¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Esa noche, Zelo's estaba completamente lleno. Apenas tenía un par de segundos para descansar entre copa y copa servida, y tenía la sensación de que sería así hasta el amanecer. Además, el ambiente con Travis era realmente tenso. Casi no nos dirigíamos la palabra y la tensión era más que evidente.
–¿Qué va a querer? –pregunté sin ni siquiera levantar la mirada. Lo último que quería aquella noche era enfrentarme a otro capullo que, después de un par de intentos por ligar conmigo, me pediría una copa de malas maneras.
–¿Puedes ponerme un gin tonic?
No tuve que levantar la mirada para saber de quién se trataba. Tan solo lo hice para confirmarlo, encontrándome con sus ojos verdes y una amplia sonrisa que era la primera vez que veía.
Allí estaba Charles, vestido completamente de negro, con una sudadera y, en el centro con letras en blanco, el nombre de Ferrari. Su cabello estaba ligeramente despeinado pero, a pesar de ello, estaba increíble. Sería estúpido negarlo cuando todo el mundo podía verlo.
–Otro para mi, por favor –dijo un hombre rubio que estaba a su lado, con unos ojos azules tan profundos como el océano. Era ligeramente más alto que Charles, y esta noche parecía estar acompañando al monegasco. Por lo menos no bebería solo.
–Claro -respondí rápidamente, girándome para alcanzar unos vasos en los que hacer la mezcla. –¿Es tu amigo? –pregunté volteándome de nuevo, sonriendo por primera vez en toda la noche.
–Sí. Es Max –contestó señalando al rubio, que hizo un gesto con su mano antes de alcanzar su vaso y darle un trago a su bebida.
–Yo soy Alice –me presenté al ver que Charles no lo hacía.
–Ya lo sé –respondió el de ojos azules. –Me sé toda la historia de cómo tuviste que llevar a este capullo a su casa –explicó antes de reír a carcajadas. Charles rodó los ojos, claramente cansado de que le recordase aquel momento tan vergonzoso.
–No le hagas ni caso. Es imbécil –dijo Charles dedicándome una pequeña sonrisa antes de beber de su vaso.
–Al menos esta vez no has venido solo... –respondí sonriéndole yo también. Y era extraño, pero el hecho de que esa noche estuviese acompañado, me resultaba francamente tranquilizador. Con Charles había tenido desde un inicio una especie de sentido de la protección que nunca antes había experimentado.
–Algunas veces pienso que es mejor venir solo –contestó mirando a su amigo, que rodó los ojos hasta ponerlos en blanco.
–Que te den; me voy a buscar compañía –por su tono, pero también por cómo lo dijo, supe perfectamente a qué se refería. Estaba segura de que, a la mañana siguiente, Max no amanecería solo en su cama.
–¿Tú no vas a buscar compañía? –pregunté con la intención de saber algo más de la situación de Charles. Me preguntaba qué habría pasado con aquella chica que le tenía todas las noches en vela.