Capítulo 13: Apariencias

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«Entonces... ¿De verdad te sientes mejor?». El mensaje de texto fue dirigido a su mejor amigo, quien con prontitud le respondió: «Sí. Ya me encuentro en mi apartamento. No tienes de qué preocuparte». Saber aquello lo dejó muy tranquilo. «¿Cómo te fue con Hana?», preguntó de repente, a lo que se tomó unos segundos antes de teclear. «Todo salió bien». Resumió sin más; ya podrían entrar en detalles luego, porque en ese momento, no era capaz de escribir ni describir con el habla el regocijo que vestía sobre su piel, como una prenda más. Park Jimin había tenido lo que consideró hasta la fecha como una de las mejores noches de su vida. Esa fue la misma noche en la que no pudo conciliar el sueño, a consecuencia de tener su mente plagada de una sola entidad magistral, imborrable, intachable: Hwang Hana. En esa oscuridad nocturna poblada por estrellas, fue una en la que no tuvo pesadillas, el sueño solo se apoderó de él y lo elevó, brindándole ese tan anhelado descanso mental que tanto le urgía.

Al día siguiente, por la tarde, en su sesión con la señorita Fan, Jimin no habló de otra cosa que no fuese ese reciente evento, ignorando totalmente aquel ataque de pánico que había sufrido, minimizándolo y dejándolo de lado, cosa que preocupó un poco a la psicóloga, en tanto hacía sus notas.

El chico devoraba esas manzanas, trozo por trozo, y bebía su té, sintiendo mucha comodidad. Eso también le pareció peculiar; era casi como ver a otra persona. Asimismo, oír el nombre de Hana hizo ruido en la cabeza de la profesional: su paciente había hecho mención de esa persona con anterioridad. Llegó a tomarla en su momento como una especie de musa mental, un ser perfecto que él mismo había creado, para llenar un vacío que un viejo, aunque profundo idilio le habría dejado. Sin embargo, Hwang Hana era muy real y estaba ahora, al parecer, al alcance de sus manos, cosa que no podía evitar dejarla doblemente intranquila.

La mujer frente a él comenzaba a verse borrosa. Parpadeó y cabeceó un par de veces hasta que ya no la vio en su sitio. Pestañeó más lento y lo que divisó al volver a abrir sus ojos fue a su preciada Hana, quien lo tomó del mentón y le dio un dulce beso en los labios. Empujó con sus rodillas e incorporó sus piernas a los lados de las impropias. Hizo rechinar el cuero del sillón donde él estaba en cuanto aplacó sus manos contra el respaldo, volviéndolo mágicamente reclinable, entonces su figura cayó sobre él, apegada, adicta, a esos labios en todo momento. Era tanta la facilidad con la que lo desnudaba, la intensidad con la que lo excitaba, y él se dejaba hacer con todo gusto. Hasta que una palma se estampó contra su pecho, y unas uñas arañaron su piel. Salió de su encanto para observar el rastro negro como brea, pero helada como muerte, y esos cinco dedos haciendo un camino por su anatomía, perdiéndose en la oscuridad absoluta. El éxtasis se había esfumado para dar paso a la ansiedad. Escuchaba voces en la densidad de esa negrura en la que solo podía hacer uso de su sentido de la audición. «¡Tenemos invitados hoy!»; «¡¿Cómo pudiste hacerme esto?!»; «¡Te odio!»; «Jiminnie... ¿Qué has hecho?».

Sus párpados se abrieron de par en par. Con la claridad del día acariciando el vidrio de la ventana y un canturreo de pajarillos oyéndose a lo lejos, Jimin se había despertado en el cuarto de su vieja alcoba, en su vieja casa, otra vez. Lo había hecho otra vez.

Se quejó con ganas, todavía sin conseguir despertarse del todo. Se irguió y descobijó con furia, pero al intentar levantarse se fue directo al piso, cayendo sobre sus rodillas y las palmas. Siseó por el dolor y agarró a la culpable: una botella de vidrio vacía de fino whisky, que inevitablemente había pisado. Una de las tantas botellas que se hallaban en el compartimento que en antaño pertenecía a su padre y que todavía prevalecía en la planta baja.

―¿Qué mierda...? ¿Yo me tomé todo esto?

Su visión todavía estaba borrosa y no conseguía separar del todo sus párpados. Con cuidado se puso de pie y fue entonces que lo atacó un fuerte dolor de cabeza, más semejante a una jaqueca. No pudo siquiera voltear a la ventana y enfrentar la claridad, hacía doler sus ojos, por lo que extenuó las cortinas y prosiguió a vestirse; ni siquiera traía puesta la ropa interior.

Bittersweet [Park Jimin] (+21) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora