Capítulo 20: El amor es una perra

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Como era costumbre para Jimin cuando se trataba de bailar, ignoró por completo el avance del reloj. No fue hasta que hizo una pausa, expiando sudor por todo el cuerpo, que escuchó de casualidad su teléfono sonar. Era una llamada de Hana. Entonces miró la hora:

«¡¿La una y treinta?!», exclamó en sus pensamientos.

Cariño, no me digas que olvidaste que iría.

―No, no me olvidé. Es que... me quedé haciendo un poco de ejercicio y perdí totalmente la noción del tiempo. ¿Estás cerca?

Estoy llegando.

―Okey, okey. Avisaré a los guardias y te veo en la puerta del elevador.

Está bien, lindo ―dijo, riendo entre dientes―. Te veo abajo.

Cuando la muchacha consiguió el acceso y abandonó su auto, no demoró mucho en encontrarse con su novio.

―Vaya, esperaba verte con traje o alguna camisa, pero tu estilo de gym me gusta.

Jimin rio ante su comentario, sin demorar en aproximarse, estampar sus manos con delicadeza sobre las mejillas de su chica y besar sus labios, como si se tratasen del maná más puro que tanta falta le hacía.

―Espero no estés muy cansado ―dijo, levantando un poco la bolsa que cargaba, donde tenía una gran botella de vino.

―Para ti, y para compartir un trago contigo, jamás estaré cansado, ¿me oyes? ―le respondió, juntando sus belfos una vez más. La rodeó con su brazo hasta su hombro y caminó junto a ella al interior del ascensor.

―¿Cómo estuvo tu día?

―Plagado de trabajo, para bien y para mal. ¿Cómo estuvo la cena?

Jimin bufó y se llevó las manos al rostro, apretando sus ojos con sus dedos, colmándose de agobio de solo recordarlo.

―¿Tan mal estuvo?

―Sabía que iba a ser malo, pero no imaginé que tanto.

Una vez dentro del departamento, Jimin se apresuró a ponerle llave a la puerta. Era una manía que había acrecentado en este último mes; no toleraba saber que su hogar no estaba asegurado.

―Cariño, estás sudando. No tendrás fiebre, ¿o sí?

―Sí, y mi ropa quedó un poco húmeda también. Pero no te preocupes, iré a darme un baño rápido y enseguida vuelvo contigo ―dijo, tomando sus manos y depositando un dulce beso en el dorso―. Siéntete como en casa, ¿de acuerdo?

―De acuerdo. ―Le sonrió con calidez.

El muchacho se llevó una toalla y un par de prendas consigo, y en cuanto el agua de la lluvia cayó, Hana obtuvo su señal para poder inspeccionar un poco el lugar. Miró todos los rincones, revisó cada compartimento u objeto, pero no encontró absolutamente nada que pudiera serle de utilidad para sus fines. Sin embargo, todo cambió cuando vio allí, solitario y escondido, en la mesita arrimada al sillón, un cuaderno de tamaño mediano de tapa dura, aquel en el que Jimin escribía lo que podía recordar de sus sueños. Sin saber en lo más mínimo de lo que se trataba, solamente se limitó a abrirlo y pasar las hojas, aunque, mientras más atención le prestaba a los cortos textos, donde relataba fragmentos de sueños y pesadillas, más se abrían sus ojos y muy despacio se llevaba los dedos sobre sus labios. Leía aquellas frases y palabras sueltas que acrecentaban mucho más su intriga: Mi yo inocente; No puedo liberarme de este dolor; Mi verdadera sonrisa está perdida; ¿Por qué estoy siendo castigado?, entre otras. Algunas con más uso de tinta, tachadas con ira, repetidas o solo rayadas, y por supuesto, el nombre "Hana", escrita miles de veces, con diferentes tipos de presión en el pulso. Tinta azul, negra, verde, roja... Sus pupilas viajaban de un extremo al otro, tratando de entender, de asimilar.

Bittersweet [Park Jimin] (+21) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora