13. Preludio a la aventura.

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Aquello que precede y sirve de entrada, preparación o principio a algo.

Hipo te estaba mirando, sus ojos estaban algo rojos gracias a las lágrimas, su respiración era entrecortada y sujetaba con firmeza la mano que le habías ofrecido. Parecía hacerlo ya que sentías como apretaba tu mano de vez en cuando y también podías sentir como su mano temblaba. Se veía tan vulnerable, tan cansado.

- Te ves cansado... ¿Comiste algo hoy? — Habías desayunado con él, pero al estar tan apresurado y en tus propios asuntos no notaste si el jefe había comido algo o no.

Hipo cerró sus ojos y respiro profundo, estaba intentando calmarse, aun así algunas lágrimas se escapaban de sus ojos cerrados, seguía teniendo dificultades para poder respirar con normalidad, y sus manos seguían temblando. Finalmente se sentó, abrió sus ojos lentamente y te miró por al menos cinco segundos en absoluto silencio.

El jefe respiró hondo, soltó tu mano y secó sus lágrimas con su mano ya libre.
Estabas confundido ¿No pensaba responder? Cuando ya estabas por abrir la boca para decirle algo más, la cerraste de inmediato al ver que te estaba sonriendo ¿Después de todo eso te sonreía? No. La reconociste inmediatamente. Esa típica sonrisa paciente, una falsa sonrisa paciente. Una sonrisa de resignación. Un "¿Qué más podría yo hacer?" Una sonrisa que habías visto tantas veces en la gente de tu aldea, una sonrisa que habías visto muchas veces en tu propio rostro cuando te mirabas en el espejo.

- Estoy cansado, muy cansado... Pero voy a estar bien. Yo siempre lo estoy. — Continuó secando sus lágrimas con sus manos.

- Yo... ¿Necesitas ayuda con algo? Si no te puedo ayudar por lo menos yo puedo... Yo puedo escucharte. — Lo miraste preocupado, no sé conocían tanto, aun así te preocupaba.

- Se supone que yo debía enseñarte y aprendiste todo solo. Yo debía ayudarte y te fallé. — Miró a sus manos mientras jugaba con el borde de su ropa — Le fallé a Astrid... — Murmuró.

Finalmente se dignó a mirarte, devolviste la mirada. No sabias si debías decir algo o esperar a que continuara. Lo que si sabías es que era suficiente de lamentarse. De verlo tan triste. Creíste que ya era suficiente.

- (T/N) ... No estoy hecho para ser jefe, pongo la aldea por sobre mis propias necesidad y yo- yo no sé cómo organizar todo este desastre. Lo siento mucho. Debí enseñarte algo. Lo que sea.

Te quedaste pensativo, llevaste una mano a tu mentón y una sonrisa se posó en tus labios. Nunca fuiste bueno dando consejos pero si sabías como distraer a la gente. Sabías "liberar" sus mentes o bueno, sabías distraerlos para que, en caso de que hubieras hecho algo malo, lo olvidaran. Esta vez sería la primera en la que usarías esa habilidad para otra cosa que no fuera salvarte a ti mismo.

Lo consideraste tu buena acción del día.

- Hipo. Somos vikingos, la gente de la aldea también lo es... ¡Van a estar bien un día o dos sin ti! — Le diste un suave codazo juguetón.

- ¿A qué te refieres? – Notó que parecías insinuarle algo.

- Claramente tienes el corazón roto. Lo sé, fue en desastre. — Cómo "mensajero" te enteraste de todo. — Pero aquí, tu amigo (T/N) te ofrece uno o dos días de relajo todo pagado. – Llevaste una mano a tu pecho y sonreíste. Un modo de mostrar seguridad.

- ¿Un descanso de uno o dos días? (T/N) no sé si pueda hacer tal cosa. – Sonaba dudoso de la idea.

- Silencia esa boca. Yo me encargo de todo, ni te preocupes por la aldea.

Hipo pareció finalmente convencido. Miró a la ventana y luego te miró a ti una vez más. Aunque realmente no estaba seguro de si eso funcionaría, no perdía nada con preguntarte, con sentir una pequeña esperanza.

- ¿A dónde iríamos?

- Solo a los mejores lugares, te lo prometo. Conozco uno o dos sitios con vista increíble y ¿La comida? ¡Te va a encantar la comida!

Te pusiste de pie y le ofreciste tu mano, él la tomó y lo ayudaste a ponerse de pie. Le sonreíste con una sonrisa de oreja a oreja. Este plan era perfecto. El jefe se relajaría y quizás por fin podría enseñarte todos los trucos que no conoces aún.

Sí, tal vez la motivación principal detrás de ayudarlo era que por fin te compartiera sus secretos sobre el entrenar dragones, pero al menos en algo le ayudaría. Todos ganan. Todos feliz, felices.

¡Hora de hacer amigos! De ser social... Carismático como siempre.

- ¡Ve por tus cosas! – Le diste una palmada en la espalda. – No estamos hechos para quedarnos quietos ¿Verdad?

- Verdad. – Dejó tu mano ir y sonrió, aún cansado.

- ¡Ya estás sonriendo! – Lo sacudiste un poco, amistosamente pero quizás algo brusco para el gusto del jefe.

- Tranquilo, estoy bien.

- Ah Hipo... ¡Eres un asco mintiendo! – Sacudiste la cabeza y le diste un empujón para que ya fuera por sus cosas, Hipo solo atinó a reír levemente.

Finalmente entró a su habitación para ir por sus cosas. Tú te cruzaste de brazos y apoyaste tu espalda en la pared. No estabas preocupado. Ya tenías lo necesario. Después de todo ibas a ir de aventuras por ahí. Bostezaste mientras esperabas. La cabaña tenía una atmosfera cálida que después de toda esta escena. De ver al jefe llorando en el suelo se había desvanecido solo un poco.

Miraste al techo. Perdido entre las enormes vigas de madera.

Miraste a la puerta que pertenecía a la habitación de Hipo, esperando ansioso a que por fin saliera. Necesitabas iniciar pronto este plan. Sacudiste la cabeza y llevaste una mano a tu frente. Necesitabas iniciar pronto la ayuda. Te corregiste.

La puerta finalmente se abrió. Hipo se había cambiado a ropas más sencillas. Algo que no dejara muy en evidencia que era el jefe de una aldea. También llevaba un bolso cruzado y una mochila. Le sonreíste y fuiste de inmediato a la puerta principal para que pudieran dejar la cabaña.

Dejaste a Hipo preparando a Chimuelo para partir. Nibbla por otro lado te siguió hasta la cabaña de Astrid. Debías pedirle un par de pequeños favores. Favores que accedió a hacer luego de literalmente ponerte de rodillas y suplicar de manera desesperada.

No hay chances de que esta pequeña aventura se te salga de las manos ¿Verdad? Solo sería hacer un par de cosa divertidas aquí y allá, distraer al jefe con anécdotas de algunos lugares, que se olvide del asunto de Astrid y ¡Vualá! Ya podrías hacerle todas las preguntas sobre dragones que quisieras. Necesitabas consejos para mejorar los giros amplios y no morir en el intento.

"Ah, esto será muy fácil." Pensaste mientras caminabas de regreso con Nibbla junto a ti.

🍃ᴇʀᴇs ᴍᴜᴄʜᴏ ᴍᴀ́s🍃 Hipo X Male Reader.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora