Capítulo 30: Secuestrado

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Fan Bing-bing daba una última calada al cigarrillo que sostenía en un alargado soporte de porcelana, sentada en la ventana del dormitorio que conectaba con las yardas verdes del jardín. Exhaló el humo hacia el exterior, para no invadir el cuarto con el aroma. Consumado el cilindro, dejó con cuidado la varilla sobre una mesa pequeña y caminó envuelta en su bata de seda hasta su chico, quien yacía desplomado boca abajo y cubierto por las sábanas. Se sentó a su lado, le dio unas cuantas caricias a su cabello y esbozó una sonrisa que solo en su mente perversa podría catalogar como dulce.

―Señorita. ―Jason se detuvo en el marco de la puerta e hizo una reverencia, tras haber sido convocado con anterioridad.

La mujer desplegó las sábanas y descubrió el cuerpo desnudo de Jimin.

―Llévalo al baño. No hemos terminado ―ordenó, poniéndose de pie.

El mastodonte ambulante se arrimó para cargarlo, aunque se detuvo a admirar su anatomía con descaro.

―Me encanta el cuerpo de este chiquillo. ¿Cuándo piensas compartirlo conmigo?

―Jason, cariño, no te ofendas pero ¿te has visto en un espejo? ―Lo miró de arriba abajo―. Le doblas el tamaño y por mucho. No quiero que rompas mi hermoso juguete. No ahora al menos.

―Siempre dices que algún día me lo darás y ese día nunca llega ―dijo y cargó al joven sobre su hombro sin nada de esfuerzo.

―No comas ansias. Te prometo que cuando llegue el momento lo tendrás tanto como quieras. ―Le guiñó un ojo con discreción.

La ducha se abrió y se ajustó la temperatura del agua. Jason sostuvo a Jimin y Bing-bing se encargó de higienizar su cuerpo muy bien, cada parte, cada pliegue y protuberancia, desde la cabeza, su cabello, hasta la punta de sus pies, dejando que el jabón y el agua recorrieran toda su dermis para que se deshiciera de toda evidencia de sudor y fluidos que pudiera quedar sobre él. Asimismo, se tomó el trabajo de higienizar su boca. Aprovechó además la calidez del agua para masajear su cuerpo y evitar que despertara con entumecimientos o dolor, aunque esto último no siempre surtía efecto; todo dependía de la intensidad de la actividad a la que lo sometiera.

Bing-bing secó a su "bello hermoso", como solía llamarlo por lo bajo para sí misma; secó su cabello y lo peinó tal y como cuando llegó a la casa. Volvió a ponerle sus prendas con mucha parsimonia y cuando lo tuvo listo pidió a su empleado dejarlo en su dormitorio, ya que siempre lo hacía despertar allí, haciéndolo creer que el estrés lo sobrepasó y cayó rendido ante un sueño profundo para descansar su mente, lo que, irónicamente, era una verdad a medias.

Jimin sintió un peso a la altura de su pelvis y sus hombros. Se aligeraba y se concentraba con tenacidad. Experimentó un agite, su corazón latía acelerado y un calor intenso, tanto que hacía visible el sudor sobre su piel; sentía las gotas escurriendo. Percibía murmullos indescifrables que le erizaban la piel y cómo sus piernas eran separadas una de la otra. Apretó los párpados hasta que fue capaz de abrirlos y en el instante en que llevó su vista al frente, allí estaba: ese ente negro, espeso y viscoso encima de él, que lo empapaba con su suciedad, lo cubría de oscuridad y arañaba su pecho con garras filosas que cortaban su piel. Su cuerpo entero tiritaba en pavor a tal punto que incluso sus dientes castañeaban.

―Jiminnie...

La voz era distorsionada y monstruosa, como siempre. Y con ello, por fin pudo abrir los ojos y ser libre de aquella terrible pesadilla. Su respiración estaba sumamente acelerada y sus manos temblaban un poco. Se había despertado "en la comodidad" de su alcoba, la cual le tomó unos segundos distinguir. Se pasó una mano por el cabello y miró su reloj de muñeca: las tres y treinta exactas.

Bittersweet [Park Jimin] (+21) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora