30.3. Agonía

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Richard Gray: Hay un grupo de terroristas desarmados en un pueblo no muy lejos de Huvudstad, son prisioneros fugitivos. Toca hacer un poco de justicia. Voy hasta la playa helada. Poco después que yo llega una lancha antihielo para recogerme y traspasar la muralla por mar. Supongo que seremos varios los miembros de la Orb que estamos en Brödtland.

Desembarcamos en las afueras de Bredvid, una ciudad que está tan cerca de Huvudstad que no se sabe cuándo empieza Bredvid y termina Huvudstad. De hecho la muralla acoge a las dos, pero no los arrabales de Bredvid, como sí los de Huvudstad. De allí pude robar un coche para viajar a ese pueblo, Ministrarnas Jaktmark, el cual me cuesta encontrar en el mapa de tan pequeño e irrelevante que es.

Tim: Llegamos al pueblo elegido: Röda Husetgatastan. Para sorpresa de nadie, en un pueblo de 80 habitantes no hay hotel. Así que toca pasar el día en la furgoneta en la cual apenas hay espacio para estar sentados.

Estuvimos esperando. Yo no puedo no pensar en Martin, llevo desde el palacio pensando en él, aunque preferiría no hacerlo.

Delle— ¿Ese no es Tatoxis?

Miramos todos por la ventana. Sin dudar a duda era Tatoxis yendo a un ultramarinos como si no fuese en estos momentos uno de los criminales más buscados en Brödtland.

Aron Melin salió de la furgoneta y fue hacia él, se dan un abrazo, se hablan rápidamente y Aron vuelve con nosotros.

Aron Melin— Primos, la amiga de una hermana de uno de los miembros de un escuadrón es amiga de la familia y les está dando alojo en su casa, que podemos ir.

Olë Sanström— Pues vamos para allá.

Yo— ¿Y si es una trampa?

Olë Sanström—Pues nos habrán capturado. Vámonos, que la furgo me aburre.

Irremediablemente fuimos, yo me guardé la pistola en el interior del abrigo.

La casa es demasiado pequeña para tanta gente. Todos nos saludamos efusivamente entre sí pese a que ni nos conocíamos. Están contando chistes e historias, alguno hace gala de sus bajas durante el asalto. Tatoxis llega con una bolsa de snacks de hojitas de pan en salsa. Me cuesta entender que tenga el mismo precio que antes tenían las frutas tropicales.

Por suerte él sí conoce el número de la asamblea de Älgastäa y pudimos ponernos en contacto con ellos. También me avisa de que hay un código, que es decir "aaaaaaa". 

Interlocutor desconocido— Sí, buen-

Yo— Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Interlocutor desconocido— Bien. ¿Dónde se encuentran?

 —Röda Husetgatastan, con Tatoxis, hemos venido aquí el primer escuadrón del cuarto pelotón, hemos tenido que huir de nuestra posición original.

—Bien... Espera, ¿Estáis en Röda Husetgatastan?

—Eso he dicho

—Ah, verás, hay un grupo de fugitivos que habían sido capturados en un pueblo cercano

—¡Estamos allí en un segundo! ¿Dónde es?

—Ministrarnas Jaktmark

—Vamos de inmediato.

Cuelgo.

Yo— ¡Han encontrado a los prisioneros! ¡Vamos, tenemos que ir a recogerles!

Vuelvo a estar feliz, tiene que ser Martin, creo que no salió ningún otro grupo de prisioneros. La emoción que yo siento no la comparte el resto, que se lo toman con más calma. Vamos a ir dos pilotos en cada uno de los dos vehículos, ya que no sabemos exactamente cuántos prisioneros tomaron. Yo voy como copiloto de Aron Melin.

Richard Gray: Llego al pueblucho, aparco el coche y salgo como si nada para intentar averiguar dónde están metidos los terroristas.

Después de pasear por toda la ciudad, lo cual no tomó mucho tiempo. Acabé por preguntar a la primera persona que encontré en la calle, una señora de 50 años.

Yo— Disculpe, ¿Hay algún hospedaje en este pueblo?

La señora— A ver, hay uno, pero que no

— ¿Sí o no?

— Pues que depende de para qué

— Usted responda

— Bájese los humos

Respiré profundo. E invoqué una espada de pan.

Yo— O me respondes o te rebano la cara

La señora— Sí, hay... una... casa común, pero han venido gente del palacio... para... Yo te juro que no he colaborado... a mí sólo me lo han contado... eso ha sido cosa de Johan.

—Eso me da igual dime dónde es

— Es... esa casa naranja con las cortinas amarillas en el segundo piso.

Me señaló a la casa, la cual se ve desde aquí, y, de hecho, no está muy lejos. Desaparecí la espada, me dirigí al coche y agarré mi escopeta con varios cartuchos. 


Hornos Y Revolución - Onda BrödugnarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora