ADVERTENCIA

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Esta historia está dirigida a un público mentalmente maduro. Cada parte de esta novela presenta una reflexión prácticamente separada, siendo la segunda la más compleja y difícil, al tratar directamente el terrorismo. Para no dar lugar a dudas quiero que lean la siguiente exposición de este capítulo. Se trata de una reflexión filosófica, por lo que si no os gusta podéis pasar al siguiente capítulo.

Hornos Y Revolución: Onda Brödugnar es como un campo, que, si bien al lector le puede parecer más o menos bello, y entiendo que será una estepa mustia pues es el primer libro que he escrito, su interés reside en las ideas que, como yacimientos arqueológicos, están enterrados en él y que el lector deberá escarbar para poder apreciarlas.

Ahora bien, por lo que mencioné relativo a la segunda parte considero que lo mejor es mostrar transparentemente la filosofía de la justicia que se expone en la segunda parte y explicar los dos tipos de injusticias que existen:

El primer tipo son las injusticias por colisión de dos sistemas de justicia. Esto se ve en los crímenes que comete el DFBSB, el grupo terrorista. Y el segundo son las injusticias absolutas: personas inocentes que reciben un castigo inmerecido e inadvertido. Este segundo tipo se ve repetidas veces a lo largo de la HYROB, un ejemplo de ello podrían ser todas las víctimas de los incendios que atacan Brödtland.

En esta historia todos los personajes son buenos y malos al mismo tiempo, cada uno desde una perspectiva distinta y con una moralidad más o menos marcada, pero aquí no hay un bando bueno y otro malo. Tampoco son grises, porque ello indicaría neutralidad, lo cual no es cierto.

Te puede parecer malo cometer magnicidio, pero no puede parecerte también malo ser impasible ante un genocidio. O, mejor dicho: sí, puedes entender que ambos son moralmente reprobables, pero, servido el dilema, hay que posicionarse, ignorando la maldad de la opción tomada. Somos humanos, necesitamos estar en el bando de los buenos. Y si lo que hacemos está mal debe ser porque la otra opción sea peor.

Dicen que "Tu libertad termina cuando empieza la de los demás", y es cierto, pero hasta el extremo. Cuando ocupas un lugar, es decir, siempre que estés existiendo, estarás obligando al resto de personas a no poder ocupar ese mismo lugar. La comida que comes no puede ser comida por otras personas. Restringes la libertad de otras personas con el hecho de existir, y restringir la libertad de otros es malo. No ser malo sólo es posible cuando nadie puede juzgarte. Para ello tendrías que estar solo y carecer de toda sensación de moralidad, y aún así serías amoral, no bueno.

Por otro lado, podemos entender que la bondad no depende de la libertad sino de la felicidad. Si haces a otra gente feliz eres bueno, y si le impides ser feliz eres malo. Pero esto lleva a dilemas. Se dice que "Quien roba a un ladrón tiene mil años de perdón", ¿Pero acaso no estás privándole de felicidad al ladrón? Es más, puedes ser malo y no saberlo. Mi existencia como persona homosexual cabrea a los fascistas, les priva de la felicidad. Pero ellos también son malos, pues me odian y por tanto me arrebatan la felicidad. Entonces todo el mundo aquí es malo, en mayor o menor medida, pero malo.

Es más,  ¿Es malo impedir que la gente se drogue? Las drogas dan felicidad, por lo tanto los narcotraficantes deben ser unos benditos santos, pero creo que no. Porque hacemos una distinción cultural entre la felicidad honesta y la felicidad deshonesta. Pero entonces ya no se trata de ser feliz, sino de alcanzar una virtud. Pero cualquier intento de construir una justicia basada en la virtud, como es la meritocracia, falla en el instante cero. Una persona que haya nacido en una familia desestructurada no podrá ser tan buena como quien haya nacido en una familia de gente muy dedicada y esforzada. Esto hace que el propio sistema de medida sea injusto, y, por lo tanto, moralmente malo, por lo cual no nos puede servir para medir a las personas buenas.

 La única salida de este bucle es aceptar que no existe un sistema moral, sino varios. Podemos empezar dividiendo el mundo en tradiciones culturales: Occidental, asiático oriental, africano... Pero nos damos cuenta de que dentro de estas divisiones hay también divisiones. Por lo que reduciremos las bolsas morales al tamaño de los países, luego de las regiones, luego de las comunidades socioculturales. Habrá pequeños cambios, pero para poder tener un sistema moral no puede ser posible las contradicciones internas. Luego seguiremos reduciendo el tamaño de estas bolsas al tamaño de las familias, los hogares, y, en último lugar, la persona. En definitiva, que la moralidad depende de uno mismo.

Y claro, siempre trataremos salir ganando, siempre procuraremos ser los buenos, aunque haya que afirmar que todos los demás no lo son. Tiene sentido evolutivamente hablando, pues aquellas personas que no dudaban en hacer aquello que más les conviniese fueron los que pudieron transmitir esa forma de configurar el sistema moral a las siguientes generaciones, aunque de paso hubiese que vivir en sociedades y limitarse, pues un individuo solitario no llega muy lejos.

Así que, en resumen, todo lo que sea bueno para ti es bueno moralmente. Si de paso pones tu vida en riesgo y mueres es para que otra gente pueda sobrevivir, concretamente los que comparten la mayoría de tu sistema moral.

Así que, volviendo al dilema de la segunda parte, magnicidio e impasibilidad son a la vez buenas, según sus propios sistemas morales, y malas para el sistema moral contrario. ¿Quién tiene razón? Quien gane e imponga la mayor parte de su sistema moral. Por ello siempre ganan los buenos.

Dicho esto allá va esta humilde historia iniciada en 2022 en forma de broma, espero que la disfruten leyéndola tanto como yo escribiéndola.

Hornos Y Revolución - Onda BrödugnarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora