Capitulo IX
Cuando todo era prosperidad, bailes y celebración. La era en la que el reino gozaba de paz, los inmensos jardines comienzan a florecer, el pasto es verde y el rio que cruza el patio principal del palacio es cristalino, conduciendo su corriente hasta el lago que bordea el castillo.
Todos amanecen con resaca puesto que la celebración por el príncipe heredero se extendió hasta altas horas de la madrugada.
Su alteza real, la princesa Meira ya se encuentra tomando clases de lectura con el confesor del rey, el amable y alocado monje Robroy.
-Su alteza debe concentrarse. –comenta al notar cómo la joven baila su mirada del libro hacia cualquier punto del lugar como si tratase de descubrir algo, o alguien.
-Lo siento, tengo sueño. ¿Por qué yo debo estar estudiando mientras todos duermen?
Al decir esa última palabra su aliento se corta pues alcanza a ver a Cedric, vestido totalmente de negro, muñequeras de cuero y una pechera del mismo material. Su cabellera rubia trenzada y la barba que bordea su mentón le dan un semblante endurecido y varonil.
-Meira. –susurra el monje.
-Disculpe usted, yo...
-No puede ver hombre que no sea su prometido y lo sabe.
-Solo es un viejo amigo, ¿acaso tengo prohibido amistad alguna?
-El joven Cedric no es solo un amigo y no intente mentirme su majestad.
La joven hace un gesto exagerado de indignación a lo que el monje comenta.
-Le conozco demasiado bien como para saber que está enamorada desde pequeña, pero usted tiene un deber con la corona.
Meira baja la mirada y juega con la seda de su vestido azul, pasa un nudo por su garganta al tiempo que el monje se sienta frente a ella, coloca su mano fría y delgada sobre la mano suave y cálida de la princesa
-Usted es indispensable, su papel no ha sido relegado.
Su conversación se ve interrumpida cuando la carcajada del rey resuena en los pasillos, lo ven acercarse a ellos en compañía de Cedric y su hermano, el consejero del soberano.
-Mi hermosa Meira, princesa de Úlster.
La joven se sorprende y de inmediato dirige su mirada hacia Robroy, éste sonríe mientras le hace una reverencia.
-Padre... -susurra para seguidamente inclinar su cabeza en respeto al rey.
-Tu título será oficial en un par de días, luego de la presentación de Rhys. –la joven ríe al escuchar el nombre de su hermano e instintivamente comparte una dulce mirada con Cedric a lo que él corresponde con una reverencia para luego dedicarle una dulce sonrisa, justo cuando recupera su postura se ve descubierto por la mirada airada de su hermano. Algo que le llama la atención, pero en el mismo momento le resta importancia.
- ¿Puedo ver a la reina?
-Ve pequeña, ve.
Sin esperar más corre en dirección al aposento real.
-Robroy, mi fiel amigo y confesor. Estoy de tan buen humor que te llevaría a la taberna más exclusiva del pueblo y te invitaría toda la cerveza que quieras.
-Mi Señor, basta. Sabe que no debe tentarme.
-Bien es sabido que el viejo sabio es débil a la tentación. - comenta el consejero del rey, con un atisbo de soberbia.
Cedric los observa fijamente y decide interrumpir
-Mi Señor –dice dirigiéndose al rey. - Tengo informes que debo entregarle y si fuera posible estudiemos la posibilidad de organizar un viaje a...
-Si si-dice el rey repetidas veces. –Vamos hablemos de trabajo que al parecer no te gusta el ocio. –añade entre risas, ambos caminan hacia el salón acompañados del consejero real.
Robroy los ve alejarse y observa la cercanía y confianza desmedida del rey en su consejero. Desde que fue elegido para tal puesto ha demostrado ser leal y merecedor de dicha confianza, observa a Cedric conversar amenamente con ambos y se preocupa, su regreso al castillo ha despertado emociones en la princesa.
Llena de aire sus pulmones y recoge los libros que ocupaba en la clase entonces siente un aire particularmente helado, alza la vista al cielo y nota como una espesa neblina entra en el jardín, atraviesa las paredes de roca enfriando mucho más el lugar.
Intrigado se dirige a las escaleras de una de las torres del frente del castillo, al llegar a lo alto encuentra al guardia intentando calentar sus manos y le dice
-Qué extraña niebla, ¿no cree?
-Sí, muy extraña- responde Robroy. Notando cómo todo el paisaje ha desaparecido en la espesa neblina, el cielo oscurece y el viento sopla fuerte.
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La Reina Maldita
FantasiEn las enigmáticas tierras de un reino que goza de paz y prosperidad nacerá un amor inquebrantable entre dos jóvenes desafiando al mismo rey y volviendo vulnerables los muros del reino ante el odio y la magia. Aprovechando la fisura creada por los j...