XIII.

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–¿Pretendes hacer algo o tengo que hacer también tu trabajo? –la voz de Travis me despertó de mi ensoñación

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–¿Pretendes hacer algo o tengo que hacer también tu trabajo? –la voz de Travis me despertó de mi ensoñación.

Ni siquiera era consciente de cuánto tiempo había estado completamente embobada, pensando en cuánto tiempo más tardaría Charles en llegar. De hecho, ya llegaba tarde. Su vuelo se había atrasado y cuando me lo dijo en un mensaje, maldije en voz baja. Me moría por volver a verle. No pensaba en otra cosa desde hacía días más que en aquel reencuentro.

–¡Alice! Reacciona, joder. Esto está lleno –exclamó de nuevo Travis, haciendo que por fin reaccionase.

Comencé a servir a los clientes, algunos de ellos un tanto molestos y otros, lo más borrachos, a punto de sobrepasar algunos límites. Siempre había odiado aquello. Me repugnaba.

–¡Siguiente! –exclamé, completamente agotada, después de esquivar algunas manos que intentaban alcanzar las mías para poder hacer dios sabe que. Cada día estaba más asqueada, y lo peor era que no había nada que pudiese hacer. –¿Qué va a querer? –volví a insistir sin hacer contacto visual. No quería llorar de la desesperación delante de un extraño.

–¿Está disponible la camarera?

Levanté la mirada rápidamente al escuchar aquella voz. Era inconfundible. Nadie podría hablar de aquella forma tan dulce y tan delicada, aún cuando sus palabras no eran las más románticas.

–Charles... –susurré de forma casi inaudible, sonriendo por primera vez en toda la noche. Aquello era algo que solamente él conseguía; hacerme sonreír por más adversas que fuesen las circunstancias.

Me aferré a la barra de madera que nos separaba, aquella que odiaba en esos instantes, pues lo único que necesitaba ese día era abrazarme a él y besarle hasta que mis labios se hinchasen. Una sonrisa traviesa se formó en su rostro antes de morder su labio inferior, mientras su cabello revuelto se llevaba toda mi atención. Me moría por hundir mis dedos en él hasta que se perdiesen.

Un ligero gesto con su cabeza hizo que me voltease ligeramente a mirar en la dirección que él mismo había indicado. Las comisuras de mis labios se elevaron poco a poco al darme cuenta de lo que Charles estaba pensando.

Una puerta detrás de mi tenía colgado un cartel en el que se podía leer "Solo staff" llamó mi atención como también la de Charles. Aquel era el único lugar en el que podríamos tener un poco de intimidad aquella noche. Era nuestra única oportunidad.

Así que asentí al entender el mensaje, dispuesta a hacer todo lo necesario para besarle de nuevo después de largos días sin poder probar su boca. Me volteé hacia Travis, que no parecía haber visto a Charles hasta ese mismo instante. Fue entonces cuando me di cuenta de que sería fácil engañarle.

Le hice un gesto a Charles para que se alejase lo máximo posible y que el de ojos grises no pudiese verle. Y él pareció entenderlo a la perfección, porque siguió mis indicaciones y antes de que pudiese darme cuenta, ya estaba entrando a la sala en la que daríamos rienda suelta a todo aquello que teníamos en nuestro interior.

Postales certificadas | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora