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Solo disponemos de media hora en el gimnasio. Mientras me pongo la ropa de deporte, pienso en lo que ha ocurrido en el despacho de Cowell. La señora Peterson nos ha culpado de lo sucedido tanto a Zayn como a mí. Zayn Malik está echando a perder mi último curso nada más empezar.

Mientras me subo los shorts de gimnasia, el sonido de unos tacones me advierte de que no estoy sola en los vestuarios. Me cubro el pecho con la camiseta y veo aparecer a Gigi Hadid. ¡Ay, madre!

- Debe de ser mi día de suerte -dice, mirándome fijamente como un puma dispuesto a atacar. Aunque los pumas no tienen el pelo moreno, liso y largo... sí que tienen garras. Y las garras de Gigi están pintadas de color rojo.

Se acerca a mí.

Siento el impulso de dar un paso atrás. En realidad, lo que me gustaría es echar a correr. Pero no lo hago, básicamente porque creo que me seguiría de todos modos.

- ¿Sabes? -añade, con una sonrisa malvada-. Siempre me he preguntado de qué color sería el sujetador de __________ Ellis. Rosa. Te va que ni pintado. Apuesto a que te ha costado tanta pasta como lo que te cobraron por teñirte el pelo.

- No has venido aquí para hablar de sujetadores y tintes, Gigi - respondo mientras me meto la camiseta por la cabeza. Trago saliva con fuerza antes de añadir-: Sino para pegarme.

- Cuando una lagartona se insinúa a mi hombre, me sale mi lado territorial.


- No estoy interesada en tu hombre, Gigi. Ya tengo uno.

- Venga ya. Las chicas como tú quieren que todos los tíos pierdan la cabeza por ellas, así pueden disponer de ellos cuando les apetezca -añade, cada vez más furiosa. Estoy metida en un buen lío-. He oído que vas criticándome por ahí. Crees que lo eres todo, señorita Engreída. Veamos qué cara se te queda cuando te deje el labio partido y el ojo morado. ¿Vendrás al instituto con una bolsa de basura sobre la cabeza? ¿O te quedarás encerrada en tu enorme casa y no saldrás nunca?

No aparto la vista de ella mientras sigue acercándose. La miro fijamente. Gigi tiene claro que para mí la imagen que doy lo es todo, y a ella le da igual que la expulsen... o que la echen definitivamente.

- ¡Contéstame! -grita, y me da un empujón en el hombro, que acaba impactando contra la taquilla que está situada a mi espalda.

Creo que no la estaba escuchando porque no tengo ni idea de qué he de responder. Si regreso a casa amoratada o con señales de haber estado en una pelea, las consecuencias serán desastrosas. Mi madre se pondrá hecha una furia y me echará las culpas por no haber evitado que ocurriera. Espero que eso no le haga empezar otra vez con lo de ingresar a Shelley en algún centro. Cuando hay algo de tensión en casa, mis padres siempre hablan de mandar a Shelley a algún sitio. Como si, por arte de magia, todos los problemas de los Ellis fueran a desvanecerse en cuanto Shelley desapareciera.

- ¿No crees que el entrenador Bautista vendrá a buscarme? (No es que me guste Mario Bautista, así aparece en el libro original, sigamos) ¿Quieres que te expulsen? -pregunto pese a saber que son razones de poco peso. Sin embargo, intento ganar algo de tiempo.

- Me importa una mierda que me expulsen -dice entre risitas.

No parece haber funcionado, aunque merecía la pena intentarlo.


En lugar de encogerme de miedo junto a la taquilla, me enderezo. Gigi intenta empujarme otra vez por el hombro, pero esta vez me las apaño para apartarle el brazo de un manotazo.

Estoy a punto de enzarzarme en mi primera pelea. Una pelea en la que seguramente saldré perdiendo. El corazón me late con fuerza, como si fuera a salirme del pecho. Me he pasado toda la vida intentando evitar situaciones como esta, pero esta vez no tengo elección. Me pregunto si puedo disparar la alarma de incendios para librarme de ella, como he visto alguna vez en el cine. Pero, por supuesto, no veo ninguna de esas cajitas rojas cerca. - Gigi, déjala en paz.

Ambas nos volvemos hacia el sonido de una voz de chica. Es Isabel. Una

«no amiga». Pero una no amiga que acaba de evitar que me partan la cara.

- Isa, no te metas en mis asuntos -gruñe Gigi. Isabel se acerca a nosotras. Lleva el pelo recogido en una alta cola de caballo que se balancea a medida que camina. - No le pongas la mano encima, Gigi. -

¿Por qué no? -pregunta ella-. ¿Acaso crees que serás su amiga del alma ahora que están juntas en esa estupidez de las animadoras?

Isa apoya firmemente las manos en las caderas.

- Estás perdida por Zayn, Gigi. Esa es la razón por la que te comportas como una demente.

Al escuchar el nombre de Zayn, Gigi se pone rígida.

- Cállate, Isa. No tienes ni idea.

Ella dirige toda su rabia contra Isabel y se pone a chillarle como una loca. Isabel no se siente intimidada, se ha plantado delante de ella y también le está gritando. Isabel es bajita y puede que pese menos que yo, por eso me sorprende que se enfrente a Gigi. Sin embargo, parece que sabe defenderse. Es obvio que sus palabras hacen retroceder a su contrincante.

El entrenador Bautista aparece detrás de Gigi.

- ¿Están dando una fiesta y no han invitado al resto de la clase?

- Estamos charlando un poco -dice Gigi, sin sobresaltarse en absoluto y actuando como si fuéramos tres amigas pasando el rato.

- Bueno, pues les sugiero que charlen después de clase. Señoritas Ellis y Ávila, unanse al resto de sus compañeros en el gimnasio. Señorita Hadid, vaya donde se suponga que debería estar a esta hora.

Gigi me señala con su uña pintada de rojo.

- Nos veremos después -me advierte, y sale de los vestuarios después de que Isabel se haga a un lado.

- Gracias -le digo en voz baja a Isabel.

Ella me responde con un asentimiento de cabeza.

Química Perfecta (Zayn y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora