Capitulo XX

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Capitulo XX

Meira desde muy temprano se encuentra en la capilla, orando y esperando que el monje Robroy aparezca.

-Esto es de celebrar. -dice el monje entrando el sacrosanto lugar.

-Buen día. –responde sonriente. Su rostro está iluminado, su mirada brilla.

-Estás distinta. –dice con sorpresa. –Perdone- añade haciendo una reverencia.

-Necesito de su ayuda.

Robroy se pone nervioso ya que solo puede pensar en una sola cosa, sus sentimientos por el menor de los O'leary.

-Dígame su alteza real, ¿en qué puedo serle útil?

-No sé por dónde comenzar. –comenta con nerviosismo, pero con una sonrisa decorando su bello rostro.

-Oh no princesa, por favor no me diga que...

-Cásenos. –dice sin más.

Robroy palidece mientras se santigua, se acerca a ella y susurra con temor

-Princesa por favor. -luce aterrado. - No puede hacerle eso a sus padres, a la corona.

-Sabía que esa sería su respuesta, pero por favor escúcheme. Lo amo, no es un capricho ni rebeldía de mi parte.

- ¿Y de la suya? –pregunta con seriedad. Meira frunce el cejo ante tal comentario y cuando se dispone a responder, él continúa diciendo. –Él no contó con un título como Breogan, su padre no le dio un lugar entre los nobles. A pesar de haber llegado al castillo desde muy joven siempre fue impulsivo, hecho para las provincias, el campo. Casarse con una princesa le daría el estatus que ha deseado, y de paso humilla a su hermano mayor.

-No puedo creer que usted se exprese así de Cedric, usted lo conoce.

-Conocí aquel jovencito que se marchó a las expediciones, este hombre que ha regresado no lo conozco tan bien.

-Pues yo lo conozco y en él no existe envidia ni odios. Él como yo se ha sentido consternado por Breogan. Él no merece nuestra traición, pero ese compromiso fue idea de mi padre, Breogan y yo solo hemos sido buenos amigos.

-Él es un buen hombre, leal a la corona, pero... -hace una pausa mientras mira a los ojos de Meira. La ve radiante, feliz –Temo de lo que hará cuando se entere.

-Me preocupa hacerle daño, provocarle dolor.

-Dolor...-susurra Robroy pensativo. –El rey jamás aceptará que tú, su hija se involucre con un bastardo.

-Nos iremos. –dice con seriedad.

-Princesa, usted no conoce la vida en las provincias. Las vidas en tierras lejanas están expuestas a saqueos, invasiones. - dice preocupado.

-Estaremos bien, Cedric conoce muy bien las tierras lejanas.

Robroy camina de un lado a otro cuando su conversación se ve interrumpida por la reina. Los ve a ambos con seriedad y dice

-Mi hija en la capilla tan temprano, eso es un milagro.

-Lo es su majestad. - dice Robroy inclinándose ante ella.

-Madre. –dice caminando en busca de la salida.

-Quédate conmigo, oremos juntas.

Ambas se arrodillan y en compañía de Robroy oran por largo rato.

Breogan se encuentra en la biblioteca leyendo algunos mensajes para el rey, siempre antes de presentarse ante el rey lee las cartas para poder presentarle lo que verdaderamente vale la pena. Humedece sus labios con su lengua, mientras apoya su mano en la mandíbula. Deja la mirada fija en las baldosas del suelo mientras su mente repite las palabras de esa extraña anciana.

Entonces ve pasar a su hermano en el pasillo y con un grito le llama, Cedric retrocede sobre sus pasos y lo observa, entra y le dice

-Hermano, buen día.

Breogan lo observa y delinea una sonrisa retorcida mientras le dice

-Te veo como una aparición en los pasillos del castillo. ¿Aburrido?

-Sí, aquí no hay mucho que hacer.

-Tengo días que no he visto a Mael por aquí, ¿tu?

-Supongo que Helen consume todo su tiempo. –dice entre risas.

Breogan ríe y se pone de pie, da pasos cortos hacia su hermano sin dejar de observarle fijamente. Es mucho más alto que Cedric, su cabellera castaña es un poco larga en el frente y corta atrás, llena de aire sus pulmones y dice

-Quisiera confesarte algo Cedric.

-Dime. – comenta.

-Talvez no he sido el mejor hermano, pero he tratado de que nuestra relación sea cordial. Que sepas que cuentas conmigo, que somos familia a pesar de las cosas.

Cedric baja la mirada y siente remordimiento, el cariño entre ambos es un sentimiento extraño, pero jamás se harían daño él uno al otro. –La amo Cedric, la amo como nunca he amado a ninguna otra mujer. Deseo hacerla feliz cada segundo de mi vida. –gira sobre sus talones y deja su mirada fija en la de su hermano, nota como los azules ojos de Cedric se llenan de lágrimas y añade –Y sé que también la amas.

-Breogan...-intenta hablar, pero su hermano alza la mano en un gesto que le solicita silencio.

-No pienso hacerme a un lado, el rey nos ha comprometido y sé que puedo hacerla feliz.

-La amo hermano- dice con la voz quebrándose por sus emociones- Pero lo más importante, ella a quien ama es a mí.

- ¿Qué puedes ofrecerle? Una vida en el campo. Expuesta a peligros y pestes, sin los lujos a los que está acostumbrada.

-Tengo intacta la herencia de nuestro padre.

-Me sorprende que no la despilfarraste en mujerzuelas.

-Breogan, ella no te ama solo harás de ella una mujer desdichada.

-Me quiere, Cedric.

-Pero no como hombre, entiende. Jamás podrían ser felices.

Breogan sale al balcón, deja sus manos sobre las rocas frías mientras deja su mirada fija en el horizonte y añade.

-No quiero solicitar al rey tu expulsión, deseo que puedas marcharte en libertad a construir tu vida –gira un poco su cabeza para observar la silueta de su hermano por sobre su hombro. –Por favor haz lo que es mejor para ella.

- ¿Y lo mejor eres tú? –pregunta con enfado.

-Ambos sabemos que sí.

Cedric siente la sangre hervir de celos, de rabia, pero calla, aun en contra de su voluntad reconoce que su hermano tiene razón.

-Haré lo que ella me pida. -responde al fin.

Breogan se gira hacia él para quedar frente a frente y dice

-No quiero olvidar que eres mi hermano. - dicho eso regresa al interior, toma algunos papeles mientras Cedric sale envuelto en celos. Breogan cierra sus ojos y se reprime un grito, arroja todo al suelo y piensa una vez más en las palabras de la hechicera, diciendo para sí mismo.

-No me obligues Cedric.

La Reina MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora