En el auto de camino a la escuela, Walker se encontraba apretujado en el asiento trasero entre Leena y Tanner. La cercanía de ambos lo hacía sentir un poco sofocado, pero sabía que no tenía otra opción.
Melissa, su madre, estaba al volante y recitaba su habitual discurso de advertencia sobre los bravucones. Desde el incidente de la pelea de Walker, o más bien la agresión que había sufrido, Melissa había insistido en hablar sobre el tema con sus tres hijos.
Llegaron a la escuela y Melissa detuvo la camioneta, asegurándose de que las puertas estuvieran cerradas antes de dar su último discurso.
—Tengan cuidado con los estudiantes mayores, sé que pueden ser intimidantes pero ustedes son más inteligentes —Leena y Walker pusieron los ojos en blanco ante las palabras de su madre. Tanner, por su parte, parecía indiferente. En la primaria, los estudiantes no solían recurrir a los puñetazos, simplemente se quejaban con los profesores.
—Mamá, ya entendimos —bufó Walker, impaciente por salir del auto. Sabía que aunque podía desbloquear las puertas desde dentro, su madre se enfadaría si lo hacía.
—Salúdame a Aryan —fue lo último que dijo Melissa antes de pulsar el botón para abrir las puertas. Leena y Walker salieron disparados del auto, dirigiéndose a sus respectivos campus.
El amplio terreno de la escuela estaba dividido en dos hileras de grandes edificios, conectados solo por un pasillo. Los edificios estaban divididos entre secundaria y preparatoria, permitiendo el paso solo durante el receso. En ese mismo pasillo se encontraban las dos grandes puertas que daban entrada a la cancha.
Cuando Walker se detuvo en su casillero, una sonrisa peculiar era dirigida para el. La misma chica que le había recogido la pluma. No era gran cosa, pero nunca la había visto antes. ¿Sería nueva?.
—La nueva viene desde la ciudad, sus padres se mudaron al barrio rico del pueblo. No creo que seas el único que va tras ella —susurró Aryan al oído de su mejor amigo, ambos mirando en la misma dirección mientras la chica salía del corredor. Tan pronto como Walker sintió la presencia de Aryan sobre su hombro, se apartó y lo miró de frente.
—No voy tras ella, ella fue quien me sonrió primero —respondió Walker, colgando su mochila sobre un hombro. Aryan sonrió con un toque de burla. Era obvio que le parecía increíble que una chica tan linda le sonriera a su mejor amigo. Pero lo cierto era que eso estaba sucediendo.
—Bien, Romeo, tenemos clase —dijo Aryan, tomando a Walker por el hombro y guiándolo por los corredores.
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Desde la ventana de la sala de estar, Violet observaba la mudanza de la nueva familia que se había instalado frente a su casa. Veía cómo bajaban muebles lujosos, candelabros y sillones de cuero, no solo uno, sino varios. Había visto a una pareja y a una chica de su edad moviéndose por allí, y supuso que su madre también estaba presente, ya que le había sugerido que hablara con la chica.
