Capitulo V

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Capítulo V

Mael luce cansado, sucio y huele mal, los mosquitos no lo dejan en paz. Mientras Cedric sigue sobre su caballo, su faz está tensa pero no logra disimular el dolor en él, mira sobre su hombro y ve cómo Mael lucha por alejarse los mosquitos de encima.

-Tu inmundicia los atrae.

-Lo sé no tienes que decirlo. -responde con malestar. -Si nos detuviéramos por un baño, en serio. Hay un río hacia el sur, podemos darnos un baño y hasta cazar algo para la cena.

- ¿Has visto a Robroy estos años? -pregunta ignorando su comentario.

-Una vez. –dice con poco agrado. –Sigue siendo un viejo ebrio.

-Claro, ambos son iguales.

-Cedric por piedad, los dioses te recompensarán solo detengámonos esta noche. El viejo vive dentro de los muros del reino, y aun atravesando debemos viajar al menos una semana.

El caballo se detiene de golpe, Cedric baja de un salto y con su mano derecha sujetando el mango de su espada le dice

- ¿Los dioses me recompensarán, dices? – se acerca tanto que Mael se encoge y alza sus manos atadas como si se tratase de un escudo. - Los dioses se olvidaron de estas tierras.

-Lo siento.

-Lo sientes. Vas de posada en posada, de puta en puta contando tus historias del demonio que vive en la colina. Haciéndote pasar por un hombre que ha visto a la muerte de cerca. –escupe hacia un lado y desenvaina la espada para colocarla en el estómago de Mael. – Todas esas personas olvidaron lo que el reinado de Whelan les trajo, y ahora subsisten de leyendas que escorias como tú les cuentan.

Mael calla sin saber qué decir, su viejo amigo no es más aquel hombre lleno de energía y entusiasmo. Comprende la amargura que lo envenena, el dolor que lo doblega pues reconoce que continúa siendo fuerte, ya que él de haber enfrentado lo que Cedric vivió, se habría quitado la vida, porque eso es lo que es, un cobarde.

Cedric regresa al caballo y agrega

-Iremos con Helen, ella nos ayudará a cruzar los muros.

- ¿Helen? –pregunta asustado. - Mátame aquí, es mejor. Dame de comer a las aves de rapiña lo que quieras, pero no me lleves con ella.

-En verdad no la has visto en todo este tiempo, pues ella te ha buscado por muchos lugares. –responde con desprecio.

El castillo del rey Breogan es imponente y glorioso, con cuatro torres, una en cada esquina del mismo. Amplias calles en su interior, las viviendas de los señores y familias dependen del grado de cercanía que tienen con el rey.

Justo en el centro se alzan preciosos escalones de roca, éstos llevan hasta la entrada principal del palacio donde se aprecia la estatua de unos 7 metros de alto, un hombre de faz endurecida quien sostiene una espada en su mano derecha. En el interior los pasillos bordean un jardín inmenso con flores de todos los colores que cuelgan formando una sombra sin igual.

Hacia la derecha se extiende el gran salón real, pasos más adelante uno más pequeño donde el rey toma el vino en alguna reunión más privada. Hacia la izquierda una inmensa biblioteca con libros que llegan hasta lo más alto del techo, siguiendo hacia el interior y en otro nivel están las primeras habitaciones, las que pertenecen al consejero real, el curandero y algunos más que utiliza Breogan para sus noches de desenfreno.

Girando hacia la izquierda un pasillo custodiado por la guardia real, la habitación del rey, tras una serie de 20 escalones se alza la imponente puerta del tercer nivel justo donde se sitúa una de las torres.

La Reina MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora