GP de Monza (Italia)
–¿Has hablado con ella? –preguntó Max en cuanto llegó hacia mi mientras ambos recorríamos a pie el circuito. A mi siempre me había gustado hacerlo, y tenía la sensación de que Max simplemente se había unido porque necesitaba saber más sobre lo que estaba sucediendo en mi vida.
–Buenos días, ¿no? –comenté de forma graciosa, al ver que le había dado completamente igual siquiera saludar.
–¿Habéis hablado o no? –insistió antes de darle un largo trago a su Red Bull.
–Sí; he hablado con ella. ¿Contento? –una pequeña sonrisa traviesa se formó en su rostro, y supe que había conseguido aquello que iba buscando.
–¿Con quién has hablado? –la voz de Lando a mi otro lado hizo que echase la cabeza hacia atrás, totalmente agotado. Les quería muchísimo, tanto a él como a Max, pero a veces podían ser un auténtico grano en el culo.
–Con Alice –respondió Max por mi.
–¿Por fin te has atrevido a llamarla? –preguntó Lando con un tono de voz gracioso. Se notaba que, tanto uno como el otro, estaban disfrutando de aquel momento. –Y, ¿qué tal ha ido?
–Bien... realmente bien –contesté con honestidad, porque lo cierto es que me había encantado hablar con ella. El tiempo volaba cuando se trataba de Alice y jamás había un silencio incómodo. Todo era natural con ella. –Hemos hablado de vernos otra vez cuando vuelva a Mónaco...
Una sonrisa traviesa se formó en el rostro de ambos, y supe de inmediato que acababa de meter la pata. Les acababa de dar algo de lo que hablar, algo por lo que preguntarme en el futuro, y ellos no iban a dejar escapar aquella oportunidad.
–Estás aún peor de lo que pensaba –bromeó Max, haciendo que el inglés riese a carcajadas, y yo simplemente puse los ojos en blanco sin dejar de andar por el circuito. –Vamos, Charles... no hay nada de malo. Te gusta esa tía, y está bien. Tienes que pasar página; la otra ya lo ha hecho.
La otra. Así es como llamaba Max a Camille. Había empezado llamándola zorra, pero le había pedido por favor que tratase de contenerse. Aunque, al fin y al cabo, le entendía. Tanto él como Lando me habían visto completamente destrozado, y era normal que también estuviesen molestos con ella.
–Ya lo sé, pero... No lo sé. Me asusta un poco, porque Alice consigue que me olvide de todo, y en el fondo me da miedo que vuelva a pasar lo mismo que con Camille –reconocí finalmente, porque aquello era lo único que conseguía oprimir mi pecho.
–Charles, es normal que tengas miedo después de todo lo que pasó, pero no por eso te vas a cerrar para todo el mundo... –habló esta vez Lando. –Quizá Alice sea diferente.
–¿Y si no lo es? –pregunté llevando la mirada al cielo azul de aquella mañana en Italia.
–Pero, ¿y si lo es? –dijo Max, que llevaba ya un tiempo insistiendo en que saliese y conociese a alguien de nuevo. –Si no le das una oportunidad, jamás lo sabrás.
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Postales certificadas | Charles Leclerc
FanfictionSiempre estaré esperando tu postal, Charles.