𝑻𝒓𝒆𝒔.

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La familia Jones, a la que pertenecía Violet, no era precisamente un modelo de funcionalidad. Un divorcio estaba en curso entre los padres de la pelirroja, y su relación con su hermano mayor estaba teñida de resentimiento, aunque no llegaba a los extremos de su rivalidad con Walker.

El padre de Violet era un hombre de negocios que mantenía a su familia con su dinero, pero poco más. Su madre, por otro lado, era una mujer dedicada pero distraída, joven y hermosa, demasiado joven para tener un hijo de diecisiete años y una hija de trece.

Los Jones vivían en uno de los mejores barrios del pueblo, no eran millonarios, pero sus casas eran lo suficientemente grandes como para despertar envidia. Sin embargo, la mayoría de las veces, estas familias parecían amargadas e infelices, un claro ejemplo de los Jones.

—¡Ya llegamos! —anunció la menor de los Jones al asomar su cabellera roja por la puerta de entrada. Su voz resonó en la casa, anunciando su llegada a su madre, que estaba en la cocina. Su hermano, Charlie, un estudiante de último año, conducía a Violet a la escuela y de regreso en su propio coche, del que estaba muy orgulloso.

Violet se dirigió a la cocina, sabiendo que allí encontraría a su madre, Anastasia Jones, una mujer de ojos verdes, piel de porcelana y largos cabellos rojos. Anastasia estaba preparando un estofado, siempre irradiando felicidad a pesar de las circunstancias.

—Huele muy bien —comentó Violet, acercándose al mostrador de mármol y tomando asiento en un taburete. Observó cómo su madre cocinaba, intentando animarla a pesar de la difícil situación que estaban atravesando.

Charlie entró por el marco de las dos grandes puertas de cristal que daban a la cocina, con su celular en la mano.

—Papá dice que vendrá a recoger sus cosas en un rato —anunció Charlie, haciendo que las dos mujeres pelirrojas se volvieran hacia él.

El silencio se apoderó de la habitación, roto solo por el sonido del aceite chisporroteando en la estufa. La noticia de la visita de su padre pareció afectar a ambas mujeres.

—Excelente, que venga a recoger su basura, porque estoy harta de verla por todos lados —dijo Anastasia, limpiándose las manos con un trapo y apagando la estufa. Su voz temblaba de ira y tristeza. —Dile a tu padre que se lleve el auto que me regaló y todas las joyas. Debería dárselas a... ¿Cómo se llama? ¿Clarise?

—Mamá... —susurró Violet, su voz quebrándose al final.

Anastasia se detuvo, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero ninguna cayó. —Ya está la cena... voy a mi habitación —dijo, antes de salir de la habitación.

Violet la observó irse, sintiendo cómo su corazón se rompía al ver a su madre tan vulnerable. Charlie, por su parte, miró a su hermana menor, sabiendo que ella también estaba sufriendo.

Charlie se acercó a la nevera y sacó una botella de agua, bebiendo de ella con avidez, como si quisiera tragarse sus propias palabras. En realidad, estaba evitando darle un sermón de hermano mayor, ya que no tenía una relación de ánimo y apoyo con Violet.

—Me dijeron que casi te castigan la semana pasada por pelearte con un chico. ¿Lo golpeaste? —interrumpió el incómodo silencio con una pregunta que se le ocurrió en ese momento. La semana anterior, Violet y Walker se habían enfrascado en una pelea llena de insultos, causando un alboroto en el aula.

Violet suspiró, desanimada, volviendo su atención hacia su hermano mayor. —¿Quién te lo dijo? Tú estás en último año.

—¿Y qué? —respondió Charlie, encogiéndose de hombros. —A veces las noticias vuelan por los pasillos. Pero dime, ¿lo golpeaste?

𝙤𝙗𝙨𝙚𝙨𝙨𝙚𝙙 |𝘢 𝘞𝘢𝘭𝘬𝘦𝘳 𝘚𝘤𝘰𝘣𝘦𝘭𝘭 𝘍𝘢𝘯𝘧𝘪𝘤|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora