NI JŪ NI

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Parpadeó con pesadez, con sus ojos hinchados a causa del llanto de la noche anterior.

Kakashi se sentó en el sofá con la mirada perdida, plenamente consciente de todo, pero incapaz de centrarse en una sola cosa.

Le había resultado imposible dormir en su futón la primera noche sin su Omega, ver el hueco vacío a su lado hizo que se le encogiera el corazón de una manera insoportable. Por ello había decidido dormir en el sofá del salón.

Caminó por el pasillo arrastrando los pies, de camino al baño, pero una puerta descorrida hizo que la luz lo alumbrara.

Entrecerró los ojos hacia la luz, guiando su mirada hacia el brillo del sol que se colaba por la ventana cerrada, iluminando toda la estancia.

La habitación de su bebé.

Observó desde el pasillo las paredes de un suave color crema, las decoraciones, los juguetes...

La cuna de madera.

Empujó la puerta con rabia, haciéndola chocar contra el marco con fuerza, y cerró la distancia hasta el baño.

Se miró al espejo entre jadeos, sus ojos irritados y secos le devolvieron la mirada, la misma expresión desolada de los últimos días persistía en su rostro, tristeza e indiferencia mezcladas en sus orbes.

Repasó la barba descuidada con sus dedos y suspiró sin fuerzas.

¿Qué pensaría Obito al verlo tan demacrado? Con ojeras y bolsas bajo sus ojos vacíos, los labios agrietados de ser mordidos y la piel marchita y sin vida.

Aún recordaba aquellas palabras que le dijo Obito durante sus primeras semanas como pareja.

"Eres mi Alfa y eres hermoso en cada una de tus facetas, Bakakashi, aunque me cueste admitirlo"

Añoraba escuchar la voz de su Omega, su risa y las pocas veces que lo descubrió cantando, sonriendo.

Extrañaba todo de él.

Inspiró llenándose de fuerza y tomó la cuchilla del lavabo.

°•.°•.°•.°•.

No apartó la vista del suelo.

—¿Me estás escuchando, Kakashi? —inquirió Tsunade, preocupada.

La Alfa lo observó en silencio, comprendiendo aquello de lo que le habían hablado, aquello tan común en el Hatake antes de enamorarse de Obito.

La mirada de pez muerto.

—Como te decía; está débil, pero estable. Tiene un tamaño acorde a su-

—No quiero oírlo.

Tsunade cerró la boca, resignada, y siguió con la mirada los movimientos del albino, quién se apartó de su lado y tomó asiento al lado de Obito.

Obito, que yacía postrado en una camilla, intubado y pálido, con oscuras ojeras bajo sus ojos.

—Kakashi, no ha dejado de llorar en días, Obito está-

—Obito está aquí y despertará pronto —finiquitó el Alfa, tomando la mano libre de vía de su Omega entre las suyas, besándole los nudillos.

La Senju suspiró, observando la escena con un nudo en la garganta.

Pese a que su bebé había nacido una semana atrás, Kakashi se había negado a cualquier acercamiento. Y como resultado de no tener contacto con ninguno de sus padres, la indefensa criatura no había dejado de sollozar en días, deteniéndose sólo a la hora de dormir o comer. 

El amor con colmillos. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora