Presioné el timbre de la casa de Alice prácticamente haciendo malabares, con la cesta con el desayuno tambaleándose entre mis manos. Hacía dos días que no nos veíamos, y a pesar de hablar a diario por teléfono, me di cuenta rápidamente de que no estaba bien. Su tono de voz era más apagado que nunca y, a pesar de que intentaba disimular, era más que obvio que estaba decaída.
–Charles... ¿qué haces aquí? –su rostro asombrado al abrir la puerta y ver aquella enorme cesta, hizo que sonriese ampliamente.
–Vengo a alegrarle el día a mi novia –anuncié felizmente, ganándome una sonrisa tímida por su parte. Era la primera vez que lo decía, mi novia, y la verdad era que sonaba realmente bien. Podría acostumbrarme rápidamente.
–¿Pretendes que engorde? –bromeó haciéndose a un lado en la puerta para dejarme pasar.
–Pretendo que seas feliz –respondí entrando en la casa.
Me volteé a mirar a Alice, que me sonreía tontamente mientras mordía su labio superior. Todavía llevaba puesto su pijama, pero eso no hacía que le restase belleza. Me encantaba verla así, recién levantada y con ropa de estar por casa. Era sencilla, pero no necesitaba nada para poder destacar.
–¿Cómo estás? –pregunté al ver el periódico de aquel día sobre la encimera de la cocina. Estaba abierto en la página de ofertas de trabajo, con algunas de ellas rodeadas con rotulador rojo.
–Agotada. Ahora que no trabajo, soy incapaz de dormir –respondió con una risa irónica.
–Alice... tienes que tomártelo con calma. Acabarás encontrando trabajo, estoy seguro. Eres trabajadora –intenté animarla, pero no pareció hacer efecto.
–No puedo tomármelo con calma cuando tengo una casa que pagar –contestó, esta vez realmente exasperada. Se llevó las manos a la cara, ocultándola mientras suspiraba profundamente. –Siento cómo te he contestado, Charles. No es culpa tuya, pero... no tengo prácticamente ahorros desde que me quedé sola viviendo en esta casa. Y antes llegaba a fin de mes realmente ahogada, pero ahora es directamente imposible. No sé cómo voy a pagar el alquiler este mes...
–Vente a vivir conmigo.
–No digas locuras, Charles –negó riendo ligeramente.
–Estamos juntos, Alice. Déjame ayudarte igual que tú me ayudaste a mi al principio –pedí, aunque en el mismo instante en el que vi aquel gesto de contrariedad, supe que no tenía nada que hacer. Alice era realmente testaruda cuando se lo proponía, y ese día no iba a cambiar de opinión por mucho que yo me lo propusiese.
–Pero quiero ir despacio contigo; hacerlo bien. No quiero que todo se vaya a la mierda por correr demasiado –suspiró con pesar, dejándose caer sobre el sofá del salón. Fue entonces cuando me fijé detenidamente en su semblante. Estaba más decaída que nunca.
Me senté a su lado, dejando la cesta sobre la mesa de centro del salón, tomando en mis manos algunas fresas bañadas en una capa fina de chocolate para dárselas a ella. Me miró de reojo, aceptando la comida con una sonrisa.
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Postales certificadas | Charles Leclerc
FanficSiempre estaré esperando tu postal, Charles.