Mi todo.

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Tic, tac.

Sonaban las manesillas del reloj, miradas bajas, en silencio absoluto.

La puerta se abrió.

Alcé la mirada.

—Ella...

Me levanté frunciendo el ceño.

—¿Ella? —dije y toda la atención cayó sobre Grace.

—Está demasiado débil... Estamos por perderla.

No llorar fué lo que me prometí.

Pero es imposible.

Corrí hacia el laboratorio donde estaba ella y su pulso apenas sonando en ese aparato.

—No, ___, no. —caminé hacía ella y tomé su mano. —No me hagas esto por favor.

Su pulso dejó de sonar.

Mierda.

—¡___! Por favor ¡No!

Los demás entraron a la habitación.

—¡Carajo! !____!

Sentí unas manos en mis hombros haciéndome para atrás.

No te vayas todavía te necesito.

Empujé a Luther, y me fuí contra ___, la tomé de los hombros sin mucha fuerza.

—¡___!

—¡Número Cinco! ¡Abandona está habitación con tus hermanos! —ordenó Reginald.

Me rehuso a dejarla de nuevo.

—¡Que no! ¡Ella no se va a ir todavía!—exclamé.

Grace tomó una jeringa, me hizo para atrás y la inyectó sobre su brazo.

Mis lágrimas corrían por todo mi rostro, sorbo mi nariz mientras Klaus me toma de los brazos.

Los miro a todos, tienen sus miradas tristes, llorando pero no me rendiré, lo prometí por ella.

Me solté fuertemente y me acerqué a ___.

—Dime que estás ahí, carajo, dime.

—Ella se a ido Cinco. —musitó Grace.

No, ella no, nunca.

—¡Hagan algo! ¡Ella no se va ir! —grité.

Mi corazón palpitaba a toda velocidad, ya no lloraba, me rehusaba a quedarme con la idea de que ella ya no estaba, ella está aquí.

—Número Cinco.

—No Reginald, ella no se va a ir.

Grace tomó otra inyección y la puso en su brazo.

No responde.

—¡Cinco Hargreeves ella se ha ido! —me dijo Reginald.

La tomé de los hombros levantandola.

—¡No te vayas! No soy nada fuerte sin tí, me estoy derrumbando. —mi voz era temblorosa.

La sacudí con cuidado y desesperación, solo su cabeza se ladeaba un poco.

—¡Grace otra inyección! ¡Ponle todo lo que le tengas que poner pero ella no se va ir! —me hice para atrás y ella tomó otra inyección.

Y antes de que ella la pusiera, su pulso sonó de nuevo.

Quité a Grace y miré a ___, apenas podía abrir sus ojos, sus lindos ojos fueron los primeros en verme.

La tomé del rostro con ternura.

—___... —sonreí y solté una lágrima con mis manos acunando su rostro.

—¿Que? ¿Que pasó? —preguntó ___.

—Nada mi amor, estás aquí. —No pude evitar darle un beso en los labios rápido, moría por sentirlos una vez más.

Me jalaron del brazo, Reginald me miraba con ojos serios.

Yo le devolví la mirada.

—La trataré un rato más. —dijo Grace acercándose a ___.

Quería quedarme pero sabiendo que está bien, estaré tranquilo, salimos del laboratorio.

Klaus me abrazó con fuerza, con mucho amor, le devolví el abrazo apretandolo.

—Ella no se iría nunca si es por ti. —dijo en un susurro en mi oreja.

Sonreí y escondí mi rostro en su hombro.

Creo que me he dando cuenta que ella siempre será mi vida, que si ella se va alguna vez esta mierda no tendría sentido.

Nunca imaginé que alguna persona cambiaría totalmente el ambiente de una casa, las actitudes de una familia entera o incluso enamorar a alguien con solo verla.

Ella tiene ese poder, el poder de ser fabulosa.

Nos obligaron a quedarnos fuera del laboratorio, lejos de ella para no cansarla pero se que soy un chico demasiado terco.

Eran las tres de la mañana y ya estaba afuera de la puerta, me teletransporté adentro y estaba ella, dormida sobre la camilla todavía con suero en su antebrazo.

Caminé a su lado y tomé su mano, sonreí.

—Muchas gracias por quedarte. —musité.

Me senté en la silla que estaba ahí.

—Sabia que podías hacerlo. —apreté un poco su mano y pude notar que movió la cabeza.

—¿Cinco?

—Soy yo. —le sonreí y me levanté. —¿Cómo estás? ¿Necesitas algo?

Negó con la cabeza.

—A ti. —dijo.

Me corazón se derritió.

—Aquí estaré.

Me volví a sentar.

—Papá me regañó. —solté una risita nerviosa.

—¿Por qué? —su voz era baja, casi un susurro.

—Bueno, cuando despertaste lo primero que hice fué besarte. —musité.

Ella rió.

—No lo recuerdo, ¿Que te dijo?

—Que también lo hablará contigo.

—Ya me imagino una plática de dos horas.

Reí.

—Te extrañé, mucho.

Apretó mi mano y yo me volví a levantar, me acerqué a su rostro para poder besarla.

La puerta se abrió.

—¡Cinco! —exclamó Diego asustado.

—¿Que hacés aquí? —tomé postura.

—Solo quería... Saludar a ___.

—Hola Diego. —saludó.

—Hola, ¿Cómo estás? —se acercó y me hice a un lado.

—Bien, gracias, gracias. —ella sonrió débilmente.

—Cómo es tarde, tengo sueño y creo que me iré. —dijo Diego dándome un último vistazo.

Solo lo seguí con la mirada hasta verlo salir del laboratorio y solté un suspiro pesado.

Volví a mirarla y ella estaba con sus ojos cerrados, sonreí tiernamente y me incliné cerca de su rostro de nuevo, besé su mejilla sonrojada y la comisura de sus labios.

—Descansa. —susurré.

Y ahora sabía que por fin estaba completo, con ella lo tenía todo, siempre será mi todo.

Tu Llegada De Un Gran Viaje. || 𝑪𝒊𝒏𝒄𝒐 𝑯𝒂𝒓𝒈𝒓𝒆𝒆𝒗𝒆𝒔 𝑻𝒖𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora