Cap 25. Dragón.

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Harry se quedaba largas temporadas en el castillo con Regulus y Severus, pero también iba con Sirius y Remus; especialmente durante las vacaciones, que era cuando los profesores podían descansar y tener algo de intimidad para ellos.

De vez en cuando, después de que Harry y Draco insistieran mucho, obtenía permiso para quedarse a dormir en la mansión Malfoy, bajo la condición de que ni Sirius ni Dumbledore supieran jamás nada de eso. Los niños se habían vuelto inseparables, y eso hacía muy feliz a Regulus. Draco era de su familia, y Harry era su niño.

Severus se había sentado a hablar con Harry antes de llevarlo a la mansión para que pasara unos días con Draco. El chico jamás lo cuidaba, se negaba en rotundo a atender a Harry, sin embargo era quien, sorprendentemente, le explicaba sobre moralidad al niño. Severus conocía bien los límites del bien y del mal por mucho que saltara todo el tiempo de un lado al otro, y no podía dejar ese tipo de educación en manos de Regulus, o peor, de Sirius.

-Draco... tiene unas ideas complicadas, pero no es su culpa-.

Ambos niños tenían ya 10 años y Severus había considerado importante comenzar a explicarle a Harry sobre las diferentes creencias de los magos sobre la sangre.

-Sangresucia-.

Repitió Harry algo que había escuchado decir a Draco en miles de ocasiones, y a Severus lo inundaron los malos recuerdos.

-¿Sabes que significa, Harry?-.

El niño negó, y Severus empezó explicándole por su madre; la bruja más brillante que él jamás había conocido, sin embargo hija de padres muggles. A eso se refería Draco.

Aprovechó también para hablarle de James, (no de las estupideces que sabía que Sirius le contaba al niño; como lo buen jugador de Quidditch que era o lo importante que había sido para él quedar en Gryffindor), sino prefirió contarle sobre su origen, todo lo que sabía de James (tratando con mucho esfuerzo de no incluir su opinión personal). Quería que Harry supiera de dónde venía para que no cayera en divisiones estúpidas de la sangre como les había pasado a todos ellos.

-No deberías hacer caso a las ideas de los Malfoy, tú solo ve a divertirte-.

Una palmadita de ánimo en la espalda era el máximo cariño que Severus iba a demostrar por ese niño. No es que no le tuviera aprecio... pero le quemaba por dentro saber que era hijo de James Potter.

Harry se olvidó en seguida de todo ese tema de la sangre y fue muy contento a jugar con Draco. Se habían vuelto muy cercanos, tanto que incluso habían empezado a mandarse cartas cuando Harry no estaba en casa de Sirius.

Le encantaba recibir cartas de Draco, eran totalmente pulcras y tenía una caligrafía muy bonita. A Draco también le encantaban las de Harry; más desordenadas, con alguna que otra falta de ortografía y siempre acompañadas de algún dibujo.

Harry no era tan atento para esas cosas, pero Draco las guardaba todas en una caja debajo de su cama, con algo de miedo porque Lucius las encontrara y no fueran a gustarle. Lo cierto es que su contenido no tenía nada de malo, más allá que cosas de niños y Harry explicándole a Draco alguna que otra cosa muggle, pero el chico siempre estaba muy asustado porque su padre pudiera enfadarse por cualquier cosa.

Si bien Sirius nunca había vuelto a ponerle la mano encima a Harry, Lucius no podía decir lo mismo con Draco, por mucho que Narcissa se esforzara por evitarlo. Draco era un niño ejemplar y sensible, pero Lucius era demasiado exigente al punto de que Draco sentía ansiedad por sus notas en Hogwarts un año antes de empezar las clases.

Severus había prometido a Draco, (un día durante un ataque de pánico del niño), que jamás le pondría menos de un 10 en su asignatura; aunque no estudiara,
Incluso si no asistía a sus clases. Podía estar seguro de que Lucius nunca le castigaría por su culpa, no iba a hacerle eso a su ahijado. Además, sabía con certeza que Draco sería un buen estudiante y se esforzaría lo máximo posible, pero no iba a poder ser impecable en todas las materias, por lo que aunque siendo injusto como profesor, en pociones podría relajarse.

Harry sin embargo no compartía en absoluto ese estrés. Regulus no había sido mal estudiante pero tampoco brillante, fue más bien un buen deportista, Sirius a pesar de que no tenía malas notas tampoco había tocado un libro en su vida, y Remus; que era probablemente el más estudioso, le había dicho que lo importante en Hogwarts era divertirse y no meterse en muchos problemas, por lo que no se sentía nada presionado.

-¿Te vas a lavar las manos otra vez?-.

Harry vio a Draco entrar en el baño de su cuarto de nuevo y resopló. Era como la quinta vez durante la tarde y no habían hecho más que estar jugando en la habitación con un ejército de soldados que se movía por sí solo.

El niño tenía una aversión muy grande a los "germenes" y una preocupación obsesiva por el orden y la limpieza para su edad.

-¿Y a ti que te importa?, siendo tan entrometido te irá bien en Hufflepuff-..

Harry se encogió de hombros, Draco siempre criticaba a las otras casas que no eran Slytherin, sin embargo parecía ensañarse con la pobre casa de los tejones, como si fuera lo peor a lo que un mago podía aspirar. Con Gryffindor, sin embargo, aunque la odiaba, siempre repetía lo mismo; "ten cerca a tus amigos y aún más cerca a tus enemigos", y "es el enemigo que subestimas el que te mata". Harry no tenía muy claro que querían decir pero solía asentir y seguir jugando.

-¿No seremos amigos si no entro en Slytherin?-.

Preguntó Harry un poco tímido cuando Draco volvió del baño. El niño rubio pareció pensarlo unos segundos, como si estuviera tratando de desarrollar una respuesta lo más completa posible.

-Preferiría que quedaras en Slytherin, así podríamos dormir juntos y estar en el mismo equipo de Quidditch-.

Harry lo miró en silencio, eso no respondía a su pregunta.

-A papá no le gustará que quedes en Gryffindor, así que si eso pasa tendremos que ser amigos en secreto. Si entras en Hufflepuff yo mismo le suplicaré al sombrero seleccionador que te ponga en cualquier otra casa, dicen que a veces le cuesta ver el potencial de uno, y tú eres un poco tonto-.

Era todo lo que tenía que decir y Harry pareció satisfecho con esa respuesta. Lo cierto era que estaba muy preocupado por la selección; tenía la cabeza hecha un lío. Quería que su tío Regulus se sintiera orgulloso de él por conseguir entrar en Slytherin y poder estar cerca de Draco, sin embargo Severus (a escondidas) siempre le hablaba a Harry sobre sus padres; buenos magos de Gryffindor, de donde también era su padrino Sirius y su tío Moony. Prefería relajarse y aceptar cualquiera que fuera su destino.

-Te prometo que seremos amigos aunque quedes en las peores casas, ¿de acuerdo?, sería tu amigo incluso si no te dejaran asistir a Hogwarts por Squib-.

Draco tuvo que explicar a Harry en qué consistía ser un Squib, lo que preocupó muchísimo al chico porque nunca se había planteado la posibilidad de ser uno y no tener suficiente magia para poder ir al colegio. Draco lo tranquilizó como bien pudo; le aseguró que jamás podría serlo y le prometió que sí era especial.

-Puedes quedártelo hasta que empecemos a Hogwarts, devuélvemelo después de la selección cuando se te hayan pasado los nervios-.

Draco le tendió a Harry su dragón de peluche; ese que le había regalado Severus cuando era un bebé y del que jamás se separaba. Harry dudó un poco, había visto a Draco pasarlo muy mal por la ansiedad y encontrar algo de tranquilidad y refugio en ese peluche, pero el chico insistió y Harry no tuvo más remedio que aceptar. Draco le hacía sentir como Regulus y Remus, protegido. Sentía que su corazón estaba a buen recaudo, que él estaba en buenas manos.

No obstante Severus siempre le decía que tuviera cuidado con Draco y sus ideas, que era un buen niño pero estaba muy malinfluenciado, lo que podía llevarlo a hacer cosas cuestionables. Severus quería a Draco por encima de todos los niños del mundo, pero también apreciaba a Harry y no quería que lo destruyera con tanta basura infecta como pensamientos.

Ambicioso. La Otra Cara De La Historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora