21. Zayn
__________ me llamó. Si no fuera por el trozo de papel desgarrado con su nombre y su número garabateado por mi hermano Niall, nunca habría creído que __________ realmente marcara mi número. De nada ha servido interrogar a Niall porque el niño tiene una memoria de pez y apenas recuerda haber cogido el recado. La única información que tengo es que ella quería que la llamara.
Eso fue ayer por la tarde, antes de que me vomitara sobre los zapatos y se quedara dormida en mis brazos.
Cuando le dije que me mostrara a la verdadera __________, pude ver el miedo reflejado en sus ojos. ¿Pero a qué viene tanto miedo? Mi objetivo es conseguir derribar la pared de «perfección» tras la que se oculta. Sé que hay algo más en ella aparte de unos mechones rubios y un cuerpo de escándalo. Secretos que se llevará la tumba y que se muere por compartir. Es un misterio, y no puedo pensar en otra cosa que no sea resolver el enigma.
Cuando le dije que nos parecíamos, lo decía en serio. En lugar de desvanecerse, la conexión que nos une se está haciendo cada vez más fuerte. Porque cuanto más tiempo paso con ella, más cerca quiero estar.
Siento la necesidad de llamar a __________, tan solo para escuchar su voz, aunque esté llena de veneno. Abro el móvil, tomo asiento en el sofá del salón y grabo su número en la agenda.
- ¿A quién llamas? -me pregunta Louis colándose en mi casa sin llamar siquiera a la puerta. Isa lo acompaña.
- A nadie -digo, cerrando la tapa del teléfono.
- Pues entonces levanta el culo del sofá y vamos a jugar fútbol.
Jugar al fútbol me apetece mucho más que quedarme aquí sentado a pensar sobre __________ y sus secretos, aunque todavía sienta los efectos de la fiesta de anoche. Nos dirigimos al parque donde ya hay un grupo de chicos calentando.
Mario, un compañero de clase a cuyo hermano dispararon desde un coche el año pasado, me da una manotada en la espalda.
- ¿Quieres jugar de portero, Zayn?
- No -replico. Digamos que, tanto en el fútbol como en la vida, me gusta enfrentarme a las cosas como atacante.
- Louis, ¿qué dices tú?
Louis acepta y se coloca en posición, es decir, sentado delante de la línea de gol. Como de costumbre, el vago de mi amigo se queda sentado hasta que la pelota atraviesa la línea del mediocampo.
La mayoría de los chicos que están jugando son del vecindario. Hemos crecido juntos... hemos jugado en este campo desde que éramos críos e incluso nos iniciamos en los Latino Blood al mismo tiempo. Recuerdo el discurso que nos soltó Lucky antes de entrar en el círculo: «una banda es como una segunda familia... Una familia que estará allí si alguna vez les falla la suya». Ofrecían protección y seguridad. Sonaba perfecto para un chico que acababa de perder a su padre.
Con el paso de los años, he aprendido a alejarme de lo más horrible: de las palizas, del tráfico de drogas o de los disparos. Y no me refiero solo a nuestros rivales. Conozco a varios chicos que han intentado dejar la pandilla y que han acabado tan acosados y apaleados por sus propios compañeros que probablemente preferirían estar muertos.
Para ser sincero, me he mantenido al margen porque tengo miedo. Se supone que soy lo suficientemente duro como para haberlo superado, pero en realidad me preocupa mucho.
Nos colocamos en posición en el campo. Imagino que la pelota es el premio gordo. Si consigo mantenerla alejada de cualquier otro y marco un gol, me transformaré por arte de magia en un tipo rico y poderoso y sacaré a mi familia (y a Louis) de este infernal agujero negro en el que vivimos.