Capítulo 33: Terreno peligroso

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Las ruedas pararon de rolar despacio, en tanto aplastaban la tierra y diminutos relieves del asfalto de la calle. Bajo ese cielo pintado de un bello azul Francia oscuro y con las primeras estrellas que se dejaban ver, Jimin estacionó su coche justo en la esquina, como su copiloto se lo había pedido.

―Perdona por este teatro ―dijo Jacqueline, apenada―. Mis padres no son malos, solo son... difíciles.

―Créeme que después de esa cena fallida me quedó muy claro.

―Gracias por traerme... Jimin. ―Titubeó un poco antes de decir su nombre; todavía le parecía extraño.

―Como bien dijiste, soy un caballero, y esto es lo que los caballeros hacen, ¿no? ―comentó socarrón―. Ahora, hablando en serio, gracias a ti, por haberme sacado del agujero donde estaba. Tal vez... podamos hacerlo de nuevo.

―¿De verdad le gustaría, señor?

―No si vas a llamarme "señor" ―dijo entre dientes.

―L-lo siento. ―Bajó un poco la cabeza, avergonzada, y acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja―. Y-ya... me despido entonces... ―dijo, y lo miró, moviendo su mano con timidez.

―Adiós, Jackie. Te esperaré aquí hasta que te vea entrar a tu casa.

La muchacha asintió y salió del auto. A mitad de su camino por la vereda, se giró y con una sonrisa afable lo saludó una última vez; él alzó su mano y le devolvió el saludo. Una vez que entró a la casa, esa pequeña mueca se vino abajo, puso en marcha el coche y circuló.

―Oh, Jackie, volviste ―le habló su madre―. ¿Cómo te fue, cielo? ¿Se divirtieron tú y Dahyun?

―S-sí. Paseamos un rato... Estuvo muy divertido.

―¿Y esos anteojos los compraste o...?

Fue un comentario insignificante, pero aun así la chica abrió de manera considerable los ojos y los llevó a su pecho, encontrando ahí los lentes de Jimin.

―Ehm... Son... ¡De ella! Sí, son de Dubu. Se los devolveré cuando la vea, ¡es más!, ya mismo voy a decirle ―dijo, aproximándose a las escaleras y subió con prisa.

Al mismo tiempo, Jimin abría la puerta de su departamento, mientras ultimaba una conversación telefónica con Kim Min-jae, en la que esclarecieron sus honorarios.

―Gracias de nuevo. Adiós.

Se apresuró a cerrar la puerta detrás de él y le puso llave. Fue en ese momento que sintió el aparato vibrar en su mano. «¡Jimin! ¡Me quedé con tus anteojos de sol! ¡Lo lamento!». Un mensaje de Jacqueline que le sacó una risilla nasal, y por supuesto no desaprovecharía esta oportunidad: «Ladrona», le escribió sin más, lo que detonó en otro "lo siento" con múltiples signos de exclamación y le provocó una carcajada al otro. «Quédatelos. Son tuyos ahora», añadió en otro mensaje. «Ay no... ¡No podría!», replicó; él podía sentir el ardor de su rostro ruborizado en la distancia y eso hacía que se le ensanchara el mohín en su rostro. «Si vamos a volver a salir los vas a necesitar. Así que quédatelos». Envió su contestación y Jacqueline se quedó estática y en silencio. Salir con él fue divertido, y estaba segura de que a él le haría mucho bien poder distraerse. Desde el fondo de su corazón, la entristecía verlo miserable como tuvo que contemplarlo. Desde el fondo de su corazón deseaba tenderle una mano y poder ayudarlo de alguna manera. Apretó sus labios y pensó qué podría responder.

«Este fin de semana tenemos que asistir al grupo católico y sus misas. No me permitirán faltar», pensó desanimada.

Dio un leve sacudón a su cabeza al momento siguiente y tecleó, explicando sus motivos y propuso salir algún día de la semana. Jimin sonrió de lado y replicó: «Está bien. No quiero que por mi culpa te alejes de "Diosito"». Y con ello Jacqueline rio, se llevó el teléfono contra el rostro y se tiró sobre su cama.

Bittersweet [Park Jimin] (+21) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora