Capítulo 10: Modelaje

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Park Jimin ingresó a su casa por la puerta principal, cargando su mochila del colegio. Acababa de cumplir trece años hacía una semana y ya se había hecho su tercer color en el cabello: castaño, que solía cubrir con una gorra al terminar las clases. Dicho deseo y también capricho, solo fue consentido por su madre cada vez.

―¡Mamá! Estoy en casa. Olvidé mi keikogi para kendo otra vez ―anunció, quedándose estático al instante.

Toda la planta baja estaba muy silenciosa, demasiado para su gusto. Entendía que su hermano menor estaba en la escuela y su padre en el trabajo, pero ¿dónde estaba su mamá? ¿De compras? ¿Había tenido que salir por un asunto imprevisto? El pequeño Jimin no indagó demasiado, ya que debía irse pronto, por lo que subió las escaleras de madera barnizada para buscar su uniforme y marcharse a sus prácticas. Caminó por el corto sendero rodeado por el barandal que hacía juego perfecto con la escalera y giró para acceder al corredor, donde más adelante se encontraba el baño y los dormitorios; el suyo estaba al final del pasillo. Sin embargo... notó algo peculiar sin necesidad de avanzar demasiado: la puerta del cuarto de sus padres estaba entreabierta, o mejor dicho... la tabla se separó lentamente del marco, provocando un rechinido, justo antes de que él pasara por ahí. Se quedó inmóvil y de manera maquinal se despojó de su mochila.

Por aquella angosta rendija podía notar que el interior estaba oscuro, pero oía ruidos que solo denotó como extraños.

―¿Ma-mamá? ―murmuró nervioso, extendiendo su brazo y empujando la puerta.

Fue entonces que sus ojos se abrieron de par en par y dio un paso atrás con espanto.

―Jiminnie... Qué bueno que viniste, te estábamos esperando.

La voz de una mujer canturreó cada palabra en una sinfonía siniestra, penetrando sus tímpanos de una manera terrible y causándole escalofríos. Sin pensarlo dos veces el muchachito intentó correr lejos, pero cayó en el pasillo, no porque hubiera tropezado, sino porque unas manos espectrales y totalmente negras, que logró divisar en cuanto giró la cabeza, sujetaron sus tobillos y comenzaron a arrastrarlo al interior de la habitación. Jimin gritó, trató de aferrarse, de sostenerse, pero incluso creando un surco con las yemas de sus dedos sobre la madera del piso, con sangre y más de una uña dejada en el trayecto, no lo consiguió.

―¡Jiminnie! ¡Ven, nos vamos a divertir!

La voz se distorsionó, aterrándolo.

―¡No! ―bramó, apretando los párpados y sosteniéndose con ambas manos al marco de la puerta―. ¡Mamá! ―lloró―. ¡¡Mamá!!

Y con una inhalación profunda, abrió los ojos de par en par, despertando en la oscuridad de su dormitorio. En lo que su agitado corazón regularizaba sus latidos, se quedó boca arriba con un brazo sobre la frente, paseando la mirada por todo lo extenso del cielo raso. Sus pesadillas lo habían vuelto a hacer.

Caminó un poco por la sala, la cocina, robó una manzana de la pequeña cesta sobre el mueble al pasar por al lado y se la llevó a la boca. Siguió recto, pasando de largo el baño y se detuvo en la última puerta, bajó el picaporte y entró. Era un pequeño estudio, donde conservaba su computadora portátil. Uno que muy pocas veces ocupaba, y utilizaba más bien para guardar cualquier tipo de documento o papeles importantes: trabajo, estudios médicos, las escrituras de su vieja vivienda, entre otras cosas. Todo estaba separado en cajas bien organizadas en un gran estante contra la pared, frente al escritorio. Jimin dio otro mordisco a la manzana y la dejó sobre la mesa. Se puso en cuclillas sobre el suelo alfombrado y agarró una de las cajas de abajo, tirando con un poco de fuerza para sacarla, lo que hizo que todo el mueble se sacudiera y una caja azul, situada en la parte más alta cayó sobre su cabeza y se abrió. Chistó con un poco de rabia, tomó rápido los papeles, los guardó en su interior, pero no la subió a su sitio, sino que la dejó al pie del estante.

Bittersweet [Park Jimin] (+21) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora