Capítulo 24

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Estaba en el auto con enzo, el manejaba para el hotel

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Estaba en el auto con enzo, el manejaba para el hotel.

— ¿Por qué le pegaste a tomas? ¿Que paso? —

— Insulto a Sofía, muy feo, se re zarpo —Dije todavía enojada y cruzada de los brazos.

— ¿Te hizo algo? —La mano de enzo estaba en mi pierna, era dificil contar algo asi.

— no. —Dije un poco cortante, no estaba enojada con Enzo peor si con su mejor amigo, tenia ganas de estrangularlo.

— ¿Estas enojada conmigo? —

Yo negué con la cabeza, el se acerco y me dio un beso y me sonrió, eso hizo que me calmara y me ponga tranquila, su sonrisa podía sanar todo.

Enzo y yo entramos a bañarnos juntos ya cuando estabamos en el hotel, enzo me estaba lavando el pelo.

— Re suave tu pelo, sos hermosa —me susurro, ya sentía sus intenciones de acá a la china.

Yo me di la vuelta para mirarlo con una sonrisa, me estremecí cuando sentí su pija rozando mi parte baja, estaba parada ya, me sonroje a full

Enzo me miro por unos segundos y después me clavo un beso, fue beso largo, entrelazando nuestras lenguas y pegando nuestros cuerpos.

Enzo agarro la grande que tiene y la posicionó en mi entrada, entro rápido haciéndome soltar un gemido.

Empezó a penetrarme con rapidez y fuerza, yo me agarraba de sus hombros para no caer, en el baño se escuchaba el agua caer y nuestros gemidos y jadeos, en la vida éramos solo nosotros.

Enzo salio de mi, me dio la vuelta con brusquedad y me pego contra la pared, entro en mi nuevamente pero yo estaba de espaldas.

Esta vez me hizo soltar gemidos a lo loca, me estaba dando tan fuerte que no me dejaba respirar, me agarraba del cuello apretando un poco pero sin lastimarme mientras seguía haciendo lo suyo.

Sentí como se corrió en mi, salió y me hizo darme la vuelta para besarme, ahora mi cuerpo y yo éramos de el, el nos mandaba y el ordenaba, era mi rey.

— No das mas de buena.

Yo le sonreí y el me encajo un beso intenso, me agarraba de las tetas y apretándolas como un juguete.

Yo baje hasta el obelisco de Enzo, lo agarre con las dos manos y comencé a bajar y subir haciéndolo cada vez mas rápido, los jadeos de Enzo eran música para mis oídos.

Después lo metí en mi boca, fue difícil meterlo todo debido lo grande que era pero si llegaba, me estaba apretando la garganta y la mandíbula, pero era riquísimo.

Turro | Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora