Capítulo 60, parte 1

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Apocalipsis.

Narra Mark:

Dejé la toalla por mis hombros luego de secarme el cabello y salí del baño, caminé con la cabeza agachada y abrí la puerta de mi habitación, levanté el rostro y al mismo tiempo fruncí el ceño por no encontrar a Evangeline en la cama; escuché un ruido desde el armario, así que asomé el cuerpo y logré verla sentada en el pequeño sillón, con un libro en las manos y las rodillas flexionadas, por un lado.

—¿Qué haces aquí?

—Encontré este libro tirado en tu oficina.

Lo cerró de golpe para mostrarme la portada.

—No es mío— Evangeline se mordió el labio y sonrió.

—Lo imaginé, supongo que es de Honee.

—¿Por qué piensas eso?

—Porque es porno escrito, además usan términos muy juveniles, ni siquiera puedo entender la mitad de lo que dicen los personajes.

Rasqué mi abdomen desnudo e hice una mueca.

Había recordado que ese libro yo se lo había comprado a la chica; pasé por ella al colegio y luego me acompañó a la librería porque necesitaba encargar unos libros para mis alumnos, Honee se perdió un rato y regresó con el libro en sus manos, me negué a comprarlo las primeras dos veces que insistió, a la tercera me dijo que yo era su favorito, me abrazó y me besó la mejilla, como un idiota terminé rindiéndome y le compré el bendito libro.

—Que niña— pero su hermana no tenía por qué saber que yo consentía sus caprichos de libros eróticos y no aptos para su edad— y dentro de dos meses será toda nuestra.

—Seremos cómo sus padres— Evangeline dejó el libro en el suelo y bajó las piernas del sofá, perdí un poco de interés en nuestra conversación al apreciar tremendo conjunto que llevaba puesto encima, conjunto que pronto terminaría en el suelo y ella encima de mi cuerpo—; tengo el presentimiento de que intentará sacarnos canas verdes... en especial a ti. Pero, no sé, me hace mucha ilusión al mismo tiempo que esté con nosotros.

Continuó hablando, pero poco a poco dejé de escucharla, me dediqué a observarla. En Londres volvieron a cortar su cabello para darle forma, tuvieron que dejarlo incluso más corto que el de Rapunzel, pero eso no hacía diferencia, Eva era tan hermosa que cualquier estilo le favorecía, aun con los moretones, los rasguños, el cabello, las cicatrices, mi mujer era perfecta y para mí siempre lucía como una reina, no existía la posibilidad de encontrarla fea o desagradable.

Mucho menos en noches cómo estas.

El maquillaje que usaba a diario era natural, aunque solía cubrir la mayoría de sus pecas, pecas que me volvían loco, cosa que podía disfrutar luego de sus duchas o en la mañana al despertar; su perfume era dulce y suave, desprendía olor a mujer y tenía un efecto en mí que me hacía querer lanzarme sobre ella como un animal; noté que perdió mucho peso, sus brazos estaban un poco más delgados y los huesos de la clavícula resaltaban más de lo normal, el resto aparte de su rostro, seguía igual de como lo recordaba, tampoco me importaba mucho, su figura era preciosa y sobre todo, mía. Ese lindo cuerpo de diosa griega me pertenecía, esta noche me encargaría de recordárselo.

—Mark— salí de mis pensamientos al sentir algo golpear mi rostro.

Era un maldito brasier.

—Estoy escuchando.

Sus ojos se llenaron de picardía y negó, no se iba a creer el cuento de que si estaba prestándole atención por lo cual no hice ni el mínimo esfuerzo de hacerla pensar que sí.

La reina de las constelaciones (completa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora