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Sabaku no Shinki:

Habían pasado cuatro meses desde el pequeño viaje romántico que me había permitido con Izanami, ambos habíamos vuelto renovados, las aguas de los ríos del país del fuego y las hermosas vistas de los desiertos del país del viento siempre eran agradables de recorrer, aún más con ella, sonriendo y contándome cosas. Algunos días pausábamos lo romántico para visitar los pequeños pueblos y hospitales que Izanami había ayudado a reconstruir, y veía como ella era tan feliz con aquellas personas, feliz ayudándolas, escuchándolas...

Por momentos recordaba como era de niña, cuando recién nos conocimos ―la niña hostil, peligrosa, que no dudaba en cortar gargantas si esa persona la molestaba― y luego a la mujer con la que había unido mi vida. Ambos habíamos cambiado tanto... Para bien.

Ese viaje había terminado y volvimos a nuestra aldea, tranquilos, listos para retomar nuestras responsabilidades. Al llegar el primer día ya tenía una reunión con Araya y Yodo, con algunos jefes de algunos departamentos de la aldea, para informarme que había pasado, que necesitaba la aldea, que papeleos eran o podían esperar a ser atendidos y así la lista comenzó a crecer de tal forma ―que si hubiéramos escrito en un pergamino estoy seguro llegaría de la torre del Kazekage a la entrada de Sunagakure―.

En conclusión, los meses luego del viaje tomaron bastante del tiempo de Izanami y mío, pero eso no significa que no tuviéramos las noches y tiempo en casa para relajarnos y charlar. Lo hacíamos y uno de esos días, donde parecía que el trabajo era más que yo, ella atravesó el umbral de la puerta de mi oficina ―sin su habitual sonrisa, que siempre se posaba en sus labios cuando estaba trabajando en el hospital―.

El umbral de la puerta de mi oficina fue traspasado por Izanami, sus ojos tenían una mirada seria, y estaba seguro que los míos estaban igual, después de todo, había terminado de llenar el papeleo de la alianza Shinobi sobre la economía de las ald...

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El umbral de la puerta de mi oficina fue traspasado por Izanami, sus ojos tenían una mirada seria, y estaba seguro que los míos estaban igual, después de todo, había terminado de llenar el papeleo de la alianza Shinobi sobre la economía de las aldeas, solo quería desestresarme y caer rendido en nuestra cama ―y aún faltaban dos horas para que se terminará mi día laboral―.

El silencio reino en mi oficina y unos buenos segundos, como si Izanami no supiera que decir. ― ¿Ha pasado algo, Zana? ―le pregunte intentando romper el hielo.

Ella cerró los ojos, sabía que se estaba tomando un respiro para hallar las palabras correctas. 

― No es nada malo. ―me aseguro, y yo sentí la intriga invadirme.

Pésima manera de preparar el terreno para decirme algo, ella lo sabía.

Otros segundos de silencio antes de que ella avanzará hasta mi escritorio y me mirará algo nerviosa.

― ¿Qué sucede? ―volví a preguntar preocupado al verla así.

― Sinceramente no encuentro las palabras para decírtelo. ―susurro mientras sacaba algo de su bolsillo y lo ponía frente a mí.

𝓒𝓾𝓻𝓼𝓮𝓭 𝓔𝔂𝓮𝓼 |ᴋᴀᴡᴀᴋɪ ʏ sʜɪɴᴋɪ|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora