Zayn
Llevo una semana aquí, y estoy harto de las enfermeras, los médicos, las agujas, las pruebas... y, sobre todo, de las batas de hospital. Creo que cuanto más tiempo paso aquí, más gruñón me vuelvo. Vale, puede que no hubiera debido gritarle así a la enfermera que me ha quitado la sonda. Ha sido su animada disposición la que me ha sacado de quicio.
No quiero ver a nadie. No quiero hablar con nadie. Cuanta menos gente se meta en mi vida, mejor. He apartado a __________ de mi vida y me dolió mucho tener que hacerle daño. Pero no tuve otra elección. Cuanto más cerca está de mí, más peligro corre. No podría soportar que le ocurriera lo mismo que a Louis...
«Deja de pensar en ella», me digo.
La gente que me importa muere, así de simple. Mi padre. Ahora Louis.
He sido un estúpido al pensar que podría tenerlo todo. Cuando oigo que alguien llama a la puerta, le grito:
- ¡Lárgate!
Pero, sea quien sea, vuelve a hacerlo con más insistencia.
- ¡Dejenme en paz de una puta vez!
Cuando se abre la puerta, le lanzo un vaso. No acaba estrellándose contra ningún empleado del hospital sino contra el pecho de la señora P.
- Oh, mierda. Tú no.
La señora P. lleva gafas nuevas, con una montura llena de diamantes falsos.
- Esta no es exactamente la bienvenida que esperaba, Zayn –dice-.
¿Sabes que aún puedo darte una papeleta de castigo por soltar palabrotas?
Me doy la vuelta para no tener que mirarla.
- ¿Has venido para darme papeletas de castigo? Porque si es así, puedes olvidarte de ello. No voy a regresar al instituto. Gracias por la visita. Siento que tengas que marcharte tan pronto.
- No voy a irme a ningún lado hasta que no oigas lo que tengo que decir.
Por favor, no. Cualquier cosa menos tener que escuchar su sermón.
Presiono el botón para avisar a la enfermera.
- ¿Necesitas algo, Zayn? -pregunta una voz a través del altavoz.
- Me están torturando.
- ¿Cómo dices?
La señora P. se acerca y me quita el altavoz de la mano.
- Está bromeando. Lo siento -dice la señora P., dejando después el altavoz sobre la mesita de noche, fuera de mi alcance-. ¿No te suministran pastillitas de la felicidad en este lugar?
- No quiero ser feliz.
La señora P. se inclina hacia delante. El flequillo le roza la parte superior de las gafas.
- Zayn, siento mucho lo que le ocurrió a Louis. No era alumno mío, pero me han dicho que estaban muy unidos.
Miro por la ventana para evitarla. No quiero hablar de Louis. No quiero hablar de nada.
- ¿Por qué ha venido?
Escucho el sonido de una cremallera. Saca algo del bolso.
- Te he traído deberes, para que estés al día cuando vuelvas a clase.
- No voy a volver. Ya se lo he dicho. Lo dejo. No debería sorprenderle, señora P. Soy un pandillero, ¿lo recuerda?