Capítulo 58: Uniendo las piezas

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Una ira voraz consumía el interior de Kim Taehyung. Sus manos se aferraban al volante. Cada tanto tenía que apartar las lágrimas que nublaban su visión, solo de recordar la respuesta que Jimin le había dado a esa pregunta crucial: ¿Quién fue? Su pobre amigo, con los ojos evitando el contacto, visiblemente afectado y lleno de vergüenza, guardó un largo silencio antes de poder escuchar las palabras que tanto ansiaba.

Cuando se detuvo en una luz roja, golpeó el volante, la impotencia, la frustración y el dolor se fundían en su interior como un torbellino. Maldito, maldito, mil veces maldito. Estuvo frente a él todo el tiempo y no tuvo ni la más mínima sospecha. Se odiaba y repudiaba como nunca antes en su vida.

* * *

Otra semana comenzaba y el suplente del presidente en la editorial Park, Jackson Wang, en compañía del editor en jefe y el socio mayoritario, arrojó la última carpeta revisada y firmada sobre el montón en el escritorio y se llevó las manos al rostro.

My god! Esto no tiene fin ―dijo, deslizando sus palmas por su cabello―. ¿Cómo demonios se las arreglaba Jimin para manejar todo él solo y de manera tan diligente?

―La verdad... no lo sé ―respondió Taemin, sonriendo apenas.

―Es realmente increíble, y el bastardo no pedía ayuda en nada.

―Más respeto, Kai. Hablas del jefe ―bufó Jackson.

―Las ganancias han decaído, así que cuando Jimin regrese, si es que lo hace, los que recibirán una patada en el culo seremos nosotros.

―Él regresará. ―Asintió Taemin.

―¿Qué hora es?

―Cinco para las nueve ―respondió Kai a Jackson, al corroborar el horario con su vistoso reloj de muñeca.

―Jeon Somi y Ahn Hye-jin llegarán pronto para el tiraje fotográfico ―comentó el editor.

―Bien, no dejemos esperando a las señoritas ―dijo Wang, levantándose de su silla; sus colegas lo imitaron.

Unos minutos más tarde, Jacqueline golpeó a la puerta de su jefe con un pocillo de té en sus manos, y no se sorprendió al no encontrar a nadie en el despacho.

―Este hombre... ―suspiró―. Siempre que me pide algo para beber o comer nunca está en su oficina.

La secretaria entró a la habitación y dejó la taza con el plato en el escritorio. Seguro la regañaría cuando él volviera y estuviera frío, pero qué podía hacer al respecto.

Paseó la vista por toda la amplitud de la oficina: las mismas paredes blancas con esa fina madera en azul petróleo en la parte baja, y la claridad de los ventanales volviéndolos radiantes; el verde de las plantas acompañaba, los muebles de nogal a la izquierda conteniendo numerosas carpetas y documentos, y por allá, aislado en una esquina en la derecha, un pequeño bar, con sus botellas y cristales colgando, intactos. Todo se veía como siempre, pero no era lo mismo; faltaba algo muy importante.

Cuando Jimin ocupaba la habitación, se podía percibir un suave aroma a algodón y flores silvestres que armonizaba el ambiente. Ahora que estaba ausente, apestaba a té verde o lavanda, debido a que las cantidades no fueron moderadas.

El viento sopló con algo de fuerza, agitando las largas cortinas de los extremos, ya que los ventanales permanecían abiertos un rato para que la habitación respirase. Y en uno de los ondeos de esas telas albas sus ojos captaron la figura de Jimin, vistiendo un elegante traje blanco, un color poco común en él. Observaba el panorama a través de los miradores con un atisbo de nostalgia, sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Como si hubiera notado su presencia allí, giró el rostro hacia ella, sonriéndole.

Bittersweet [Park Jimin] (+21) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora