Capítulo 11

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El aterrizaje fue tranquilo, no hubo turbulencia alguna que los incomodara, todo parecía ir perfectamente para la pareja. El sol se había ocultado hace tiempo y la oscuridad de la noche los acompaño.

Una vez que bajaron del avión los estaba esperando un auto negro muy elegante, unas personas se acercaron a tomar su equipaje y guardarlo en el auto.

—Señor Gojo, un gusto tenerlo por aquí nuevamente—los saluda amable el chófer—Espero que su vuelo haya sido placentero—.

—Muchas gracias—dice el peliblanco—La compañía de mi esposa mejoraría hasta el mismo infierno—sonríe acariciando su espalda.

—Es un placer conocerla, señora Gojo. Permitame presentarme. Mi nombre es Kang, yo los llevare a la propiedad—.

—Un gusto. Eres muy amable—sonríe la castaña.

Gojo abrió la puerta para que su esposa subiera, se sentó a su lado e iniciaron el viaje a la casa.

—Satoru—lo llama—¿Dónde estamos?—lo mira con curiosidad.

—En una isla que pocos afortunados tenemos la dicha de conocer—le explica—Yo lo llamo el fin del mundo—sonríe.

—¿Y tienes una casa aquí?—.

—Tenemos, cielo. Un regalo de bodas de parte de Shoko y Geto—comenta—Terminó su construcción hace poco y me encarge personalmente de los detalles. Espero que te guste—.

—Claro que si—se acomoda apoyando su cabeza en el pecho del peliblanco.

Durante el viaje Gojo le contaba a detalle como conocieron la isla. Una familia poderosa y muy rica había comprado aquella isla, vivieron años lejos del exterior y en sana paz. Pero debido a lo importante que eran para el país pronto su desaparición empezó a ser de conocimiento público. No se encontraba pista alguna de ellos y al no haber respuesta rápidamente se asocio a las maldiciones.

El caso fue asignado a Suguru y Satoru, quienes llegaron al lugar debido a sus investigaciones, no se encontró rastro de la familia, ni nada que indicara que alguien había estado aquí. Eso fue lo que ellos dijeron en su informe donde se resaltaba lo remoto y lo poco habitable que era el destino. De esta forma, la familia viviría feliz y lejos de todo hasta que decidieran lo contrario.

—Será nuestro secreto entonces—concluye Jane mirándolo y el asintió.

—Ahora menos te pienso dejar ir—sonríe.

La propiedad de los Gojo se trataba de una cabaña a las orillas del mar, estaba perfectamente posicionada e iluminada esperando por ellos. Jane fue la primera en conocerla, mientras Satoru se encargaba de las maletas. Dejó su abrigo en la entrada y se encontró con los bonitos sillones del living, ahí había un ventana gigante que dejaba ver el mar. En la siguiente sala estaba la cocina y al otro lado un baño grande. Se encontró con la habitación principal la cual les pertenecía a ellos, tenía una ventana corrediza que llegaba a un bonito balcón donde se apreciaba la puesta de sol al fin del día. Se podía escuchar perfectamente el sonido de las olas del mar siendo algo que a Jane le encantaba.

—Aquí estás—dice Satoru llegando a su lado—¿Qué te pareció?—se sienta en la cama mirándola apoyarse en el balcón.

—Quiero vivir aquí—dice haciendo reír al peliblanco quien se acercó a ella.

—¿De verdad?—acarició su cintura attayendola a él y depositando un beso en su cabeza.

—Es preciosa, Gojo—lo mira—Tengo que agradecerle a Suguru y Shoko—.

—¿Solo a ellos?—finge estar ofendido.

—Y a ti, hiciste un excelente trabajo—sonríe abrazándolo—Me encanta—.

—Ven, aún falta ver algo mas—la toma de su mano para guiarla.

Habían dos puertas frente a la otra, Gojo evito la de color blanco y se acercó a la de vidrio la cual conducía al mar, pero antes de siquiera abrirla Jane tomó la el pomo de la otra.

—¿Qué hay aquí?—pregunta con curiosidad y Gojo sonríe indicándole que abra.

—Fue idea de Shoko—avisa al momento que las luces se encendieron.

El corazón de Jane se estrujo cuando vio dos pequeñas camas y una cuna cerca de la ventana. Se acerco a verla y tocarla, sonrió al ver una pequeña almohada y dos peluches de conejitos.

—Es preciosa—se voltea a verlo.

Los ojos brillantes de Jane hicieron sonreír al de ojos azules, tan solo verla siendo feliz por aquel detalle lo había echo sentir enormemente satisfecho. No había querido mostrarle aquello pensando que podía incomodarla, pero sabiendo lo mucho que le gustó hubiese empezado por ahí.

—Lo es—concuerda.

Se alejo de la cuna para acercarse a su esposo.

—¿Quieres ir al mar?—propone y ella asiente encantada.

—Si por favor—.

Ambos se dirigieron fuera de la casa, había un pequeño camino que conducía al mar, los faroles del patio alumbraban su camino y gran parte de las olas. Jane sacó sus zapatos para poder sentir la arena, aprovecho de mojar sus pies bajo la atenta mirada de Satoru quien la esperaba unos metros más afuera.

Una ola mojo gran parte del pantalón de Jane haciéndola gritar de sorpresa para luego reir. El albino abrió sus ojos sorprendido al verla quitarse la parte de arriba de su ropa y desabrochar sus pantalones mientras se acercaba a él.

—Como si este no fuera mi plan desde el principio—río dejando su ropa a su lado caminando unos pasos adelante de él para luego voltearse—¿Vienes?—pregunta coqueta.

Satoru no lo pensó dos veces y se quito su ropa mirando atentamente la figura de su esposa, definitivamente su rostro tenía el top 1 de sus favoritos pero su trasero tenía el puesto 2,3 y 4.

La tomó de la cintura mientras ambos se hundían, Jane se colgó de su cuello disfrutando el vaivén de las olas, el no permitió que se alejara de su cuerpo mientras sujetaba sus piernas que ahora abrazaban su cadera.

—Es la mejor cita de mi vida—susurra Jane abrazándolo—Gracias, Satoru—.

—Mereces esto y mas, cielo—mira sus ojos—Haría lo que fuera por ti, lo que me pidas es tuyo—se acerca rozando su nariz junto a la de ella tiernamente.

—Que esta noche dure un poco más—susurra cerca de sus labios disfrutando de su cercanía.

—Así sera—dice sin quitar la vista de sus labios.

Una ola los golpeó con algo de fuerza haciendo que juntaran sus labios fugazmente, Jane suspiro alejándose un poco del albino para mirarlo. Estaba harta de fingir que no quería aquello, no quería seguir negándo lo evidente. No había querido llegar lejos antes porque sabía que un poco de él bastaba para que ella quisiera ser suya.

—Bien Satoru, tu ganas. Permitiré que entres y te quedes. Dejaré que seas parte de mi y haré todo lo posible para corresponderte. Lo prometo—habla con suavidad—Solo pido que me elijas siempre—.

—Te lo prometo—susurra acariciando su rostro—Siempre seras tu, mi amor. No hay nadie mas, ni ahora, ni nunca—.

—Eso es todo—dice Jane.

Volvió a colgarse de su cuello y se acercó hasta rozar sus labios. Solo eso basto para que Satoru la alzará un poco más y la apegara a su cuerpo besándola con necesidad. Desde la boda que no probaba sus labios y solo ahora se dio cuenta lo necesitado que estaba de sentirla de esa forma.

Ninguna mujer, ningún hombre les había hecho sentir lo que experimentaban en este momento, sus labios encajaban a la perfección, cada roce incrementaba una sensación dulce en su pecho, cada suspiro y jadeo quedaría plasmado en aquel mar siendo cómplice de las caricias que se entregaba la pareja bajo la luna.

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Dios soy una intensa

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Caro🧚‍♀️

After Hours | Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora