𝑻𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒐𝒄𝒉𝒐

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En la cafetería de la escuela, un rubio esperaba pacientemente en una esquina junto a la máquina de refrescos. Aryan se había olvidado una libreta en su última clase y juró que volvería en un abrir y cerrar de ojos, pero como era torpe, Walker supuso que tardaría al menos veinte minutos.

Así que se acomodó, apoyado en la máquina, esperando a que su mejor amigo regresara con la libreta olvidada.

Sin embargo, Blair Harrison había entrado a la cafetería antes y había puesto sus ojos en el rubio una vez más. Se abrió paso entre la multitud de estudiantes para llegar a la máquina de refrescos, donde Walker miraba a quién sabe dónde.

Walker no se esperaba la visita de la rubia, no hasta que ella exclamó un saludo que lo sacó de su ensimismamiento, haciendo que diera un salto y se enderezara en su lugar. La personalidad arrogante de Blair siempre le había molestado.

—¡Hola, Walkie! —comenzó Blair, como si nada. Y así, una vez más, empezaban con el pie izquierdo, cayendo por un precipicio. A Walker no le gustaba ese apodo, menos cuando su mamá lo usaba frente a otras personas. Además, ¿cómo sabía Blair de la existencia de ese apodo? ¿O era pura coincidencia?

Walker miró incómodo al suelo y luego volvió su vista hacia Blair para responder.

—Hola, Blair —elevó una sonrisa cerrada y se metió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón, moviéndolos una y otra vez. Esperaba que Aryan entrara por la puerta de una vez y lo sacara de esa incómoda escena.

Ambos se quedaron en un silencio mortal, incómodo y merecedor de un premio por la cantidad de suicidios que provocaría.

Pero Blair, terca como siempre, carraspeó buscando nuevamente los ojos oceánicos de Walker, captando su atención una vez más.

—Walker, sé que eres muy bueno en matemáticas, al igual que en todas las materias. Y quería saber si podrías pasarme algunos apuntes que me faltan —preguntó Blair, buscando una oportunidad para sacarle un tema al rubio.

El alivio se apoderó de Walker. Si eso era lo único por lo que Blair lo quería, estaría encantado de compartir sus apuntes y luego volver a lo suyo. Aunque algo no le daba buena espina en relación a Blair.

—Claro —fue lo único que respondió el rubio.

Y ese incómodo silencio de muerte volvió a instalarse, y Walker juró que si Aryan no aparecía por esa puerta en los próximos treinta segundos, lo ahorcaría por dejarlo morir allí, a merced de Blair Harrison. La hija de papi, la niña que siempre había dado a entender que, por ser la hija del hombre más adinerado del pueblo, podía obtener lo que quisiera.

—¿Qué te parece si me ayudas a estudiar, eh, Walker? —Blair le dio un pequeño empujón juguetón en el hombro a Walker. Él sabía que detrás de las intenciones de Blair había algo más, y ya se había dado cuenta.

—Estaré algo ocupado —mintió. Mintió tan hipócritamente, con una sonrisa que incluso a él le dolió. Volvió a mirar hacia la puerta, esperando ver a Aryan. Pero su sorpresa fue otra, y su corazón dio un vuelco al ver a Violet entrar. Tenía un aire diferente, uno que lo hacía querer besarla en ese mismo momento.

Pero cuando Violet lo encontró y notó la presencia de Blair, frunció el ceño de una manera que nunca antes había hecho. Walker disfrutaba de esa reacción de Violet, tanto que se volvió un completo cretino solo por eso. Y lo hizo, maldita sea.

—Pero podría hacer un espacio —giró la cabeza hacia Blair, pero con los ojos puestos en Violet, quien seguía caminando pero cada vez volteaba más hacia atrás para poder ver a Walker y Blair juntos.

𝙤𝙗𝙨𝙚𝙨𝙨𝙚𝙙 |𝘢 𝘞𝘢𝘭𝘬𝘦𝘳 𝘚𝘤𝘰𝘣𝘦𝘭𝘭 𝘍𝘢𝘯𝘧𝘪𝘤|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora