Capitulo XXI

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Capitulo XXI

Cedric galopa hasta la casa de Mael, la casa está cerrada no hay nadie. Grita, lleno de rabia mientras patea un cumulo de hojas.

- ¿Se puede saber qué te pasa? –interroga Mael apareciendo en su caballo.

-Breogan sabe.

Mael salta del equino con una expresión de espanto

- ¿Cómo dices? Pero...

-Sutilmente me ha amenazado. Me largo o me expulsará del reino. ¿Dónde está Helen?

-Fue al pueblo por algunos víveres. ¿Así sin más te lo ha dicho?

Cedric solo asiente mientras jadea reprimiendo un par de lágrimas, de ira, de celos, de amor porque está entre dos sentimientos, su hermano y la mujer que ama.

-Escucha, hay tierras al norte vírgenes de saqueos o invasores. Pertenecen a otro reino, estoy tratando de averiguar el origen de ellos, pueden ser vikingos o sajones aun no sé.

Cedric se apoya en un árbol mientras piensa en las palabras de su hermano,

- ¿Qué puedo ofrecerle? –susurra para sí mismo.

- ¿Qué dices?

-Mael la amo, tú me conoces-dice con desespero. –Pero Breogan tiene razón en algo, ¿qué puedo ofrecerle?

-Pero tienes plata, oro. Sé que administraste demasiado bien la herencia de tu padre. Puedes darle la vida a la que está acostumbrada.

- ¿Dónde? En tierras saqueadas, o en un reino donde no podremos ser más que campesinos para así no llamar la atención de los señores de esas tierras.

Mael calla pues tiene sentido lo que dice su amigo, entonces comenta.

-Hay tierras más allá del mar, puedes navegar a nuevos horizontes.

Cedric se tienta con la idea, pero guarda silencio, Mael añade

-Sí has llegado a esa conclusión, debes marcharte. Rómpele el corazón, rompe el tuyo, pero así asegurarás su bienestar y también el tuyo.

-Le he pedido que se case conmigo.

Mael lleva las manos al rostro, libera un largo suspiro cuando ve llegar a su mujer a caballo. Helen los observa e intuye que algo pasa, al descender les interroga y piensa en una solución hasta que al fin dice

-La idea de Mael no es mala, zarpa a nuevas tierras. Tienes con qué pagar y tienes con qué comenzar de nuevo. Breogan no te alcanzará a través del mar.

-Si logramos irnos, lo destruiría. La humillación, el dolor de amarla.

-Eres tú o él, amigo. –dice Mael con seriedad, algo da vueltas en su cabeza.

Robroy cruza el jardín a prisa sin percatarse que Breogan lo observa desde una de las ventanas. Entra a la biblioteca donde se encuentra la princesa,

-Ven conmigo. -dice en un susurro. La princesa lo sigue en silencio, el monje saca uno de los libros y se abre un pasadizo a una habitación secreta. Las escaleras conducen a vieja puerta oxidada, al cruzar se encuentran a las afueras del castillo en el sector sur donde solo hay bosque. En absoluto silencio camina por un sendero bordeado de rosales inmensos, él la lleva de la mano atravesando la espesa maleza hasta que salen a un claro donde hay un frondoso árbol con una copa inmensa.

-Aquí en dos noches les veré para unirlos en santo matrimonio. Meira sonríe emocionada intenta hablar, pero él la interrumpe. - No me diga nada princesa porque me arrepentiré de ayudarle, y roguemos a las divinidades las mías, las de todos los reinos que el corazón de Breogan resista y no desate una cacería.

-Él es bueno.

-Lo es, pero es un hombre que ama y recibirá una doble traición.

Meira baja la mirada, pero está decidida, no puede casarse con Breogan y tampoco quiere ser solo el requisito para que su padre tenga control en el reino.

-No volveré a verles nunca.

-Ya nunca más princesa. –dice Robroy con cariño, la ve fijamente y pregunta - ¿Si no está segura, dígamelo y yo conversaré con Cedric?

-Estoy segura. En dos noches aquí.

-Habrá luna llena para que ilumine su sendero.

-Ahora regrese por el mismo camino que tomamos.

- ¿Y usted?

-Tomaré otro.

La ve volver por el mismo camino y él se dispone a regresar al castillo. Encuentra un pasaje secreto entre la hiedra adherida a la roca, sube las escaleras que conducen hasta su habitación al entrar su corazón deja de latir y su sangre se congela.

-Sabe padre-Breogan está sentado en una vieja butaca, se pone en pie y da pasos pesados y lentos en dirección a Robroy. –O monje, lo que sea –sostiene un recipiente redondo, toma un vaso y le sirve una bebida. - Me di cuenta que usted y yo jamás hemos compartido una bebida.

-Ya no bebo, lo he dejado hace años.

-Oh cierto. -dice sirviendo otro vaso. -Usted tiene problemas con la bebida.

Robroy retrocede unos pasos, pero Breogan se acerca, le extiende el vaso y dice

-Un brindis por la lealtad. –lo obliga a tomar el vaso con su mano y prosigue. –Un brindis por la verdad. –esas últimas palabras las dice con énfasis mientras lo ve fijamente a los ojos. –Salud padre.

Robroy observa la bebida y en su cama la espada de Breogan,

-Salud Duque O'leary. –dice bebiendo todo el licor.

La Reina MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora