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NARRA VIOLET
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Me detuve frente al espejo, aprovechando la luz tenue que se filtraba desde el armario de mi mamá para examinarme con más claridad. El vestido celeste platinado brillaba intensamente, con un diseño que se abriría como un paraguas, pero no demasiado exagerado. Era perfecto.
Hacía tanto tiempo que no me ponía un vestido. Mi mamá tuvo que insistirme un par de veces para convencerme de usarlo. Era una noche especial, sobre todo porque papá ya no podría acompañarla.
Suspiré y alisé el vestido mientras daba media vuelta, saliendo del vestidor para encontrarme con mi mamá. Ella lucía un hermoso vestido negro y terminaba de ponerse unos aretes dorados de ruedas gruesas.
Se veía absolutamente preciosa.
—Luces hermosa —dije, admirando su elegancia.
Ella me estiró un par de zapatos que no había notado antes. Eran unas zapatillas blancas.
—No... —negué con un puchero.
Mi mamá me miró aburrida y bajó ambas manos de golpe, visiblemente cansada.
—No vas a salir con eso —señaló mis zapatos.
Moví la cabeza hacia abajo, mirando mis pies. Llevaba puestos unos converse negros que me encantaban. ¿Qué tenía de malo? ¿Por qué tenía que cambiarlos?
—Así estoy bien —reclamé, tratando de defender mi elección.
—Claro que no, tómalos —me puso las zapatillas en las manos y se dio media vuelta para salir de la habitación.
Suspiré, sintiéndome derrotada. Aunque no estaba contenta con el cambio de zapatos, sabía que no valía la pena discutir más. Mi mamá siempre tenía la última palabra cuando se trataba de mi apariencia.
Me puse las zapatillas blancas, resignada a seguir sus instrucciones. Y en un par de horas, me harían sentir incomoda.
Salí de la habitación, lista para enfrentar la noche que nos esperaba.
