Pasado.

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Era un nuevo día, el día siguiente, me levanté somnolienta tallando mis ojos con fuerza, me di un baño relajante.

Salí del baño y me vestí, eran aproximadamente las 7:00 de la mañana, ya estaba acostumbrada a levantarme temprano.

Me senté en mi cama y me quedé mirando mi mesa de noche y mi cerebro dió una alarte que debía abrirla.

Abrí el primer cajón y suspiré al ver la carpeta ahí.

La saqué y tomé la cápsula en mis manos, abrí la carpeta para por fin leer su contenido.

Era mi nombre, mi nombre completo.

____ Dalton.

Fruncí el ceño y empecé a leer más, eran todos mis datos, mi edad y casi toda mi información de salud.

Quité esa hoja de mis datos y atrás de esta estaba la información de Daniels, leí todo.

Mis manos comenzaron a temblar de una manera increíble, me levanté de la cama sin poder creerlo.

Mi corazón palpitaba con fuerza, demasiada fuerza que hasta pensaba que no iba a responder después de un rato.

Mi prueba de sangre y la prueba de el no coincidían.

Retrocedí con mi cabeza mareada y me golpeé con la mesa de noche haciendo que se cayera todo de esta.

Alguien abrió la puerta.

—___, tenemos... —se detuvo al verme temblar con una carpeta en mano.—

Solté la cápsula de sangre al piso y está se regó por completo.

El me miraba atento con sus ojos negros, una mirada aterradora.

Dejé caer la carpeta mirándolo también, los papeles salieron volando alrededor de mí.

—T-tu... —lo miraba aterrorizada.—

El se acercó a mi.

—Tranquila ___, no es lo que tú crees. —dijo y en sus labios estaba una sonrisa espeluznante.—

Saqué del cajón una tijeras y se las apunté.

—Acercate más y te mato. —dije amenazante.—

El me arrebató mis tijeras y me tomó de los brazos con fuerza, sus dedos de nuevo clavando mi piel.

Solo pude recordar el grito que pegué ante eso y lo demás fue totalmente negro.

Cinco H.

Estabamos en el comedor, todos en silencio y el sonido de los cubiertos chocando contra el plato era lo único que no nos tenía totalmente en ello.

—Tengo una pregunta para todos ustedes. —Dijo Reginald sin despegar la vista de su plato llevándose un bocado a la boca.—

Nadie dijo nada y el prosiguió.

—Es algo curioso que una de mis carpetas de trabajo se haya perdido. —alzó la vista.— ¿Alguien sabe algo?

Desvíe mi mirada del plato mientras cortaba un pedazo de carne.

Pude sentir como Diego levantó su mirada y esta estaba clavada en mí.

—¿Alguien?

Nadie respondió.

—Tendré que optar por ver las cámaras y el que haya sido obtendrá un castigo.

Pensé un poco mirando fijamente a un punto de la mesa, dejé el cuchillo de lado y lo miré.

—¿Carpeta de qué? —pregunté.—

Su mirada cayó en mí.

—Una información. —dijo.—

—Dila, de ___ ¿No? —lo miraba.—

El frunció ligeramente el ceño y todos los de ahí me miraron atentos.

—Yo tengo esa información. —dije.—

—¿Por qué la tienes? ¡Está prohibido entrar a mi oficina número Cinco! —alzó la voz mirándome con sus ojos muy furiosos.—

—Porqué tengo que saber dónde ella está. —le respondí y me levanté de la silla.—

—A tu lugar número Cinco. —ordenó.—

—En la avenida Yonge, ¿No? —le di una sonrisa sin alegría.—

El se levantó.

—Tienes prohibido ir a ese lugar.

—No tengo pensando hacerlo, sé que ella no me quiere ver ni en pintura.

Todos se miraron entre sí.

—Que curioso que muy rápido aceptaste ese trato, ¿No? —continué.— Podrás hacerte tonto tu mismo pero a mí no.

El sólo me miraba.

—Y no me cansaré hasta averiguar tus secretos. —lo miraba frío.—

Todo era silencio, el y yo mirandonos.

El caminó hacia mí quedando frente a frente.

—No me gusta interrumpir la comida tan sagrada pero tú eres un niño rebelde. —dijo.—

—No lo soy, solo quiero saber en dónde está la persona que quiero en esta vida.

Al último el me tomó del brazo con fuerza, y me llevó lejos del comedor hasta el laboratorio.

Me teletransporté frente a el.

—¿Que carajo haces?

El me miró y me tomó de los hombros, solo sentí un pinchazo en mi brazo derecho, un gran dolor me inundó y mi vista pasó de borrosa a un negro.

(...)

Desperté con un dolor inmenso en mi cabeza, estaba tirado en el suelo débil y en mi brazo enrollado a un aro de electricidad.

Carajo.

Me levanté cómo pude y era un cuarto oscuro, miré a todos lados con preocupación y solo una puerta con reja estaba frente a mí.

Caminé hasta ella y tomé los tubos de esta.

—¡Saquenme de aquí! —dije con desesperación! No, no, no.

—Tienes que aprender a no ser intrometido número Cinco y que si las cosas las hice yo así serán. —apareció reginald del otro lado de puerta y después retrocedió yéndose de ahí.

—¡No! ¡Por favor! —solloze y mis manos temblaron.—

Traté de teletransportarme y al momento de querer hacerle ese aro descargó electricidad, caí al suelo muriendo de dolor.

No a la soledad de nuevo, este tonto cuarto siempre fué mi terror de chico.

—¡Entra ahí! —Dijo ordenandome.—

Diego y Luther me empujaron dentro y en sus rostros estaba una expresión de tristeza y culpa.

—¡Papá por favor! —grité con mi voz de niño pequeño, mis ojos soltando lágrimas desesperadas y el nudo en mi garganta ahogándome.—

—¡Aprenda a comportarse bien! —gritó.— Y si usas tus poderes tendrás meses aquí encerrado. —dijo.—

Los tres se fueron y me dejaron ahí, solo, de nuevo.

Me tiré al suelo arrastrandome hacía atrás pegando mi espalda en la pared.

Abracé mis piernas raspadas y pálidas, las abracé con fuerza, mi respiración agitada y mis lágrimas corriendo por mis mejillas y cayendo en mis rodillas.

Mi cuerpo de 6 años se sentía débil, escondí mi rostro entre mis rodillas.

End.

Y ahí estaba yo de nuevo, un joven de 15 años abrazando sus piernas en el ese cuarto tenebroso y sin ruido, de nuevo recordando toda la mierda que viví antes, la ansiedad comiendome y mis lágrimas cayendo.

Esperando alguna salida, esperándola con ansias.


Tu Llegada De Un Gran Viaje. || 𝑪𝒊𝒏𝒄𝒐 𝑯𝒂𝒓𝒈𝒓𝒆𝒆𝒗𝒆𝒔 𝑻𝒖𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora