NI JŪ YON

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—¿Estás seguro? —Kakashi le preguntó, calmado, pero un tinte de preocupación asomaba en su mirada.

Obito asintió con una sonrisa, besando la mejilla del Hatake.

—Es solo una misión de rango B, estaré bien, así que no te preocupes.

Kakashi enarcó una ceja.

—Ya sé que estarás bien, lo pregunto porque estarás lejos durante varias horas, sin tus cachorros —recalcó el albino.

La determinación de Obito flaqueó, sus ojos entrecerrados se clavaron en el Hatake.

—Me caes mal.

Kakashi rió y entonces Naruto apareció corriendo lleno de... barro.

Obito ahogó sus ganas de llorar preparando su mochila, Kakashi suspiró.

—¿Qué ha pasado, Naru? —Kakashi preguntó, agachándose cuando descubrió lágrimas en aquellos ojos azules.

El rubio se sorbió la nariz y fue todo lo que Obito necesitó para llegar a su lado y abrazarlo.

—¿Por qué la gente es tan mala conmigo? —El cachorro hizo aquella pregunta, la misma pregunta a la que no podían responder con sinceridad.

Obito le secó las lágrimas mientras formaba un puchero.

—Porque la gente es tonta y ciega, no ven lo bueno que eres y tampoco quieren descubrirlo —Kakashi respondió revolviendo los mechones rubios.

Naruto encontró sus ojos y Obito imitó su puchero.

—¿Y por qué los niños no juegan conmigo? —preguntó, su voz rota.

Tomó al cachorro en brazos y lo meció por la habitación mientras sollozaba contra su pecho sin quejarse, demasiado triste como para recordarle que ya tenía cinco años, que ya era grande.

—Los niños pueden ser muy crueles, cachorro —Obito le explicó, sin detenerse —, la mayoría seguirá el ejemplo de los mayores porque no te conocen, pero habrá otros, con juicio propio, que se atreverán a hacerlo.

Naruto lo observaba con los ojos abiertos y esperanzados.

—Y cuando ese día llegue, no dejarán nunca tu lado, porque serán tus hermanos, al igual que Sasuke —añadió cuando el rubio abrió la boca.

Ronroneó al encontrar una pequeña sonrisa en los labios del rubio, y continuó hasta que se quedó dormido en sus brazos.

—Odio no poder decirle la verdad —murmuró, observando la expresión pacífica en el rostro del pequeño.

Kakashi lo abrazó por la cintura, observando al cachorro sobre su hombro.

—Es muy pequeño para entenderlo, cuando sea mayor se lo diremos —juró el Alfa, Obito suspiró.

—No quiero que se llene de rencor...

Y es que lo sabían, eran conscientes de cómo los jinchurikis terminaban sintiendo un profundo resentimiento hacia sus aldeas, aquellas tierras donde fueron discriminados, aislados, encerrados y utilizados.

Obito y Kakashi no querían eso para su cachorro.

—Por suerte, nos tiene a nosotros y a Akki —Kakashi sonrió.

—Y a Sasuke —añadió el Omega, Kakashi asintió de acuerdo.

°•.°•.°•.°•.

Obito gruñó para sus adentros, era medianoche y se encontraba haciendo guardia desde la rama de un árbol.

Y le dolían los pechos.

El amor con colmillos. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora