¡EN ESTE CAPITULO PUEDEN TRATARSE TEMAS SENSIBLES!
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Deena despertó con una sensación de desgana que parecía envolver su habitación. Era un rincón frío y duro, un lugar al que solo se dirigía para dormir y buscaba pasar el menor tiempo posible allí.
En realidad, no le agradaba su familia en lo más mínimo. No soportaba estar rodeada de personas que vivían consumiendo sin cesar. Su hermano, Zack, había comenzado a fumar a los catorce años, y su madre lo había seguido por malas influencias.
Ella y Zack no tenían el mismo padre. Fueron accidentes concebidos en una noche de desenfreno, cuando Jade Clarke no sabía realmente lo que estaba haciendo.
Hasta hace poco, vivían en otro pueblo, pero Jade conoció a un hombre con una casa en este nuevo pueblo llamado Asfil. Era un lugar pequeño donde el sol siempre brillaba, no muy lejos de la ciudad, a solo diez minutos en auto.
Deena colocó los pies en el suelo y se estiró, mirando al suelo sin poder encontrar la motivación para levantarse. La mayoría del tiempo se sentía así, sin ganas de ir a la escuela o incluso de salir de su habitación.
Pero al recordar a Violet, no quería dejarla sola. Si ella faltaba, la pequeña pelirroja sufriría por Walker, y Deena detestaba la idea de que Violet pasara por ese dolor. Porque, según lo que había visto, Walker también sentía algo por ella.
La forma en que se miraron en aquel callejón, cómo estuvieron a punto de besarse, hizo que Deena reflexionara más seriamente sobre las cosas.
Violet quería a Walker y Walker quería a Violet. No podía apartar esa idea de su mente. A pesar de todo, Violet no quería darse la oportunidad de ser feliz, sus sentimientos eran tan frágiles que Deena deseaba poder sostenerla en sus brazos para siempre.
Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos y se levantó de la cama, buscando sus zapatos regados por la habitación. Finalmente encontró una de sus sandalias y se agachó para recoger la otra.
Se acomodó el cabello detrás de las orejas y salió de la habitación, asegurándose de que no hubiera nadie en el pasillo. Pero parecía que alguien la estaba esperando.
—¿Despierta tan temprano? ¿Vas a escaparte? —preguntó Rick, el novio de Jade, recargado en la pared y mirando a Deena de una manera que a cualquiera le causaría asco.
—Tengo escuela, tengo trece años, ¿recuerdas? —Deena maldijo entre dientes y se dio media vuelta para alejarse.
—No para mí, eres aún más hermosa que tu madre. Ella ya está acabada y tiene alguna que otra arruga, en cambio tú...
Deena se dio la vuelta abruptamente y señaló a Rick con un dedo amenazador.
—Vas a respetar a mi madre, ¿oíste, maldito enfermo? Ponte a trabajar, te vas a morir solo estando acostado en ese sillón. Y eso sería lo mejor, porque te vas a pudrir, y no tendré que volver a verte la cara.
