Capitulo XXIII

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Capitulo XXIII

Breogan da vueltas en su cama, no logra dormir. Logró excusarse con el rey durante el día reportando que se encontraba indispuesto de salud.

El estado de embriagues de Robroy retumbo en los muros del castillo, el rey lo ha confinado a su habitación sin comunicación alguna mientras la reina nuevamente se sumerge en los preparativos para la presentación del príncipe.

Meira camina de un lado a otro en su habitación nerviosa pues el castigo del monje es indefinido y no podrá casarlos antes de huir.

Cedric está sentado frente a una fogata junto al lago, intenta quemar sus pensamientos, sus dudas entonces toma una decisión y no hay marcha atrás.

Breogan sale del castillo antes que el sol bese el horizonte, monta su caballo y se interna en el bosque esperando encontrar a ese extraño ser, la bruja que lo persigue. Desciende del animal, ajusta su capa y capucha y camina entre la maleza por un rato hasta que al fin una voz suena tras él

- ¿Lo ha decidido mi señor?

Breogan con los ojos llenos de lágrimas responde

- ¿Qué es lo que debo hacer?

-Usted no debe hacer nada mi señor. -dice la mujer rodeándolo de una espesa niebla. –Yo haré todo.

Breogan libera un profundo respiro que parecía estarle presionando el pecho puesto que se escuche un leve gemido y las lágrimas humedecen su piel.

- ¿Es mío? –pregunta la mujer ofreciéndole una daga.

Breogan no sabe qué responder, entonces piensa en su hermano. En su negativa a marcharse. Recuerda los nervios de Meira cuando se encontraba en presencia de su hermano, pero algo más lo llena de coraje, de odio. Piensa en sus tardes a su lado, las veces que fueron solo ellos dos y nadie más, un oscuro deseo lo invade, una rabia que lo domina, siente su sangre hervir e imagina todo aquello perdido. La mujer se sonríe cuando la rabia y el odio de Breogan crecen.

Él logra ver cómo los reyes aceptan a su hermano y cómo él debe de soportar la humillación, perder todo por lo que ha trabajado entonces una voz le susurra

-Todo lo que hizo por ellos mi señor, fue en vano. ¿lo ve?

Breogan solloza de dolor, de odio sin decir nada sujeta la daga y obedeciendo a una fuerza mayor corta su muñeca, la sangre brota en abundancia entonces la mujer unta sus manos y cubre su rostro lozano con la sangre.

Breogan siente desmayar, pero algo más fuerte que cualquier cosa lo obliga a permanecer en pie, la daga desaparece y la mujer, quien ahora está completamente desnuda, se acerca a su cuerpo. Breogan no sabe cómo pero un deseo incontrolable lo inunda, en un segundo, toma a la mujer entre sus brazos y la besa con pasión con frenesí entra en ella hasta que la escucha estallar de placer entonces susurra en el oído de él.

-Sus odios son míos.

Breogan reacciona del trance y en ese momento la mujer desaparece entonces una voz viaja entre las copas de los árboles diciendo

-Será esta noche.

Breogan mueve su cabeza intentando recuperar la totalidad de sus sentidos, mira su muñeca y la herida ha sanado, ajusta su ropa y regresa al castillo.

Al entrar mira a Meira leyendo bajo una sombra, el sol entra entre las ramas del árbol dándole una imagen hermosa.

-Hola princesa. - saluda bajando de su caballo para entregárselo a uno de los criados.

- ¿Princesa? Creí que habíamos acordado hace mucho que me llamarías Meira. ¿Dónde has estado? Ayer no te vi en todo el día y hoy te saltaste el desayuno.

-Lo siento, quise salir a buscar hierbas para mi dolor.

- ¿Y no has encontrado? –pregunta al ver sus manos vacías.

-No tuve suerte.

Por un breve instante se miran fijamente, con una sonrisa en sus labios. Breogan se inclina ante ella y se aleja sin darle la espalda Meira sonríe para luego regresar a su lectura.

Breogan se refugia en su habitación antes que el rey le vea por allí, respira hondo y con la mirada fría y fija en un solo punto de la pared se convence a sí mismo que no le quedaba otra salida, inclina la cabeza hasta que su punto fijo es el suelo una gota de su lágrima cae

-Perdón, hermano. –dice al pensar que lo ha condenado a morir al entregarlo a esa mujer o criatura, ni siquiera sabe lo que ella es.

La Reina MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora