todo iría bien, y que los seres que estaba a punto de ver no le harían nada.
Avanzamos por la oscuridad de la cueva, siguiendo a las grandes figuras que caminaban por delante de nosotros. Finalmente llegamos a un salón con decoración rústica y pudimos ver por fin a nuestros anfitriones con claridad:
Dos demonios a medio transformar, uno rojo y el otro azul celeste. Eran gemelos de cabellos blancos y ojos azules, con cuerpos grandes y cubiertos de escamas grises, fluyendo entre ellas la energía demoníaca del color de cada uno.
Dante, el demonio rojo, tenía dos cuernos puntiagudos saliendo de lo alto de su cabeza, así como dos de sus cuatro alas a la vista, por las que la energía roja fluía como lava fundida. Sus brazos terminaban en afiladas garras negras, y un aura roja le rodeaba.
Por otro lado, Vergil, el demonio celeste, presentaba dos cuernos a los lados de su cabeza, similares a un casco de samurái, y, al igual que su gemelo, dos de sus cuatro alas estaban a la vista, con energía azul celeste fluyendo por ellas. Sus brazos también terminaban en afiladas garras, y, a diferencia de Dante, Vergil tenía una larga cola escamada que terminaba en un puntiagudo aguijón.
—Ellia, ellos son Dante y Vergil, unos viejos amigos —presenté, dirigiendo los gemelos sus miradas hasta la joven de inmediato, que recién se había quitado la capucha.
—Encantada —asintió ella, sonriente.
—¿Es tu chica? Te has hecho muy mayor, Riku —Dante fingió limpiarse una lágrima de su mejilla, haciéndome reír un poco.
—Así es, ya veis que he rehecho mi vida —expliqué mientras tomábamos asiento en uno de los sofás del lugar.
—Estás armando un buen revuelo con tu gente, ¿no es así? —La voz de Vergil se hizo presente por fin, era alguien de pocas palabras. Asentí con la cabeza.
—Es la chica de Xaldin, ¿verdad? La que desapareció —Inquirió el demonio rojo. Vivían en medio del Bosque Profundo, pero eso no significaba que estuvieran aislados del mundo.
—La arranqué de sus garras justo a tiempo —respondí. Si hubiera esperado unos pocos meses más, quizá Ellia habría estado embarazada y todo se habría complicado de sobremanera.
—Definitivamente, eres todo un antisistema —halagó Dante —. Yo no habría tenido las pelotas de meterme en un sitio con doce cazadores.
—No mientas, todos sabemos que estás como una cabra y que eres capaz de eso y más —replicó Vergil.
—Bueno, he de admitir que no salí airoso del atolladero —señalé mis ojos, si no recordaba mal, la última vez que estuve con los gemelos mis ojos estaban casi del mismo color que siempre.
—Ni tu ni yo —rio Ellia, sacando la pierna de entre los pliegues de la capa, mostrando el vendaje que había a la altura de su espinilla.
—¿Metiste a una humana a pelearse con cazadores del Festival para salvar más humanos? Sin duda apuntas alto, chaval —comentó Dante, haciéndome reír. Que nadie notase la verdadera naturaleza de Ellia en primera instancia era una gran ventaja.
—No es humana. No del todo. Estáis a punto de presenciar un milagro, amigos míos —repliqué yo, llevando mi mirada hasta la fémina —. Enséñaselas.
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The Secret Of The Elf Blood {Riku from Kingdom Hearts}
FantasíaUna decisión lo puede cambiar todo. Todo cambió el día en el que los vampiros se alzaron como soberanos de nuestro reino. Los humanos se vieron envueltos en una guerra que no era suya, una guerra en la que elfos, demonios, vampiros, sirenas y demá...